lunes, 21 de enero de 2008

Capítuo 16.- El Valle de las Sombras.

Hacia ya mucho tiempo que Harry no se divertía tanto. Su llegada a la Madriguera para las fiestas de Navidad fue muy bien recibida. Cuando ellos llegaron ya se encontraban ahí los gemelos Fred y George que hicieron un escándalo cuando entraron, al día siguiente llegaron Charlie y Bill, los hermanos mayores de Ron, el único que faltaba era Percy, él aún no se comunicaba con su familia, ni siquiera para pedir perdón por su horrible comportamiento y su tonta actitud, él seguía siendo fiel a Fudge. Para la Sra. Weasley era muy doloroso pasar esa época del año sin noticias de su hijo. Fuera de eso, Harry se la pasó muy bien, los gemelos habían progresado mucho con sus artículos de broma y se la pasaban haciendo demostraciones gratis a todos aquellos incautos que se dejaran, Harry cayó tres veces, Hermione solo una, Ron cayó como unas diez y Ginny fue la más astuta, no cayó ni una sola vez. La Sra. Weasley ya estaba harta de sus bromas y los amenazó con correrlos de la casa y que no les daría postre después de la cena.

Ya era noche buena y la Sra. Weasley estaba preparando una deliciosa cena, porque no iban a ser los únicos invitados. Esa noche llegaron Lupin y Tonks, que los acompañarían.
- Hola Harry, ¿cómo has estado?
- Que tal Tonks. – contestó el muchacho.
- Harry, ¿puedo hablar contigo un momento? – le preguntó Lupin.
- Claro.
Se apartaron un poco de los demás para que no los escucharan.
- Y ¿cómo has estado?
- Pues, bien.
- ¿Ya no has tenido sueños raros, ni visiones extrañas?
Harry aún las tenía, aunque ya no tan seguido, sus pesadillas seguían atormentándolo de vez en cuando, pero se había prometido a sí mismo ya no compartir ese tipo de cosas con nadie.
- Bueno, ya han dejado de ser una molestia. – mintió.
- ¿Seguro que ya no hay nada de eso?
- Sí, seguro – dijo con voz no muy convincente. Lupin lo observó un momento, luego sonrió.
- Parece que es verdad que ya dominas occlumancia. Me da mucho gusto que ahora esté más relajado, pero no te confíes, sabes todo lo que él puede hacer.
- Si, lo sé.
- Bueno, vayamos a cenar, que me muero de hambre.

Aquella prometía ser una noche muy agradable cuando de pronto alguien más tocó a la puerta. Para sorpresa de los presentes y felicidad para la Sra. Weasley, era el mismo Percy quien había llegado. Entró y se sentó en la mesa, la Sra. Weasley no cabía de felicidad, pero el resto de sus hijos e incluso el Sr. Weasley aún seguían molestos con Percy, pero era víspera de navidad y su madre estaba muy feliz, así que pusieron la mejor cara que pudieron y se sentaron todos a cenar. Antes de empezar, Percy hizo una disculpa pública hacia sus padres y todos parecieron aceptarla.
- ¡Oh hijo, que felicidad que hayas regresado! – dijo la Sra. Weasley entre sollozos, - por fin, toda mi familia reunida. – abrazó a su hijo y empezó a llorar de nuevo.
- Sabes que siempre serás bienvenido aquí, en tu casa, hijo. – dijo el Sr. Weasley, que ya se le había bajado el coraje.
Harry miraba atentamente a Percy, había algo raro en él, su rostro era inexpresivo y su mirada se perdía de vez en cuando.
- ¿No notas algo raro en Percy? – susurró Harry a Ron.
- Sí, está pidiendo disculpas. – contestó su amigo, algo malhumorado, al parecer el resto de los hijos Weasley no estaban muy convencidos de su arrepentimiento, no porque notaran lo mismo que Harry, sino porque aún seguían molestos con él, de hecho, solamente Harry se dio cuenta de que Percy actuaba automáticamente, sin ver lo que hacía, parecía normal, pero a la vez no.
Pasaron un buen rato charlando en la sobremesa, Percy no dejaba de hablar, siempre captando la atención de todos. Harry empezó a bostezar, ya se sentía cansado y quería ir a dormir. No pudo evitar pensar en Sirius y como no quería que los demás se dieran cuenta, decidió levantarse de la mesa e irse a la cama, solo y en silencio.
- Creo que ya me voy a dormir – dijo a Ron.
- Es temprano todavía, quédate un rato más. – dijo su amigo en tono suplicante.
- No, de verdad, ya quiero irme a la cama.
- Bueno, en un rato te alcanzo.
- De acuerdo.
Subió las escaleras lo más callado que pudo, en realidad nadie se dio cuenta de que se había ido, lo cual fue un alivio, así podría llegar a acostarse sin mayor preocupación.

Al entrar en la habitación que compartía con Ron, encontró la luz apagada y la ventanilla abierta, por donde se filtraba un tenue rayo de luz de luna que casi no iluminaba, junto con una brisa helada que le congeló la sangre. Al acercarse a la ventana, la puerta se cerró tras él, tenía el horrible presentimiento de no estar solo. Inmediatamente tomo la varita de su bolsillo y se puso en guardia. Tal vez se estaba volviendo loco, pero podía sentir que había alguien, aunque no podía ver casi nada en la oscuridad de la habitación pobremente iluminada. El viento frío seguía entrando, azotando las cortinas de una forma violenta, y lo hacía estremecerse. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si una gota de agua helada resbalara por su espalda. Entonces se dio cuenta, alguien sí estaba en la habitación y se hallaba detrás de él. << 'Aaahhh' >>, se oía la exhalación de un ser a sus espaldas. Se dio la vuelta lentamente y de las tinieblas salió la figura encapuchada de una mujer alta, delgada, de tez muy blanca como la nieve que reflejaba la luz de la luna, el cabello oscuro como las sombras y los ojos tan negros, vacíos y fríos como el abismo del universo. Esos ojos de hielo lo miraban fijamente, sin pestañear, y él no podía moverse. La mujer llevaba en su cuello una cadenita de oro de la que pendía un pequeño cristal blanco con una piedra en el centro, la cual destellaba con los débiles rayos de luz. Ella le sonrió de una forma burlona y perversa, y en una milésima de segundo alzó su varita apuntando hacia él. Susurrando unas palabras que él no entendió, salió un chorro de luz púrpura, Harry no tuvo tiempo siquiera de reaccionar, apenas levantó su varita para defenderse, cuando el rayo le dio directamente en el pecho. Sintió como si un pesado mazo lo hubiera golpeado fuertemente la cabeza, se cortó su respiración, sentía que caía de espaldas, pero muy lento, como si el tiempo avanzara más despacio. Oyó muy lejano el golpe sordo de su propia caída en la lóbrega habitación, la débil luz de luna desaparecía junto con el resto de cuarto. Harry se hundía en las tinieblas cada vez más, las sombras lo invadían y caía, caía, caía…

Abrió los ojos, no sabía en donde se encontraba, no sabía siquiera si estaba vivo o muerto. Se levantó, miró a su alrededor, se hallaba atrapado como en un bosque, un bosque sombrío y lúgubre que parecía estar lleno de criaturas malévolas y espantosas. En su mente solo había pensamientos de muerte y desesperación. Harry se sentía vigilado, estaba asustado y angustiado, tenía que encontrar la forma de salir de ahí, pero no había caminos. Andaba entre maleza y hierbas que lo arañaban y le cortaban la piel. Continuamente aparecían unos ojos entre la oscuridad de los árboles que lo asechaban. Se sentía perseguido, amenazado, caminaba horas y horas y llegaba siempre al mismo lugar donde había comenzado. Estaba perdiendo la fe, no podía recordar a sus amigos, sabía que los tenía, que lo estarían buscando en esos momentos, pero no podía evocarlos, no podía ver sus rostros, su mismo pasado parecía ser de otra persona. Se estaba perdiendo en aquella oscuridad, estaba perdiendo la esperanza y la razón, se quedaría ahí para siempre, solo y olvidado del mundo. Sentía que pasaban las horas, los días, no tenía alimento ni agua. Moriría irremediablemente, ya fuera de hambre o devorado por los espectros de ese infierno. Llegó el momento en que se dio por vencido, se tiró en el duro y frío suelo y se dejó morir.

Fue entonces cuando lo escuchó, en la lejanía se oía una voz, una voz de mujer que pronunciaba su nombre: << 'Harry, Harry' >>. Se levantó de inmediato con una nueva llama de esperanza en su corazón. Siguió la voz, que lo condujo hacia un punto de luz en la negrura del bosque, esa luz ahuyentaba a las criaturas malignas del lugar, a todas excepto una, los ojos negros que Harry vio la noche de su ataque ya no pertenecían a una mujer, sino a un gran lobo blanco grisáceo que lo seguía sigilosamente, asechándolo. Él reconoció en esa criatura a la mujer que lo atacó, por su fría mirada y por el cristal que ésta llevaba aquella noche. Harry siguió caminando hasta que llegó a un claro muy irradiado. Sobre una roca encontró a una dama con una larga cabellera negra como el cielo nocturno, pero adornada por brillantes que recordaban las estrellas del firmamento, llevaba un largo y bello vestido blanco y de ella emanaba la voz y esa luz cálida que lo reconfortó, como el canto del fénix. Ella estaba de espaldas a él, así que no podía ver su rostro. El lobo, que estaba escondido tras él, comenzó a gruñir en forma de advertencia, pero a Harry no le importó que pudiera atacarlo. Avanzó con paso firme pero cauteloso hacia la chica, levantó su mano para tratar de alcanzarla, pero en ese instante ella desapareció. Por un momento Harry quedó cegado. Segundos más tarde ella reapareció más lejos como la luz tibia y titilante del principio. Harry se disponía a seguirla otra vez cuando el lobo lo atacó de improviso, intentó morderle el brazo izquierdo, pero solo logró rasgarlo y herirlo superficialmente. Harry no traía su varita, por lo que tomó un palo y golpeó al lobo en las costillas, eso le dio tiempo de correr hacia la chica, pero sabía que el lobo iría tras él. Harry seguía escuchando su nombre, una y otra vez. Se detuvo nuevamente, la chica estaba de pie, aún de espaldas a él. Venía herido, su brazo estaba sangrando profusamente y sentía un terrible dolor.
- ¿Quién eres? – preguntó a la joven, casi sin aliento.
- He venido por ti – contestó ella con una voz dulce, y lentamente se dio la vuelta. Era una hermosa adolescente, de piel de porcelana y rasgos perfectos, y unos misteriosos ojos grandes de color café oscuro. Harry conocía esa mirada, pero en ese momento no se dio cuenta, quedó embelesado por la belleza de la joven.
- ¡NO TE ATREVAS! – vociferó una voz en la oscuridad, el lobo se había convertido en la mujer nuevamente. - ¡NO TE LE ACERQUES!.
Pero la chica no le hizo caso, extendió su brazo hacia Harry.
- Toma mi mano. – le dijo.
Y sin dudar ni mirar atrás, el chico la tomó.
- ¡¡¡NOOO!!! – Harry escuchó gritar a la mujer a sus espaldas.

Sentían que volaba, que dejaba atrás toda aquella oscuridad y desesperación. No podía apartar sus ojos de ella, su luz cálida lo iba cegando cada vez más, hasta que lo hizo caer en un sueño profundo.

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