martes, 22 de enero de 2008

Harry Potter y el Medallón Perdido - Epílogo

Hola:

Primero que nada éste epílogo es una pequeña conclusión del presente fanfic. Espero de todo corazón que lo hayan disfrutado, ya que fue casi un año de trabajo y esfuerzo, al ser mi primer fanfiction. Gracias a quienes me dejaron algún cometario por ahí.

Ahora algunas aclaraciones: El final actual del fic no es el verdadero final, ya que existe una continuación llamada 'Harry Potter y el Cristal del Fénix' donde aún queda resolver el misterio del Medallón de Naráva y todas sus consecuencias. El fic en su totalidad cuenta con tres partes y aún está en proceso, aunque les tengo muchas sorpresas con respecto a la última parte de la historia.


P.D. No dejen de leer la continuación: 'Harry Potter y el Cristal del Fénix'.


Atte. su amiga Enelya (Vero).

Capítulo 35.- Regreso a casa.

Harry salió de la enfermería con rumbo a la oficina del director. Mientras caminaba por los pasillos, se percató que éstos se encontraban desiertos, ya que era un caluroso día de verano donde los alumnos habían salido a relajarse en los jardines de la escuela y a refrescarse a orillas del lago. El que no hubiera nadie dentro del castillo permitió a Harry llegar hasta su destino sin contratiempos. Al llagar frente a la estatua del águila, entrada de dicha oficina, Harry recordó que no se sabía la contraseña, pero afortunadamente en aquel instante pasó por ahí la profesora McGonagall.
- ¡Oh!, Sr. Potter, veo que ya está mejor.
- Sí, mucho mejor. – respondió el muchacho.
- Déjeme decirlo que su actuación de la semana pasada fue extraordinaria. Usted es un excelente mago, nos dejó a todos impresionados.
- Gracias.
- ¿Busca al director?
- Sí, ¿usted podría darme la contraseña?
- Claro, es “grillos en pudín”.
Harry puso cara de ‘guacala’.
- Lo sé. – respondió la profesora ante la expresión del chico – pero al director le parecen suculentos. Siempre ha degustado de la comida exótica, dada su experiencia con las pepas de todos los sabores.
Harry le sonrió a la profesora y luego entró a la oficina.
El chico ingresó al lugar sigilosamente, el director parecía no estar a la vista, así que Harry comenzó a curiosear por ahí. Los retratos de los ex-directores parecían dormir, como siempre y Fweks, el ave fénix de Dumbledor, estaba muy tranquilo sobre su perchero. Harry caminó despacio admirando la oficina, aunque ya la conocía muy bien, siempre encontraba algo nuevo, como en ésta ocasión. Se aproximó al centro de la oficina, y lo que descubrió ahí lo hizo quedar paralizado por un instante. El viejo libro rojo que desapareció de la biblioteca yacía sobre el escritorio del director, abierto precisamente en las páginas donde hablaba del Medallón Perdido de Naráva.
- Interesante libro, ¿no, Harry?
El chico dio un respingo y se volvió rápidamente al escuchar a sus espaldas la voz del director.
- Aunque debe ser más interesante para ti que para mí. ¿O me equivoco?
El muchacho no dijo nada.
- ¿Sabes porqué te he mandado llamar?
- No señor. – respondió el chico.
- Siéntate, Harry. – invitó el anciano.
El muchacho se acercó a una silla y se sentó, mientras el director hizo lo mismo, pero al otro lado del escritorio.
- Hace meses que he tratado de descifrar algunas cosas de éste libro, cosas como el misterio del Medallón de Naráva, tu Medallón, que fue lo que te salvó en ésta ocasión. Pero hay una cosa que me gustaría saber antes de empezar con la explicación. ¿Dónde lo encontraste?
- Lo encontré en el Valle de Godric.
- Ya veo, ¿fuiste hasta allá para buscarlo?
- Sí señor.
- ¿Desobedeciendo deliberadamente las órdenes que te dejé de que te quedaras en la casa?
- Sí señor. – respondió el chico en tono de disculpa.
- Sabes, Harry, me llama la atención que por más seguridad que tenga para ti, siempre encuentras la forma de evadirla. Cuando Águeda me comunicó que te escapaste, no podía dejar de preguntarme cómo le hiciste. ¿Podrías explicarme?
- Fue con esto, señor. – Harry le mostró el pequeño cristal que pendía de la cadenita dorada.
- Ya veo, – dijo el anciano – encontraste la forma de usarlo. Hacía muchísimos años que no veía un cristal de Annon. ¿Dónde lo conseguiste?
- Es lo que usaba Velda, la mortífaga que acompaña a Voldemort, para entrar al colegio.
- Sí, ya estoy al tanto de esas intromisiones. Siempre quise saber cómo lograba colarse al colegio sin ser detectada. Pero afortunadamente ella lo perdió y tú lo encontraste.
- ¿Para qué venía al colegio? – preguntó Harry. – Nunca me atacó aquí.
- Venía a espiarte, supongo. Nadie se atrevería a ponerte una mano encima estando bajo mi supervisión. Por eso te atacó en casa de los Weasley, donde yo no estaba. – alegó el anciano – Pero volviendo al tema del libro y el Medallón, también me gustaría saber ¿cómo es que te diste cuenta de su existencia?, porque nadie sabía que existía, ni siquiera yo, hasta hace algún tiempo, cuando encontré este libro.
- Cuando Velda me atacó en casa de los Weasley, mi mente viajó hacia un horrible lugar, del que nunca mencioné nada, ahí estuve por un tiempo hasta que… – Harry se detuvo un instante, no quería mencionar a Anny – …alguien me sacó de ese lugar y me llevó al Castillo de Gryffindor en el Valle de Godric, – continuó – de ahí que lo descubrí justo antes de hablar con mis padres.
- ¿Te encontraste con tus padres? – preguntó Dumbledor, extrañado.
- Y con Sirius. – contestó Harry. – Fue extraño, era como si estuvieran vivos, porque podía sentirlos. Era como si el lugar fuera real.
- Ahora entiendo. – dijo el anciano director más para sí que para el muchacho. – Ahora es muy fácil de explicar lo que te pasó, Harry. La noche en que te atacaron usaron un hechizo muy poderoso ‘morto est’, que separa la mente y el alma del cuerpo, es un conjuro que jamás pensé que alguien pudiera realizar, porque para enviar a una persona al ‘Valle de la sombras’ necesitas mucho poder y la habilidad de entrar y salir del lugar, cosa que solo los nigromantes saben y pueden hacer. Tu mente se separó de tu cuerpo y viajó a esos lugares, que en realidad existen, pero para tu mente solo eran como dimensiones paralelas donde no puedes permanecer mucho tiempo, sino, mueres ahí, aunque físicamente sigas con vida, serías como un vegetal mientras tu mente vive en ese infierno. Velda te atacó con el propósito de sacarte del camino de Voldemort, pero alguien te rescató. Tal vez te sorprenda un poco Harry, pero he tenido una larga charla con la Srta. Waller y me ha comentado que fue ella quien, arriesgando su alma, entró a ese bosque para salvarte. Fue ella quien me dijo que fue Velda, su madre, la responsable de ese ataque.
- ¿Le dijo que fue su madre quien me atacó?
- Sí. También me dijo que después de que te sacó de ese lugar te llevó al Valle de Godric, donde tu familia le pidió que te llevara. Supongo que ahí viste el Medallón por primera vez y después tus padres te hicieron regresar.
- Pero, ¿qué es éste Medallón?, aún no entiendo del todo su significado.
- Según he descubierto, éste Medallón perteneció a Gardo Gryffindor, hermano mayor de Godric, que forjó el Medallón cuando era muy joven, un muchacho, pero que lo hizo muy poderoso ya que gurdo en él un gran poder desconocido.
- ¿Qué poder?
- No lo sé, por eso es desconocido. Pero tengo la sospecha que tiene algo que ver con lo que guardan en el Departamento de Misterios. Gardo conservó el Medallón por mucho tiempo dándole poder y salvándolo en innumerables ocasiones, hasta que un mago tenebrosos encontró la forma de derrotarlo. Éste mago logró conjurar un hechizo tan poderoso que partió el Medallón por la mitad, haciéndolo menguar en su poder. Entonces Gardo decidió conservar solo la mitad del Medallón y le encargó la otra mitad a su hermano Godric, quien lo escondió en el bosque del Valle y lo protegió mediante el fuego rojo, una llama mágica que Godric creó especialmente para cuidarlo. Éste mago tenebroso quería el Medallón para conseguir la inmortalidad, como Voldemort, por eso Gardo decidió ya no unir las dos partes y esconderlas por separado.
- ¿Por qué yo siempre lo veía completo?
- Pues para que supieras qué es y que debías buscarlo y tenerlo completo. – respondió Dumbledor. – Después de que lo viste por primera vez, supongo que comenzó a mostrarse a ti en más de una ocasión.
- Sí, comencé a soñar con él y con Naráva o Gardo, o como se llame. Soñaba más con él cuando Voldemort parecía no existir.
- Eso era natural. Voldemort estaba enfrascado en su búsqueda por la inmortalidad ayudado por Velda, así que su atención por ti estaba disminuida y tu mente más libre. Eso sin mencionar que Voldemort y Velda recorrieron casi todo el mundo buscando el libro de Agripa y otros manuales de magia oscura indagando en la mejor forma de deshacerse de ti y obtener dicha inmortalidad.
- Entonces se alió con Velda. Pero, ¿por qué?, se supone que Voldemort nunca trata a nadie como su igual.
- Velda es una bruja muy poderosa, como pocas. Desde que ella llegó, Voldemort ha cambiado sus planes. Ya ni siquiera sus mortífagos más confiables saben lo que planea, solo Velda y sus secuaces. Ella lo convenció de atacar Avalón, el colegio a donde pertenece la Srta. Waller y el resto de los alumnos extranjeros. También le dio las armas que necesitaba para realizar un genocidio y obtener ganancias de él, más allá de la simple satisfacción de matar. Le proporcionó la ‘Copa Esmeralda’, que usó para robar la energía vital de las personas. Se supone que la copa es verde y tiene la llama de la maestría, pero en sus manos, corrompida por su deseo de inmortalidad, la volvió negra, pero aún así con mucho poder, dándole una vida más larga y más poderosa, y acercándolo más a la posibilidad de destruirte. Aunque cometió un error, en lugar de hacerse más poderoso para acabarte, no contempló que, por medio de tu cicatriz y de la profecía, su conexión contigo era un obstáculo más que otra cosa. La noche en que enfermaste de gravedad en Grimmauld Place, fue la noche en que Voldemort por fin ingirió el contenido de la copa, pasando por un periodo de vulnerabilidad, al igual que tú. – Harry miró al anciano algo desconcertado. – Fue en ese momento que intentó engañarte. Después de esa noche – continuó Dumbledor – apuesto a que te sentías diferente, como si tuvieras más poder que antes, pero inseguro de tus amigos. ¿Me equivoco, Harry? – el chico negó con la cabeza. – Con eso también fortaleció su conexión contigo.
- Y por eso no me quería en el colegio.
- Voldemort no estaba seguro de que sí intentaba matarte, a él no le pasaría nada. El hecho de que siempre te le escapas y la forma en que pudiste sacarlo de tu cuerpo en el Ministerio de Magia el año pasado, lo hicieron pensar mucho en esa conexión que comparten – Dumbledor señaló la cicatriz de Harry. – No quería arriesgarse.
- Entonces sí era por eso – dijo Harry, corroborando su teoría. – Pero, ¿cómo se las ingenió para sacarme de la escuela?
- Él sabe que con el respaldo de tus amigos tú tendrías una ventaja sobre él, por eso lo pudiste expulsar de tu cuerpo y ya no intentó poseerte otra vez. Pero al alejarte de tus amigos fuiste una presa más fácil de manipular, incluso a distancia, por eso atacaste al Sr. Malfoy sin poder controlarte. Él sabía que tarde o temprano harías algo así y que no te quedarías en el colegio por temor a lastimar a alguien más.
- Por eso me pidió que me aliara con él desde un principio, para alejarme de mis amigos. – concluyó Harry. – Voldemort me dijo que de todos modos yo terminaría matándolos. Pero todo era una mentira, ¿verdad?
- Sí, hasta cierto punto. El error que tú cometiste fue haberte confundido y tratar de eliminar tus emociones. Es tan malo ser emocional como tener el corazón como una piedra. Voldemort te hizo más fuerte, pese a su voluntad, y fue en ese momento cuando se dio cuenta que había cometido ese error y trató por todos los medios de remediarlo, intentando convencerte de algo que no era y así debilitarte. Él sabe que con tu existencia, la suya propia podría desaparecer. Pero no importa lo que te haya dicho, Voldemort siempre querrá matarte por que tú eres el único que puede destruirlo y no puede permitir que te vuelvas cada vez más fuerte. Es el apoyo de tus amigos y seres queridos lo que te hace más fuerte que él y lo que en un momento dado te ayudará a cumplir con tu destino. Tú sabes que fue eso lo que te salvó el año pasado.
Harry solo agachó la cabeza, ya mucho le había costado entender eso.
- Hay otra cosa que me gustaría comentarte y que he encontrado muy interesante en éste libro rojo. La razón por la que precisamente tú fueras quien encontrara ésta joya, es que tú eres el heredero de Gryffindor. Un dato que ni yo mismo sabía hasta que leí este libro.
- Yo me enteré cuando fui por el Medallón, solo que me desconcertó que fuera por parte de mi madre, que es hija de muggles, y no por parte de mi padre, que es de sangre pura.
- Es cierto que en la familia de Lily todos fueron muggles excepto ella, pero si buscas en tú árbol genealógico, te darás cuenta que algunos de tus antepasados presentaron indicios de magia que nunca desarrollaron, además los hijos de Gardo fueron squibs y de ahí que la mayor parte de tu familia sea muggle. En éste libro dice que solo el heredero podrá tener acceso al gran poder de este Medallón para cumplir con su destino. Tú eres el heredero del que Gardo escribió, y él lo sabía porque tenía el don de la premonición, por eso esperó hasta que tú estuvieras listo para mostrarte el Medallón y no antes, cuando ni siquiera conocías tu destino.
- Sé que el Medallón es la llave de un gran poder, pero no se como usarlo.
- Primero necesitas encontrar la otra mitad, como ya te dije.
- Eso lo sé, pero no sé donde buscar.
- Ya llegará el tiempo en que lo averigües. – dijo el anciano con una sonrisa mientras le entregaba la mitad de Medallón. – ¿No sé si tengas aluna pregunta que hacerme?
- Sí – dijo el muchacho – cuando habló con Ann… la Srta. Waller, ¿ella vino voluntariamente a verlo?
- Sí, la Srta. Waller vino a mi oficina y me comentó que tenía un terrible presentimiento. Me habló de cómo Voldemort se había aliado con su madre y cómo entre los dos habían acabado con sus compañeros de colegio. Ella tenía miedo de que lo mismo pasara aquí, por eso vino a verme a los dos días que dejaste en colegio. También me proporcionó valiosa información de las actividades de los mortífagos, aunque no me dijo cómo la consiguió, me dijo que era muy confiable.
- ¿Por qué le dijo que fue ella quien me rescató?
- No lo hizo por voluntad propia, básicamente yo la presioné para que me lo dijera. Ella solo explicó que fue su madre quien te atacó, pero casualmente conocía a la perfección el hechizo que te lanzaron, así que me interesó saber cómo es que sabía tanto. No tuvo más opción que contarme todo.
- Y… ¿le dijo algo más… acerca de… mí?
- Sí – respondió el anciano con una sonrisa más amplia – Me dijo que eres muy listo, pero a veces no lo sabes y te dejas llevar por tus emociones y miedos, que a veces no piensas con la cabeza. Me dijo que habías caído en una trampa para sacarte de la escuela, aunque no me dio muchas explicaciones de cómo o porqué, sí me dijo que por favor no dejara de vigilarte, ya que tal vez podrías cometer alguna tontería.
- Ya veo. – respondió el chico, sorprendido de cómo ella lo conocía tan bien.
- Es una buena chica, – comentó el anciano – pero con un carácter difícil.
- Dígamelo a mí…
- Creo que es todo, Harry. Puedes irte.
Harry se encaminó hacia la salida, pero antes de abrir la puerta se volvió para hacer una última pregunta.
- Profesor, otra cosa. Es que… bueno… no presenté los exámenes finales y no sé…
- No te preocupes por eso, Harry. Los maestros han acordado que estás suficientemente preparado para continuar el próximo año. Solo el profesor Snape se empeñó en que presentes su examen final para poder aceptarte en su último curso.
- ¿Cuándo lo presentaré?
- Durante el verano. Cuando vayas a Londres para obtener tu licencia de aparición, después de haber cumplido los 17 años, que es la mayoría de edad. Ahí lo presentarás.
- Muy bien. Gracias, profesor. – el muchacho abrió la puerta y se fue.

Al salir Harry de la oficina distinguió a Ron y Hermione que le esperaban al final de pasillo.
- ¿Qué pasa? – preguntó el chico.
- Nada – respondió Ron – solo que Hagrid quiere vernos. – dijo mientras le mostraba a Harry un pequeño papel.
- Tal vez quiere saber si ya estás mejor. No ha podido ir a visitarte en todo el día, así que no debe saber que ya estás bien. – comentó Hermione.
- Está bien. – dijo Harry – Vayamos a verlo, tengo ganas de saludarlo. Por cierto, ¿cuándo regresó? – preguntó el muchacho mientras caminaban hacia los jardines.
- Una semana después de que te fueras.
- ¿Les comentó a donde fue o qué estuvo haciendo?
- No nos dijo casi nada, solo que al parecer se preparaba un gran ataque en la ciudad o algo así. Cosa que se supo al día siguiente del ataque de Voldemort al colegio. – Hermione.
- ¿Cómo? – Harry.
- Salió en el diario ‘El Profeta’. Como dijiste, el ejercito de mortífagos que te topaste en el Valle de Godric fueron enviados a Londres como coartada, para engañar y sacar a Dumbledor del colegio.
- ¿Y, atacaron la ciudad?
- El diario dice que fue un escándalo tremendo. Atacaron a muggles y magos por igual. Hubo pérdidas en ambos bandos. Ahora el Ministerio de Magia está como loco borrando la memoria de los muggles víctimas y espectadores de todo Londres.
- ¿Qué más les dijo Hagrid?
- Preguntó por ti. – respondió Hermione.
- Hubieras visto su reacción cuando le dijimos porqué no estabas en el colegio, casi le da un infarto. – continuó Ron.
- Y… hablando de eso… ¿qué pasó mientras no estuve?
- Pues nada en especial. Muchos pensaron que lo que le hiciste a Malfoy estaba justificado, o sea que él se lo buscó por burlarse de ti.
- Pero aún así no dejaron de tenerte miedo. Algunos decían las teorías tontas de que te volverías malo como “ya sabes quien”, igual que cuando creían que eras el heredero de Slytherin.
- Ron, creo que ya va siendo hora de que llames a Voldemort por su nombre. – comentó Harry a su amigo.
- Lo llamaré por su nombre cuando ya no exista. – dijo Ron, luego miró a Harry con cara de ‘no debí decir eso’.
- No te preocupes Ron, trataré de no tardarme mucho en eliminarlo. – respondió Harry con algo de sarcasmo.
Mientras hablaban llegaron a las puertas del castillo. Al salir , el resto de los estudiantes se percataron de que Harry ya se había levantado, así que todos fueron a saludarlo.

Harry, Ron y Hermione iban caminando despacio por los jardines rumbo a la cabaña de Hagrid. Inconscientemente, Harry desvió su mirada hacia aquel pequeño espacio frente al lago, escondido detrás de un arbusto, el lugar donde le pidió a Anny que fuera su novia. De repente sintió un nudo en el estómago bastante desagradable, y justo en ese momento logró divisar que alguien se levantaba y salía detrás de ese arbusto. Era Anny, y detrás de ella venía Malfoy. La chica caminaba hacia el castillo cuando de pronto su detuvo en seco, su mirada se cruzó con la de Harry. Por unos segundos ella se quedó quieta, como una estatua y a punto de soltar su libro negro, con su rostro reflejando una gran sorpresa. En esos lentos segundos Malfoy alcanzó a la chica. Harry se percató que hablaban pero no alcanzaba a escucharlos. El chico seguía caminando, pero no podía dejar de voltear a donde se encontraban Anny y Malfoy, con ese nudo en su estómago haciéndose cada ves más fuerte. La chica tampoco dejaba de mirar a Harry, por lo que no le prestaba mucha atención al rubio, que le hablaba y le hablaba, pero ella parecía no escucharlo. Entonces Malfoy atrajo la atención de la chica tomándola de la barbilla y acercándola hacia sí, Harry sentía la enorme necesidad de ir hacia ellos y separarlos, pero sabía que no debía, si es que no quería causar otra escándalo como el anterior. Malfoy ya estaba a escasos centímetros de besar a Anny cuando se detuvo. Harry logró distinguir que Anny tenía su varita discretamente levantada y apuntándole directo al pecho. Malfoy ya no hizo ningún movimiento por temor a ser atacado, entonces ella le dijo algo y se marchó altiva, ya sin mirar en otra dirección que no fuera el castillo, el rubio se quedó quieto y bastante decepcionado mirándola alejarse.
- Harry…
El muchacho se detuvo y volteó hacia su amiga, que lo llamaba.
- ¿Qué?
- Aquí es.
Hasta ese momento Harry se percató de que ya estaba frente a la cabaña de Hagrid. El chico solo asintió y se aproximó para llamar a la puerta. Sus amigos, que se dieron cuenta de lo que lo había distraído, no dijeron nada, solo intercambiaron miradas de compasión y resignación por su amigo.
- ¡Hola muchachos!. ¡¡Harry, que gusto verte!! – dijo el gigante.
- Hola Hagrid. – respondió el muchacho.
Los tres entraron a la cabaña. Durante un agradable rato los chicos estuvieron conversando con Hagrid, aunque Harry no decía mucho. Pasó la tarde y Harry, Ron y Hermione se despidieron del gigante antes de dirigirse al Gran Comedor al banquete de despedida.
Cuando entraron al Gran Salón, casi todos los alumnos (los que no habían visto a Harry) fueron a saludarlo. De todos ellos, Harry recibió señales de apoyo y amistad (excepto de los Slytherin’s). Los muchachos tomaron asiento, Harry quedó de espaldas a la mesa de Slytherin, ya que no quería ni siquiera mirar para allá. Justo antes de que Dumbledor diera su discurso de despedida, unos últimos alumnos llegaron al comedor. Alan, Aradia, Anny y Malfoy se dirigían a sus lugares. Harry quiso evitar mirarlos, pero no pudo, de hecho ellos captaron la atención de todos, ya que un orgulloso Malfoy llevaba a Anny del brazo, lo que hizo pensar a muchos, pero a Harry lo destrozaba. Anny, por su lado, se veía inflexible y arrogante, como si todos fueran inferiores a ella; en ningún momento desvió la mirada de su camino, ni siquiera al pasar por la mesa de Gryffindor, donde casi todos la miraba, en especial Harry, que luchaba contra sí mismo para no darle la cara. Los cuatro muchachos se sentaron y el director comenzó con su discurso se despedida y luego el banquete.

A la mañana siguiente, los tres amigos se dispusieron a dejar el colegio. Al llegar a la estación, fueron de los últimos en abordar el tren, así que Harry, Ron y Hermione estaban buscando lugar por todos los vagones. Los tres recorrieron cada uno de los compartimentos hasta llegar al último, donde solo había dos personas. Aradia y Anny estaban sentadas junto a la ventanilla, una frente a la otra, conversando. Las dos guardaron silencio en cuanto abrieron la puerta.
- ¿Podemos viajar con ustedes?, el resto está lleno. – preguntó Hermione.
- Hasta donde sé, es un país libre – contestó Aradia, con su habitual entonación. – adelante.
Así lo hicieron. Los tres chicos entraron y acomodaron sus maletas. Anny, quien volteaba hacia la ventanilla, evitó todo contacto visual con Harry mientras éste acomodaba su equipaje. Cuando terminaron, Ron y Hermione se sentaron al lado de Aradia y Harry al lado de Anny. El estar junto a ella lo puso algo nervioso. Tenía tantos deseos de hablar con ella y aclarar tantas cosas. Pero en cuanto Harry se sentó, la chica se levantó.
- Voy con Alan. – dijo a Aradia escuetamente.
- No huyas cobarde. – respondió Aradia con tono de burla, mientras Anny la fulminaba con la mirada por el comentario.
- No huyo – contestó fríamente – solo no quiero estar aquí.
Entonces sacó su mochila y se dispuso a abandonar el compartimiento. Pero justo cuanto tocó el picaporte de la puerta Harry se levantó y la llamó.
- Necesito hablar contigo.
La chica se detuvo pero no volteó, siguió dándole la espalda.
- No creo que tengas nada más que decirme… – respondió con frialdad, entonces se giró para quedar frente a él – ¿o sí?
- Quiero aclarar las cosas. – dijo Harry.
- ¿Aclarar la cosas?… Para mí están bastante claras. – refutó ella, inflexible. – Las aclaraste en nuestra última charla. ¿O qué?, ¿ya no lo recuerdas?
Harry no supo que contestar, ella parecía ser ahora tan impasible como el día en que la conoció, incluso más cuando sus ojos no mostraban nada más que aversión. Pero él la conocía demasiado bien para poder distinguir detrás de esa mirada de hielo una gran tristeza y decepción.
- Como dije, – continuó ella, inmutable – no quiero estar aquí.
Entonces Anny se volvió para irse y Harry ya no la detuvo. Tal vez fue solo su imaginación, pero a Harry le pareció distinguir una fina y brillante lágrima resbalar por el rostro de la chica, antes de desaparecer por el pasillo.
- Ella es tan orgullosa y testaruda como tú, ¿sabes? – comentó Aradia a Harry, quien la miró levantarse del asiento. – Te costará mucho hacer que vuelva. – concluyó la chica en tono serio antes de salir ella también del vagón.
Harry contempló a Aradia marcharse antes de sentarse apesadumbrado y con el alma por los suelos. Ron y Hermione no encontraron que decir para animarlo, así que mejor cambiaron de tema, aunque Harry ya no participó en la conversación, solo se quedó sentado mirando por la ventanilla el bello paisaje boscoso y montañoso que abandonaban.
Al llegar a la estación del tren había una gran comitiva de personas esperándolos. Lupin, Moody, Tonks, la Sra. y el Sr. Weasley y los gemelos.
- ¡Harry, querido! – dijo la Sra. Weasley abrazando al muchacho. - ¡Que bueno que estás bien! Cuando Dumbledor nos dijo que te escapaste nos preocupamos mucho. Y luego con lo que pasó en el colegio. Fue una fortuna que nadie resultara herido de gravedad.
Harry solo sonreía.
- ¿Qué tal el año, Harry? – preguntó Lupin.
El chico solo se encogió de hombros. En ese instante junto a ellos pasó Anny y Alan caminando detrás de su padre, con el mismo porte y elegancia que cuando fue por ellos al colegio. La chica caminaba arrogante, sin desviar la vista hacia ningún lado. Harry la siguió con la mirada mientras experimentaba una desagradable desazón. Los chicos salieron de la estación y subieron a un Roll Royce de color negro. Resignado, Harry contempló al vehículo partir con el amor de su vida abordo. Al otro extremo de la estación ya se encontraban los Dursley, que lo esperaban. Harry se despidió de sus amigos y se encaminó hacia su familia. Subió al coche en silencio, haciendo caso omiso de los insidiosos comentarios de su tío. Ahora tan solo contemplaba al camino de regreso a casa pensando en que este año había sido muy feliz, pero lo echo a perder. Tal vez Anny estaba determinada a sacarlo de su vida para siempre, pero al menos él no la olvidaría, y tampoco olvidaría su gran amor por ella.

FIN (pero continuará…)

Capítulo 34.- Después de todo.

Estaba todo tan oscuro como el abismo de un hoyo negro en el infinito universo. Harry sentía su cuerpo tendido en la nada, sin movimiento alguno, tan frío como si estuviera congelado. De la nada, un intenso calor surgió de su mano derecha y comenzó a extenderse por todo su cuerpo, concentrándose principalmente en su pecho. Esa calidez lo reanimaba y lo hacía sentir que recuperaba la movilidad. Poco a poco, fue tanteando su cuerpo y lo primero que hizo cuando consiguió moverse, fue cerrar su mano derecha para tratar de aferrar aquello que le daba calor, pero ya no tenía nada. Lentamente abrió los ojos y miró dicha mano, que solo apretaba la brisa suave que entraba por la ventana abierta, sin embargo, aún tenía la sensación de haber tocado algo con ella, un algo que le daba una sensación de alivio.
Harry se enderezó un poco y se puso sus gafas para ver a su alrededor, se percató de que estaba en la enfermería del colegio y que su cama estaba resguardada por biombos para que nadie lo viera; pero también se dio cuenta que alguien había estado con él, porque había una abertura entre los biombos, que ese alguien dejó al salir.
De pronto se escucharon un para de voces provenientes del exterior de las mamparas.
- Srta. Waller, ¿otra vez aquí? De haber sabido que se pasaría aquí el resto de la semana no la habría dado de alta. – se escuchó decir Madame Pomfrey.
- Sí verdad. – respondió la voz conocida de Anny.
- Él se pondrá bien.
- Sé que sí. Ya pude sentir su calor.
- Y usted, ¿cómo está?
- Bien, mi brazo ya está mejor, como nuevo.
- Yo sé que su brazo está bien, si no, no la hubiera dejado salir. Pero sabe a lo que me refiero.
- Bueno, estoy bien, dentro de lo que cabe.
- Pues no se le ve muy bien, desvelándose y preocupándose como lo hace.
- En serio, estoy bien, fresca como lechuga.
- Si claro. Sobre todo cuando casi se desmaya ayer por el cansancio y la falta de comida.
- Solo fue un leve mareo, nada de que preocuparse.
- Más le vale. Pero no se apure, yo espero que éste muchacho no tarde mucho en despertar, ya descansó bastante. Además no creo que quiera perderse el Banquete de ésta noche.
- Yo me conformo con que despierte.
- Nunca me imaginé que Potter le importara tanto.
- Yo tampoco, pero ya ve…
- Supongo que estará con él cuando lo haga, ¿no?, cuando despierte quiero decir.
- Él no quiere verme, por eso no me quedaré.
- ¿Está segura?, después de tantos días a su lado, ¿no se quedará?
- No. Me temo que ya lo he molestado lo suficiente y a veces hay daños que no se pueden reparar tan fácil.
- Debió haber sido muy grave lo que pasó entre ustedes dos.
- Digámoslo así, a veces, por más que se luche y por más que se intente, no se puede ir en contra de las circunstancias. Hasta luego Madame Pomfrey.
- Hasta luego, Srta. Waller.
Lo último que escuchó Harry fue el cerrar de las puertas de la enfermería cuando Anny salió. Él sintió una gran desolación al escuchar que ella pensaba que él no quería verla. En aquel momento Madame Pomfrey se acercó a su cama al darse cuenta que ya estaba despierto.
- Finalmente ha despertado, Sr. Potter. – le dijo la enfermera con una sonrisa en sus labios.
- Ella estuvo aquí. – comentó Harry, sin poderse contener. – Ella me despertó. Sentí el calor de su mano en la mía.
- Sr. Potter, he trabajado aquí por muchos años y nadie ha visitado esta enfermería tantas veces como usted. Y déjeme decirle que ha venido mucha gente a verlo. Sus amigos, el Sr. Weasley y la Srta. Granger, Hagrid, maestros, incluso el director. También lo han venido a visitar casi todos los alumnos del colegio. Usted les salvó la vida a todos, así que le están agradecidos. Pero de todas la visitas, nadie ha venido tantas veces como la Srta. Waller. Ella ha pasado noches enteras a su lado. En más de una ocasión la reprendí y la mandé a dormir a las 6:00 de la mañana porque me la encontraba aquí, dormida a su lado, siempre tomándolo de la mano, nunca supe cómo le hacía para escabullirse. Supongo que escuchó la conversación de hace un momento, ¿cierto?
- No pude evitarlo.
- Ella es una buena chica, a pesar del concepto en que todos la tienen. Usted ha sido uno de los pocos, por no decir el único, que la conoce realmente. ¿Le puedo pedir un favor? – Harry asintió con la cabeza, – No pierda eso, no pierda su amistad con ella, porque ella de verdad lo necesita.
Harry solo agachó la cabeza, si ella supiera…
- Por cierto, – recordó Harry – usted dijo que no la hubiera dado de alta, ¿acaso ella estuvo herida de gravedad?
- Bueno, no de gravedad, para haber recibido el ataque que recibió le fue muy bien, pero sí estuvo herida. Al igual que varios de sus compañeros que también ayudaron luchado antes de que usted llegara, pero todos están bien, la mayoría estuvo solo unas horas, la Srta. Waller estuvo un par de días. Solo usted lleva aquí la semana completa.
- Creo que ya me siento mejor, ¿puedo levantarme?
- Claro que sí. Pero antes de que haga cualquier cosa, debe ir a la oficina del director. Él me ha pedido que en cuanto despierte y se levante lo mande para allá.
- De acuerdo.
- Pero antes de eso, tiene más visitas, el Sr. Weasley y la Srta. Granger están a punto de llegar. No me han dejado de molestar preguntándome por usted, así que les dije que vinieran, no tardarán en llegar.

Harry recibió a Ron y Hermione, que llegaron unos 5 minutos después que Anny se fuera. En cuanto entraron y lo vieron corrieron hacia él, Hermione lo abrazó muy fuerte entre sollozos de alegría y Ron le palmeó la espalda y estrechó su mano hasta casi quebrarle las falanges.
- ¡Harry, que bueno que ya estás bien! – dijo su amiga.
- Amigo tuvimos tanto miedo, por un momento pensamos lo peor. – comentó Ron.
- ¿Cómo sobreviviste, Harry?
- De milagro…
- Recibiste la maldición directamente. – dijo Hermione – ¿Fue por la protección de tu madre?
- No, la protección de ella solo duró hasta que Voldemort usó mi sangre para regresar.
- Bueno, eso no importa, lo que importa es que estás vivo. – agregó el pelirrojo.
- Harry, perdónanos por haberte abandonado en esos momentos. – dijo Hermione.
- No, perdónenme ustedes a mí por no haberles contado la verdad. Si le hubiera dicho desde el principio muchas cosas, tal vez no hubiera pasado lo que pasó.
- Pues nunca es tarde para enmendar un error, Harry – dijo Hermione. – Aún cuentas con nosotros, puedes decírnoslo.
Harry se dispuso a contarles todo. Les habló de su sueño cuando enfermó, de porqué cambió su actitud y les habló del Medallón.
- Entonces era como si ese Medallón te estuviera llamando, ¿no? – comentó Hermione. - ¿Cómo supiste donde encontrarlo?
- Por un libro que hallé en casa de Dumbledor y por mis padres.
- ¿Tus padres?
- Cuando estuve en San Mugo, inconsciente supuestamente, mi mente viajó al Valle de Godric donde me encontré con mis padres y con Sirius, ellos de alguna forma me dieron a conocer el lugar donde estaba el Medallón. Así que me escapé de la casa de Dumbledor y fui a ese valle a buscarlo.
- ¿Cómo te escapaste?, se supone que no se puede.
- Con el cristal de Annon.
- ¿El qué?
- El cristal de Annon. Con ese cristal Velda entraba al colegio. Ella lo perdió, yo lo encontré y averigüé la forma de usarlo.
Ron y Hermione seguían con las caras de interrogación, así que Harry tuvo que explicarles cómo encontró el cristal y cómo aprendió a usarlo.
- Y, ¿cómo supiste que estábamos en peligro? – preguntó Ron.
- Bueno, cuando encontré el Medallón tuve una visión de Voldemort aquí y me di cuenta de lo que planeaba. Además, cuando salí del bosque me topé con un ejercito de mortífagos y dementores, pero ellos no me vieron. Todos ellos se dirigían a Londres, por lo que pensé que era un trampa para sacar a Dumbledor de la escuela y poder atacarla sin problemas. No podía permitirlo, así que me vine para acá.
- Pues llegaste justo a tiempo. Voldemort llegó minutos antes, durante la cena. Apareció junto con sus mortífagos, destruyendo las mesas y acorralando a los maestros. – dijo Ron.
- Algunos intentamos enfrentarlos – agregó Hermione – pero salió peor, los mortífagos que lo acompañaban eran mucho más salvajes y despiadados que Bellatrix.
- Eso sin mencionar que eran mucho más poderosos. Ni siquiera Snape y McGonagall lograron mantenerse en pie enfrentándolos. – continuó Ron.
- Increíblemente, la que más resistió fue Waller, pareciera que conocía todos sus hechizos y sus formas de atacar, porque no podían vencerla. – comentó Hermione. El corazón de Harry comenzó a latir más rápidamente al escuchar lo que decían de Anny.
- Es cierto – continuó Ron – ella les dio mucha batalla hasta que esa mortífaga casi la mata.
- ¡¿Qué le hizo?! – preguntó Harry inmediatamente y algo alterado.
- Le quebró el brazo al lanzarla y estrellarla contra la pared, luego de haberla torturado con la maldición cruciatus. – contestó Ron, algo sorprendido por la reacción de Harry.
- Cuando ella ya no pudo más, los mortífagos la retuvieron con ellos por órdenes de esa mortífaga. – continuó Hermione, que también se sorprendió. – Luego de eso nos rodearon.
Harry apretó los puños lleno de ira, pero trató de ocultarlo un poco. Sus amigos hicieron como que no se dieron cuenta.
- Cuando nos sitiaron a todos, – prosiguió la chica – Voldemort sacó un cáliz negro y lo levantó por sobre su cabeza pronunciando un hechizo, entonces comenzó a absorber nuestra energía o algo así, porque nos sentíamos débiles. Pero llegaste tu justo antes de que nos acabara.
- Todo eso que pasó fue por mi culpa. – dijo Harry sin compasión – Esa era precisamente la razón de todo. No quería que nada les pasara, pero salió todo al revés. Voldemort me ganó otra vez. Logró sacarme del colegio para atacarlos y que yo no pudiera ayudarlos.
- No fue tu culpa Harry. Además llegaste a salvarnos.
- Pero no evité que los lastimaran… no evité que la lastimaran. – dijo Harry con frustración más para sí que para sus amigos, quienes intercambian miradas de confusión ante lo que escuchaban. – Yo pensaba que si los mantenía al margen de todo estarían a salvo, que si no les decía nada no estarían en peligro. – comentó el muchacho a sus amigos. – Ahora me doy cuenta de que eso fue un terrible error. Todo fue en vano, aunque les hablé de la profecía, porque no me quedó otra opción, nunca les mencioné lo del Medallón, cosa que debía haberles dicho, pero no lo hice… ni siquiera se lo dije a… - el muchacho se detuvo.
- ¿A quien? – preguntó Hermione.
- ¿A Anny, tal vez? – inquirió Ron.
Harry miró estupefacto al pelirrojo.
- ¿Anny? – preguntó Hermione, mirando a Ron. – ¿Quién es ella?
- Estoy esperando a que Harry me lo diga. – contestó el chico.
Harry recordó que Ron había leído la carta que ella le mandó en las vacaciones de pascua, que pasaron en casa de Dumbledor. El chico no tuvo más remedio en ser completamente honesto, más de lo que había pensado. Suspiró y meditó antes de hablar.
- Si… bueno… hay otra cosa que deberían saber. Se trata de Veranna Waller, Anny, como le digo de cariño.
- Déjame adivinar – habló Ron. – Ustedes son buenos amigos.
Harry seguía sorprendido por las conclusiones de su amigo.
- Nunca lo ocultaste muy bien que digamos. – comentó Hermione. – Los trabajos en la biblioteca, el gusto de ir a la clase de Pociones, la forma en que ella te trataba diferente a los demás, fueron muchas cosas Harry.
- Bueno, sí, fuimos amigos… hasta febrero.
- ¿Porqué hasta febrero?
- Porque… pues… en febrero le pedí que fuera mi novia.
- ¡¿QUÉ?! – dijeron al unísono.
- El embrujo fue más fuerte de lo que pensé. – alegó Ron.
- No, no hubo ningún embrujo. Ella me gustó desde que la conocí, pero primero comenzamos como amigos. Me fue muy difícil ganarme su confianza, tuve que contarle toda mi vida.
- ¿Le contaste toda tu vida?
- Todo, incluso cosas que no les había dicho a ustedes, como lo de la profecía, aunque nunca le mencioné mis sueños. Pero ella también me dijo todo sobre su vida y créanme, no ha sido fácil.
- ¿Tu la quieres mucho, Harry? – preguntó Hermione con un extraño tono de compasión.
- Más de lo que te puedas imaginar. – contestó su amigo con sinceridad. – Por eso me da tanto coraje no haber estado aquí para salvarla de las garras de su propia madre.
- Espera, ¿su madre dijiste?
- Sí, esa mortífaga es su madre y ella conoce perfectamente a todos esos mortífagos.
- Por eso sabía cómo atacaban. – dijo Ron.
- Harry… bueno… tú la quieres mucho pero… ¿ella siente lo mismo por ti? – preguntó su amiga.
- ¿Por qué la pregunta?
- Por nada… solo que… - alegó Hermione.
- Que no creemos que te quiera tanto como tú a ella, si te pegó semejante bofetón que…
- ¡Ron! – reprendió Hermione.
- ¿Qué? Es cierto, ¿no?
- ¡Sí, pero no tienes que comentarlo de esa forma!
- Esa cachetada me la merecía, créanme. – comentó Harry.
- ¿Por qué? ¿Se pelearon? – preguntó la chica.
- Yo terminé con ella.
- Si la querías tanto, ¿por qué lo hiciste? – preguntó Ron.
Harry suspiró profundamente.
– ¿Recuerdan cuando estuvimos de vacaciones y me puse mal?. – los dos asintieron. – Bien, pues fue por una terrible pesadilla. Vi a Voldemort que la tenía y la torturaba, pero también le decía que yo la iba a matar y a ustedes. Ya les dije que no podía permitir que eso pasara y por eso me alejé más de ustedes, pero ella es más difícil de tratar. Yo sabía que no me dejaría por nada del mundo, así que decidí terminar nuestra relación de la peor manera posible… Siempre he sido bueno para ahuyentar a la mujeres, pero con ella era diferente, no tenía una excusa como para ponerla celosa o algo. Así que lo único que se me ocurrió fue darle en donde más le doliera… en su corazón.
- ¿Qué le hiciste, Harry? – preguntó su amiga. El chico evitaba su mirada.
- La humille – respondió al fin amargamente, – la insulté, le grité cosas terribles…
Harry suspiró nuevamente y bajó la cabeza, abatido.
- ¿Por qué no hablas con ella?, si tanto te importa…
- Ni siquiera me dirigirá la palabra. Ella jamás me perdonara.
- Como te dije antes, nunca es tarde para enmendar un error. Tal vez con un poco de tiempo… – comentó Hermione.
- No lo creo. Si te hubiera dicho a ti lo que le dije a ella, jamás me dirigirías la palabra otra vez, Hermione. Fui un estúpido.
- ¿No has pensado, Harry, que tal vez sea lo mejor? – indagó Ron. – Es decir, igual que con Cho, las cosas probablemente no iban a funcionar y era mejor que acabaran a tiempo.
- Lo de Cho en realidad nunca fue tan serio, Ron. Me di cuenta que ella y yo no éramos muy compatibles y la sombra de Cedric siempre iba a estar presente. Con Anny todo era diferente, ella siempre me dio fuerza y apoyo, aún con su silencio, sin necesidad que le dijera lo que me estaba pasando, ella lo adivinaba. Ella arriesgó su vida para sacarme de la oscuridad y poder despertar, ella supo desde un principio que había caído en la trampa de Voldemort y trató de persuadirme, pero yo no la escuché. Ella es una gran parte de mi vida y se ha ido, ahora cree que no quiero verla.
- ¿Cómo lo sabes?
- Estuvo aquí hace un rato, incluso me ayudó a despertar.
- Aún no lo sé, sigue siendo Slytherin, Harry. – insistió Ron.
- ¿Y eso que? La vida que ha tenido no la ha convertido en la bruja más bondadosa del mundo. Nadie más la conoce como yo. ¿Qué importa la casa a la que pertenezca? Eso no determina que tipo de persona es.
- De acuerdo, pero no te enfades.
- No estoy enfadado.
Harry desvió la mirada hacia la ventana, tratando de evitar que sus amigos vieran en sus ojos cuanto le dolía el hablar de ella. Instintivamente el chico levantó su mano hasta su pecho para buscar el Medallón, pero ya no lo tenía consigo. Inmediatamente se levantó de la cama y comenzó a buscarlo como loco.
- ¿Qué pasa Harry?
- ¡El Medallón! ¡No encuentro el Medallón!
- ¿Dónde lo dejaste?
- Si lo supiera no lo estaría buscando. ¡Madame Pomfrey! – habló el chico a la enfermera que casualmente pasaba por ahí.
- ¿Qué le pasa, Sr. Potter?
- ¡¿Usted tomó el Medallón que traía en el cuello, uno con la cabeza de un león y una esmeralda?!
- No, yo no lo tomé. Lo tomó el profesor Dumbledor. Él se lo entregará cuando hable con él.
Harry dio un respiro de alivio.
- Creo que ya te quitamos mucho tiempo. Debes ir a hablar con él. – dijo Hermione.
- Supongo que te dejará regresar al colegio, ¿no? Después de todo lo que pasó. Eres el héroe de la escuela y todos te admiran y te respetan.
- Y ya no me temen ¿eh?
- Claro que no. La forma en que te enfrentaste a Voldemort y a esos mortífagos nos dejó a todos impresionados.
Harry solo asintió con la cabeza. Los dos chicos salieron de la enfermería después de decirle que lo esperarían en la sala común, luego Harry se alistó para salir de la enfermería e ir en dirección a la oficina del director.

Capítulo 33.- Vida o Muerte.

Harry cayó en el piso de piedra de la oficina del director. Inmediatamente se puso de pie y miró en todas direcciones. Los retratos de los ex – directores ahora no fingían dormir, sino que estaban bien despiertos y sorprendidos de ver ahí al muchacho.
- ¡¿Pero qué haces tú aquí?! – preguntó el retrato de Phineas.
- ¡Dumbledor!, ¡¿dónde está Dumbledor?! – preguntó el chico desesperado.
- No está aquí. – contestó el retrato de una bruja. – Hace un par de horas recibió una lechuza urgente y salió a Londres.
- ¡¿Se fue?!
- ¿No te lo están diciendo muchacho? – dijo Phineas con cinismo.
- ¿Qué te pasa chico?, ¿por qué estás tan alterado?
- ¡Necesito que lo llamen! ¡Tiene que regresar! ¡Voldemort está AQUÍ!
- Pero que sandeces dices.
- ¡NO SON SANDECES!. ¡TIENEN QUE BUSCARLO!
Y sin más, salió de la oficina como un bólido en dirección del Gran Comedor. Todos los pasillos estaban desiertos, ni siquiera los fantasmas rondaban por ahí, lo que le dio a Harry un terrible presentimiento.
El chico llegó al Gran Comedor casi sin aliento, se detuvo en seco con la respiración agitada y sudando por el esfuerzo, abrió las grandes puertas de roble y quedó conmocionado por la escena que estaba frente sus ojos: Ante él se encontraba una horda de más de 20 mortífagos que rodeaban a Voldemort, quien sostenía sobre su cabeza un cáliz de color negro que comenzaba a absorber una fina bruma que salía de la boca de todos los presentes; varios maestros estaban heridos, entre ellos Snape y McGonagall; Hagrid, que ya había regresado (obvio), protegía a los de primer grado; Ron, Hermione, Ginny, Luna y Neville tenían las varitas empuñadas, al parecer fueron los únicos alumnos que intentaron enfrentarlos pero sin mucho éxito, ya que también estaban heridos. Pero aquel momento en que Harry los encontró, todos estaban como en trance, de pie y con sus bocas abiertas. Harry sintió un enorme coraje y, como si algo lo impulsara a actuar, alzó su varita y gritó:
- ¡Expelliarmus! – y fue tal la fuerza del hechizo que el cáliz salió volando de las manos de su poseedor y fue a estrellarse contra el piso, haciéndose mil pedazos, la bruma desapareció y los alumnos y maestros cayeron como agotados al suelo y sobre sus rodillas, recobrando su color y la alerta.
Aquel acto llamó la atención de todos los presentes que por primera vez notaron a Harry. El más sorprendido de todos de ver al chico ahí fue Voldemort. Harry se acercó al centro lentamente, mientras éste lo miraba con odio y desprecio.
- Por quinta vez consecutiva te has metido en mis planes y los has echado a perder. – dijo con desgana.
Harry le apuntaba con la varita. Su corazón parecía que se iba a salir de su pecho y estaba aterrado, pero el calor que el Medallón le transmitía le daba fuerza para enfrentar a su más grande enemigo.
- Pensé que te había quedado muy claro que tú no debías estar aquí. – dijo Voldemort, luego marcó una sonrisa en su boca. – Pero no importa, ésta es una buena oportunidad para escuchar tu respuesta a mi proposición. ¿La recuerdas?… ¿Sí o no te unirás a mí?
Harry, extrañado por la pregunta, no dejaba de mirarlo. Su cerebro trabajaba a todo lo que daba buscando una idea para sacarlos a todos de ahí sanos y salvos. Pero de la nada, bajó su varita y sonrió de forma extraña.
- La respuesta es… Sí.
Todos se quedaron atónitos ante lo que acababan de escuchar.
- Bien… - dijo Voldemort sorprendido, pero complacido.
- Pero con una condición. – interrumpió Harry, Voldemort puso cara de confundido. – Que nos larguemos de este lugar cuanto antes.
- Muy astuto Potter. – contestó con una especie de sonrisa burlona. – De acuerdo, solo prueba tu lealtad. – Harry lo miró desconcertado. – demuéstramelo.
El mago chasqueó los dedos y un par de mortífagos que resguardaban algo se apartaron para dejar al la vista a Anny. La chica lucía muy pálida y exhausta, eso sin mencionar que de su brazo izquierdo caían gotas de sangre. Ella alzó la vista y cruzó su mirada con la de él. Harry pudo ver en sus ojos el dolor físico que sentía y que trataba de aparentar tras su rostro austero. Uno de los mortífagos la empujó hacia el frente, haciéndola tambalear, pero no avanzó mucho. De pronto otro de los encapuchados se quitó la máscara y reveló un rostro de mujer blanco como la nieve, con unos ojos negros vacíos que reflejaban maldad pura y unos finos labios que donde se dibujaba una sonrisa perversa. Harry sabía perfectamente de quien se trataba. La mortífaga se acercó lentamente a Anny, quien no hacía ningún movimiento y ahora solo miraba al suelo.
- Es hermosa… ¿verdad? – dijo maliciosamente la mujer a Harry, mientras acariciaba la mejilla de la chica con su dedo índice.
Entonces, bruscamente la toma por el cuello, cortándole el aire; la chica trataba inútilmente de zafarse con su mano derecha, mientras hacía gestos de desesperación al no poder respirar. Harry contemplaba la escena sobrecogido y lleno de ira, pero sin hacer nada. En aquel momento la mujer la arroja frente a Harry con tal fuerza que la hace caer de bruces. El chico solo la observaba desde su posición, a unos metros de ella, que estaba entre Voldemort y él. En cuanto cayó, la chica comenzó a toser y tratar de levantarse, pero parecía demasiado agotada para lograrlo.
- ¿Qué esperas? – dijo Voldemort con frialdad. – Mátala.
Aquellas palabras resonaron en su cerebro y parecía no haberlas comprendido. Sin saber porqué, Harry alzó su varita nuevamente y apuntó a la chica, que yacía de rodillas en el piso. Todos presenciaban la escena en silencio, esperando, incluso parecía que habían dejado de respirar, solo para ver si él era capaz de hacerlo.
- Demuestra que realmente serás mi aliado… Mátala.
Aquellos fueron eternos minutos en los que Harry escuchaba la orden en su cabeza. Inesperadamente alzó la vista hacia Voldemort y dejó de apuntar a la chica para apuntarle a él.
- No. – contestó con voz firme. - ¡A TI es a quien mataré!
-¡JA, JA, JA!, No me hagas reír. No tienes el coraje ni el poder para hacerlo, y menos ahora que yo soy más poderoso que antes.
- ¿Sí?, pues yo también lo soy.
- Ya me estoy cansando de tus idioteces. Evitaste que me apoderara de la energía vital de tus compañeros, cosa que nos habría sido útil a los dos, rechazaste mi propuesta de unirte a mí, me estas desafiando. Como pensé, tendré que matarte.
- Tú siempre me has querido matar, pero sabes que no puedes, por eso me querías fuera del colegio, para evitar riesgos.
- ¿Eso crees? Sigues queriendo ser el héroe que salva el día. Ya veremos si lo soportas.
Con un ademán indica a Velda que vaya por Anny, pero Harry se adelanta y se coloca frente a ella para que nadie se le acercara.
- Da un paso más y verás de lo que soy capaz.
- Tú no eres capaz de nada, niño. Ahora, si me permites, tengo asuntos que arreglar con mi hija. Muévete.
- No.
La mujer sonrió. Entonces Anny gritó detrás de Harry. Uno de los mortífagos que estaba fuera de su vista, lazó a la chica con una cuerda que sacó de su varita y la atrajo hacia él sin que Harry pudiera evitarlo.
- ¡NO! – gritó el muchacho.
- ¡JA, JA, JA, JA, JA! – rió Velda.
Poco a poco, todos los mortífagos comenzaron a rodear a Harry, olvidándose de todos los demás. Voldemort no estaba dentro del círculo, sino que había aparecido una larga silla, como una tribuna, para presenciar la batalla. El chico sabía que estaba en graves problemas. Miraba por turnos a cada uno de los que lo rodeaban, tratando de adivinar cual atacaría primero y esperando que no lo hicieran todos a la vez.
- Ustedes también serán espectadores. – dijo Voldemort a sus rehenes, que eran custodiados por un par de mortífagos. – Un movimiento en falso y todos morirán.
Harry observó por unos segundo a los estudiantes y maestros cómo estaban tan aterrados que ni se movían, sabía que nadie le ayudaría.
- Que comience en juego. – dijo Voldemort burlonamente.
Aquella fue una lluvia de rayos de colores, maldición tras maldición. Harry lograba esquivarlas o bloquearlas una por una y contestar de vez en cuando, sus reflejos adquiridos en quidditch lo hacían demasiado rápido para sus agresores, pero los mortífagos eran demasiados y no todos al alcance de su vista. Un rayo pasó tan cerca de su cara que casi le tira las gafas. Otro rayo de color morado alcanzó su brazo izquierdo, provocándole una profunda herida que comenzó a sangrar profusamente. Otro rayo igual le dio en la pierna derecha, haciéndolo caer de rodillas. Apenas lograba bloquear los hechizos, que lo rozaban y lastimaban. Claramente los mortífagos no querían dejarlo inconciente, sino todo lo contrario, solo lanzaban hechizos que lo lastimaban y cortaban. Harry trataba de contraatacar pero le era muy difícil, ya que los mortífagos se movían constantemente a su alrededor.
- ¡Impedimenta! ¡Desmaius! ¡Impedimenta! – gritaba Harry lanzando rayos en todas direcciones y también había mortífagos heridos por él que caían al suelo.
Se comenzó a desesperar, el calor del Medallón iba en aumento, así que no solo usaba esos hechizos, también comenzó a utilizar algunos que había aprendido en su estancia en la casa de Dumbledor, algunos de los cuales eran muy poderosos.
- ¡Cuttellius!, ¡Cernere!, ¡Aptare!
Uno de los mortífagos se desesperó al no poder someterlo del todo y le lanzó un Crucio por la espalda. Harry pegó un alarido de dolor que hizo a todos estremecer, opacando los gritos de algunas chicas. En aquel instante el resto de mortífagos dejaron de atacar para regodearse con el sufrimiento de Harry. Después de unos minutos cesó y el chico quedó tendido en el suelo todo dolorido, mientras los que lo rodeaban se moría de risa.
Pero cual fue su sorpresa al ver cómo Harry se ponía de pie, desafiándolos nuevamente. Por alguna extraña razón Harry no sintió tan fuerte aquella maldición como en otras ocasiones. Tal vez era por el Medallón que colgaba de su cuello. Voldemort bajó de donde estaba y entró en el círculo, claramente molesto.
- Ya he tenido suficiente… ¡MÁTENLOS!
Los mortífagos se disponían a atacar a todos los alumnos pero los maestros también se pusieron en guardia. Comenzaron a salir rayos de colores por doquier, la mayor parte de los alumnos se refugiaron en las mesas destruidas que quedaron en un rincón, Hagrid seguía protegiendo a los de primero detrás de esas mesas también. Algunos alumnos de 6° y 7° grado (los miembros de ED específicamente) también comenzaron a atacar. Aquel era un terrible caos. Harry buscaba a Anny mientras desmayaba a todo mortífago que se le pusiera enfrente. Por fin encontró a la chica tirada cerca del centro del salón. << ¡No! >>, se dijo en voz baja, pensando en lo peor. Corrió hacia ella, pero justo antes de llegar, Velda se le atravesó.
- ¿A dónde con tanta prisa?
Harry alzó su varita pero ella fue más rápida.
- ¡Expelliarmus! – gritó.
La varita del chico salió volando hasta donde estaba Anny, que comenzaba a despertar. Harry se había quedado desarmado.
- ¡HARRY! – gritó Anny y señaló hacia el frente del chico.
Harry volteó la vista y frente a él estaba Voldemort, apuntándole con la varita y con una amplia sonrisa en su rostro de serpiente.
- Avada kedavra. – susurró.
Todo lo que sucedió después fue como en cámara lenta. Un rayo cegador de luz verde salió de esa negra varita y le dio justo en el pecho. Todo comenzó a oscurecer, pero Harry aún pudo distinguir los rostros de todos que pareciera se hubieran detenido en sus combates solo para mirarlo. Vislumbró las expresiones de terror de aquellos que lo conocían en el colegio y entrevió a Anny tan pálida como un fantasma. En sus oídos resonaban las carcajadas triunfantes de Voldemort y sus secuaces mientras caía de rodillas y luego de bruces tan lentamente como si los segundos fueran horas. Cuando su rostro llegó al suelo no escuchaba ni sentía nada más que un intenso calor en el lugar donde recibió el golpe.

Hay una gran oscuridad y una calidez acogedora.
- ¿Donde estoy? – se oyó preguntar a la nada. - ¿Estoy muerto?
- Si estuvieras muerto, tu enemigo lo estaría contigo y él no está muerto. – respondió una voz en aquella oscuridad. Y ante Harry apareció la silueta de Gardo, mejor conocido como Naráva. – Tu conexión con Voldemort – continuó – va más allá de éste mundo y solo hay una forma de romperla. El Medallón que usas en éste momento ya una vez salvó de la muerte a su portador, de ahí que solo sea la mitad la que tienes ahora. Pero para acceder a su más grande secreto tiene que estar completo. Solo así lograras sacar su gran poder.
- ¿Quién eres?
- Tú sabes quien soy; soy tu antepasado, creador de ese Medallón.; y sabes quien eres tú, tú eres mi heredero. Aún tienes cosas que hacer.

Harry abrió lentamente los ojos, no había pasado ni un minuto de haber caído inconsciente. Los mortífagos estaban apunto de asestar el golpe mortal a los que se les habían enfrentado, cuando todos se quedaron estupefactos de ver cómo Harry se ponía de pie dificultosamente. Voldemort tenía los ojos desorbitados y el rostro lívido de terror al ver como el muchacho se erguía ante él.
- No puede ser. – murmuró con voz trémula.
En aquel instante las puertas del Gran Comedor se abrieron con un gran estruendo, dejando ver en el umbral a Albus Dumbledor y una gran compañía de aurores. El rostro del anciano director reflejaba ahora una furia como nadie le había visto antes.
- Has cometido un grave error al irrumpir en el colegio, Tom.
- Sí, fue un error. Pero no te preocupes que ya nos vamos.
Y con un movimiento de su mano hizo aparecer una pequeña cajita de cristal. La abrió y un terrible ventarrón llenó todo el salón, impidiendo la vista a los presentes. De pronto se oyó una explosión y el cristal de una de las ventanas quedó destrozado. Lo último que se escuchó fueron las risas maniacas de los mortífagos que salía por esa ventana volando, en escobas. El escuadrón de aurores salieron tras ellos mientras algunos otros magos se quedaba para auxiliar a los heridos. Harry sentía no poder soportar más, cayó de rodillas y luego de espaldas pero alguien lo detuvo antes de llegar al suelo.
- Resiste, Harry. – dijo Anny, quien lo retenía en sus brazos.
Harry logró reconocer un montón de rostros a su alrededor, Ron, Hermione, Ginny, Neville y muchos más estaban a su lado, pero el que más distinguía era el de Anny, que lo miraba llena de temor y tristeza.
- Anny… yo… – intentó decir, pero ya no logró articular palabra alguna.
Se hundió en las tinieblas que le invadían el pensamiento, mientras su cuerpo se ponía cada vez más frío.

Capítulo 32.- El Valle de Godric.

Harry apareció en el vestíbulo de madera donde llegó en las vacaciones de pascua. Ahí ya lo esperaba Águeda, el ama de llaves.
- Ven conmigo. – le dijo la mujer de forma seca. Aunque no lo pareciera, la mujer tenía un carácter muy fuerte y Harry lo acababa de comprobar en la forma en que le habló.
El muchacho la siguió con la cabeza gacha mientras ella lo condujo hasta el tercer piso, a la misma habitación donde se quedó después de lo sucedido con Ron.
En cuanto llegó a la habitación, se tiró en la cama boca abajo. Se sentía sumamente cansado, sin darse cuenta se quedo profundamente dormido.
Con el pasar de los días Harry se volvió más taciturno, se encerraba en su habitación a leer y practicar, tratando de no pensar en nada más excepto aquello que lo preparara para su encuentro final con Voldemort. Harry sentía un enorme odio por él por todo aquello que lo obligó a hacer, pelear con sus amigos, dejar a la chica que amaba, quedar suspendido del colegio quien sabe por cuanto tiempo; aunque muy en el fondo de su corazón sabía que no solo fue Voldemort la razón por la que hizo todo aquello.
Mientras estuvo en casa de Dumbledor los primeros días trató colarse a las reuniones de la Orden, pero siempre lo atrapaban, así que dejó de intentarlo. Dumbledor tenía una amplia biblioteca, que era de donde Harry sacaba los libros de hechizos y conjuros para estudiar. Aunque la mayoría eran de nivel muy superior (para auror), al muchacho casi no se le dificultaba entenderlos, así que cada día se hacía de conocimientos mágicos superiores incluso a los EXTASIS.

Una tarde, cuando llevaba casi tres semanas en aquella casa, lejos de toda comunicación con el exterior y con la gente, Harry, estando leyendo en la biblioteca, encontró en lo más profundo un libro que llamó su atención. Aquel era un texto muy viejo, forrado en piel y con letras doraras en la portada que decían “Godric Gryffindor”. El chico lo tomó y comenzó a ojearlo. El libro traía toda la información que hubiera querido saber acerca del fundador de su casa, desde su nacimiento hasta su muerte. Para mayor seguridad, Harry decidió llevarse el libro a su alcoba para leerlo con más calma.
<< 'Godric Gryffindor nació y creció en el Valle de Godric, de ahí su nombre… Desarrolló grandes habilidades mágicas desde pequeño… Nunca se casó, como su amigo Salazar, por lo que nunca tuvo familia ni descendencia…' >>. Conforme avanzaban las páginas Harry se iba dando cuenta que el Valle de Godric, donde vivió el mago, era el mismo lugar donde había visto el Medallón por primera vez, de ahí que dedujo que probablemente aún se encontraba ahí, incluso llegó a pensar que Godric era en realidad Naráva, pero cuando encontró una imagen del mago, notó que no era el mismo de su sueño, eso sin mencionar que el de su sueño tenía un hijo y el libro mencionaba que Godric nunca los tuvo. En el último capítulo del libro Harry vio un dibujo del Valle que ocupaba toda la página, por alguna razón ese valle le era muy familiar, y no solo era el hecho de que lo hubiera visto en sus sueños, sino que era algo más que no podía recordar. << 'El Valle de Godric – continuó leyendo – también fue hogar de Bowman Wright, el inventor de la Snitch Dorada, a mediados del siglo XIV1. con el paso del tiempo el Valle de Godric se convirtió en una bella y pacífica aldea muggle que en muchas ocasiones también fue refugio de grandes magos que querían una vida tranquila y lejos de la magia, adoptando una vida muggle.' >>.
- ¿Quién podría querer algo así? – se preguntó Harry. Y luego, como si una luz se encendiera en su cerebro le llegó la idea.
Al instante dejó el libro y sacó de su baúl el álbum de fotografías que Hagrid le regaló en primer año y fijó la vista en una de las fotos de sus padres. En ella, Harry vislumbró a Lily y James Potter saludando con él en brazos, atrás estaba su casa, amplia de dos pisos, con cochera de color blanco. Pero también había un detalle que Harry no había notado antes, detrás de la casa, en lo alto de la colina y cerca de un acantilado, se dibujaba un hermoso castillo, pequeño por la distancia que los separaba, pero aún así Harry lo reconoció: el Castillo de Gryffindor. Ahora lo recordaba, Hagrid le dijo la noche en que lo conoció que sus padres fueron atacados en su casa, en el Valle de Godric, donde se ocultaban para su seguridad. Harry casi no podía creer que él mismo había vivido ahí, tan cerca y tan lejos a la vez del Medallón.
Por los siguientes dos días, Harry no pensó en otra cosa que no fuera salir de esa casa. Quería a toda costa ir al Valle de Godric a buscar el Medallón. Sabía que se encontraba ahí, un presentimiento se lo decía. Tenía que conseguirlo, pero había un problema, la casa de Dumbledor estaba hechizada para que precisamente él no pudiera escapar. La red flu estaba bloqueada y todas las entradas y salidas se hacían por medio de trasladores, para evitar cualquier riesgo (conociendo a Harry…). Al igual que en Hogwarts, nadie podía aparecer y desaparecer así como así en aquella casa.

Una noche, cuando Harry miraba las fotografías de sus padres añorando poder ir a ese lugar, sintió una gran nostalgia. No solo recordó a su familia, sino también a sus amigos Ron y Hermione, a quienes extrañaba ahora más que nunca; también pensaba en Anny y en como ella lo habría apoyado en todo si él no la hubiera dejado. El chico fue hasta su baúl, abatido por aquellos pensamientos, para guardar el libro de fotos, cuando un destello proveniente del mismo llamó su atención. En lo más recóndito de su maleta, entre sus calcetines y sus libros (que nunca desempacó) encontró el pequeño cristal de Annon que otrora perdiera la madre de Anny en su sala común. Al tener aquel cristal en sus manos a Harry se el ocurrió la idea de usarlo para escapar, siempre y cuando supiera cómo funcionaba.
El muchacho pasó varias horas estudiando el cristal detenidamente sin encontrar la forma de accionarlo hasta que, cerca del amanecer, sintió un escalofrío y se frotó las manos para calentarlas un poco. Cual fue su sorpresa al darse cuenta que al hacerlo, un fino polvo plateado cayó en el suelo. Harry abrió su mano y vio que tenía el cristal y que estaba intacto. Volvió a frotar el cristal y nuevamente salió el polvito plateado. Siguió haciéndolo hasta que obtuvo una mayor cantidad de aquel polvo. << ¿Cómo podré usarlo? >>, se preguntó. Instintivamente miró a su alrededor en busca de algo, entonces fijó la vista en el fuego casi extinto de la chimenea. Sin pensarlo dos veces, arrojó el polvo al fuego, que aumentó y cambió de color a un verde brillante, luego vio el cristal que se había puesto del mismo color. Como si supiera que hacer, se colgó el cristal por el cuello y se puso frente a las llamas crepitantes, luego dijo con voz clara: << ¡Castillo de Gryffindor, en el Valle de Godric! >>. Entonces el cristal brillo, el fuego se tornó plateado y se abrió una brecha dejando paso. Al otro lado se dibujó una entrada, como un hoyo negro, en la pared opuesta. Harry miró alrededor esperando que no lo descubrieran, aferró su varita regresando la vista a las flamas y se dispuso a atravesar aquel portal.

Harry sintió su cuerpo volar en un remolino de colores hasta que vio un punto de luz y salió disparado por él, tocando el piso de madera donde había aterrizado. Se levantó rápidamente y miró hacia atrás, en la chimenea por donde salió se estaba consumiendo un fuego verde, igual que como había visto en otras ocasiones. Inmediatamente se puso a examinar el lugar, sacando su varita. Aquel era un amplio salón lleno de polvo y con los ventanales clausurados. Avanzó despacio, admirando el sitio; en el techo había pinturas de animales y en las paredes había cortinas rojas un tanto descoloridas y raídas por el tiempo. Siguió avanzando y salió del salón para encontrarse en el vestíbulo. A unos metros a su derecha estaban las majestuosas escaleras que conducían a la habitación donde despertó. Continuó derecho hacia las imponentes puertas de madera que daban a la salida, pero se detuvo justo antes de llegar. Hacia la izquierda se extendía un largo y oscuro pasillo que llevaban a lo que parecía un estudio. Harry sintió como si algo de ahí lo llamara a acercarse. Con cautela recorrió el pasaje y llegó a su destino, una sala redonda con velas de color azul, tan parecido a la habitación de los misterios, solo que no había puertas, sino estantes llenos de viejos libros y amplias pinturas. Una de esas pinturas captó su atención ya que era la imagen de una familia compuesta por tres miembros: una mujer de esbelta figura y cabello claro, con un rostro severo y compasivo a la vez, de ojos claros y mirada profunda, sentado en sus piernas había un niño pequeño no mayor de 5 años con ojos iguales a los de su madre, pero con una chispa de vitalidad propia de su edad, y detrás de ella un muchacho de unos 17 años de cabello castaño y rasgos finos, pero sus ojos no eran como los de su madre, sino que eran verdes, tan verdes como los de Harry. El chico reconoció en aquel muchacho a Naráva, pero muy joven aún, y el niño pequeño era aquel de su sueño con la espada de Godric. Hacia la derecha de la pintura había también un árbol genealógico muy maltratado por los años, pero aún se lograba distinguir algunos nombres: “Galari” encabezaba el árbol y de ese nombre se desprendían dos líneas doradas, una para “Godric” y otra para “Gardo”, sus hijos. La línea de Godric se acababa con él, pero la de su hermano seguía unida al nombre “Sirona” y de esa unión se desglosaban tres nombres más: “Bran”, “Brenos” y “Vána”. Lamentablemente no todos los hijos de ellos venían escritos, la única línea que seguía era la de Vána y la gran mayoría no eran nombres sino eran solo iniciales connotadas con una ‘m’. Harry siguió curioso el trazo hasta casi el final, donde un nombre lo dejó en shok. Con letras doradas y hermosa caligrafía venía escrito “Lily Evans”, y de ese nombre unido al de “James Potter”, se desprendía una línea que llevaba directamente hasta su propio nombre: “Harry Potter”. El chico se quedó petrificado de la impresión. Por eso él pudo sacar la espada del sombrero, por eso Naráva se le presentaba en sueños y le mostraba el Medallón, he ahí la razón por la que Alatar le dijo “…debes tener alguna relación con la persona que hizo éste Medallón para que él te lo haya mostrado…”. Él era el heredero de Gryffindor pero no de Godric Gryffindor, sino de su hermano, Gardo Gryffindor, mejor conocido cómo Naráva, el León de Fuego, fue él quien hizo la espada y se la regaló a su hermano.
El chico seguía con la impresión de su vida cuando recordó la razón por la que se encontraba ahí. Sin prestar atención a nada más, salió corriendo del castillo de su antepasado y llegó a la aldea muggle. Justo como aparecía en las fotografías de sus padres, aquel era un pacífico lugar donde parecía que nada podía pasar.
Estaba a punto de llegar a la zona poblada cuando se topó con las ruinas de una casa que estaba algo más separada de las demás. Su corazón latió dolorosamente al encontrarse frente a las ruinas de la que alguna vez fuera su casa.
- ¿Buscas a alguien? – Harry volteó y vio a una chica muggle que se le había acercado. – ¿Te pregunto si buscas a alguien?
- No… en realidad no. – respondió Harry.
- ¿Porqué miras con tanta nostalgia estas ruinas?
- Por nada.
- ¿A caso conociste a los que vivieron aquí?
- No, nunca los conocí.
- No tendrías porqué. Ellos murieron hace como 16 años. Una pena en verdad, mi madre los conocía bien.
- ¿En serio?
- Ella me habla mucho de ellos, fueron sus amigos. Eran una hermosa pareja con un bebé. Aunque eran algo raros según algunos, fueron muy buenas personas, siempre la ayudaron. Era extraño, mamá siempre dice que quería visitarlos nunca encontraba su casa pero ellos siempre aparecían de la nada. Cuando vivieron aquí fueron muy felices. Pero entonces sucedió que una noche mamá oyó gritos y una explosión, cuando llegó aquí dice que solo vio a un hombre enorme llevarse su bebé en una motocicleta voladora. Obviamente todos la creyeron loca. Por cierto, lo siento, no me presenté, soy Jessie y he vivido aquí toda mi vida. ¿Tú quien eres?
- Soy Harry, vengo de Londres.
- ¿Y qué haces aquí tan lejos de tu casa?
- Vine a buscar algo, algo que está en ese bosque.
- Yo no entraría ahí si fuera tú.
- ¿Por qué no?
- Tal vez suene ridículo pero dicen que está hechizado. Nadie se ha atrevido a entrar porque los árboles te bloquean los caminos y no te dejan avanzar demasiado, tendrías que ser un mago para poder ir ahí.
- Debo ir, no tengo opción.
- ¡JESSIE! – se escuchó gritar a una mujer a lo lejos.
- ¡YA VOY! – contestó la chica. – Mi madre, tengo que irme, gusto en conocerte.
- Igualmente.
Harry vio a la chica alejarse, luego él tomó su camino hacia el bosque. En cuanto quedó fuera de la vista de los muggles, sacó su varita por seguridad. Cada vez se adentraba más en la espesura de los árboles, tal vez era solo su imaginación, pero tenía la impresión de que la vegetación se movía para darle paso. Caminó durante poco más de una hora antes de llegar a su destino. Por fin se plantó frente al montículo de piedra donde se hallaba la entrada hacia la cámara subterránea. Su corazón latía fuertemente conforme bajaba esas escaleras de piedra caliza hacia la caverna donde titilaba una incesante luz roja. Al arribar, tuvo ante él aquel gran disco de piedra con el fuego rojo que custodiaba tan preciado Medallón. Harry se acercó lentamente pero con seguridad, buscando entre las llamas pero, en cuanto logró distinguirlo, una leve punzada despertó en su cicatriz, señal de que Voldemort estaba contento, donde quiera que se encontrara. Sin prestar mucha atención a esa molestia, el chico acercó su mano al fuego, que abrió una brecha. Finalmente, después de tanto tiempo, logró tener entre sus manos al Medallón de Naráva. Pero cual fue su sorpresa al darse cuenta que dicha joya no estaba completa, solo se encontraba la mitad y curiosamente el corte que tenía era en forma de rayo, como su cicatriz. Sin importar que solo fuera una parte, el muchacho pudo sentir cómo un gran poder comenzó a invadirlo. Pero en aquel instante el leve dolor de su cicatriz se intensificó y cayó al suelo de rodillas, apretando su cabeza para que aminorara. Entonces una imagen pasó ante sus ojos, como un flashaso de luz pero aún así reconocible: el Gran Comedor lleno de estudiante y maestros, todos aterrorizados ante él, se escuchaban carcajadas a su alrededor, algunos alumnos trataban de enfrentarle, él levantó un cáliz sobre su cabeza y de la nada una voz desconocida se escuchó decir: << ¡ayúdalos… sálvalos… regresa…! >>. Inesperadamente el dolor cesó y Harry abrió los ojos.
- ¡Voldemort está en el colegio! – se dijo.
Harry se levantó rápidamente y salió corriendo del lugar mientras se colgaba el Medallón por el cuello, junto con el cristal. Su corazón se aceleraba y su respiración aumentaba, necesitaba llegar a Hogwarts. Ahora lo comprendía todo, Voldemort le había ganado de nuevo, logró sacarlo del colegio y debilitarlo. Voldemort sabía que con él en la escuela le sería más difícil entrar, además Dumbledor nunca lo abandonaría mientras Harry estuviera ahí. << ¿Por qué quiere ir al colegio? >>, se preguntaba el muchacho, << ¿Por qué me quería afuera y no adentro para matarme a mí también? >>. Harry seguía corriendo sin detenerse hasta que lo sintió, un frío de muerte que invadió toda la zona, todo a su alrededor y dentro de él. Cómo olvidar aquella horrenda sensación de perder todos sus recuerdos felices. Se detuvo y miró hacia todos lados, buscando en la oscuridad, entonces alzó la vista, en el cielo del atardecer se dibujaban un sinnúmero de criaturas encapuchadas que volaban hacia una misma dirección. Harry se escondió rápidamente bajo la copa de un árbol, esperando que no lo vieran y siguió corriendo. Ya estaba a escasos metros de los lindes del bosque cuando escuchó los gritos de mucha gente. Con la varita en alto se detuvo tras un matorral para observar lo que sucedía. Seres encapuchados y con máscaras bajaban de sus escobas y comenzaban a hechizar a los muggles de la aldea. Uno de esos mortífagos tenía a Jessie en lo alto dando vueltas. La chica gritaba como loca que la dejaran bajar pero el mago se partía a carcajadas. Harry sintió el impulso de ir a ayudarla cuando otro mortífago se acercó.
- ¡DEJEN DE ESTAR JUGANDO QUE EL SEÑOR TENEBROSO NOS NECESITA EN LONDRES! – se oyó la voz ronca de Bellatrix Lestrange. - ¡VAMONOS!
Al instante todos los mortífagos dejaron a los muggles y retomaron el vuelo. El mortífago que tenía a Jessie solo la lanzó hacia el bosque, justo a donde se hallaba Harry, pero la lanzó de una altura de 10 metros, así que el chico disminuyó la velocidad de la caída con su varita y luego la atrapó en los brazos.
- Te tengo. – le dijo cuando la aferró. Pero la chica comenzó a gritar más.
- ¡¡AAAHHH, ERES UNO DE ELLOS!!
- ¡Ssshhh, cállate o nos van a descubrir! – le dijo él, tratando de taparle la boca con la mano.
Entonces se escuchó la risa maniaca de Bellatrix cuando todos se alejaban del lugar. Harry y Jessie los miraban empequeñecerse en la distancia, la chica ya había dejado de gritar.
- ¿Quiénes eran esos perversos magos? Nunca había conocido a ninguno tan malvado.
Harry la miró sorprendido.
- ¿Tú sabes de la existencia de los magos?
- Mi madre conoció a los Potter, tus padres.
- ¿Cómo sabes eso?
- Eres muy parecido a tu padre, acabo de ver una fotografía suya. Me pareció extraño que alguien se quedara viendo esas ruinas así que pensé que tal vez eran parientes y le pregunté a mamá y ella me mostró la foto. Tú no eres como ellos, ¿verdad?
- Si ellos me hubieran visto me habrían matado.
Los chicos salieron de su escondite y se encontraron con la aldea vacía, todos se habían escondido en sus hogares.
- ¿Viste cuantos eran? – preguntó Harry.
- Eran cientos, casi un ejercito, se dirigían a Londres.
- Sí, eso lo escuché.
- Mamá me cuenta que las cosas estaba así cuando mataron a tus padres. No podías salir a la calle, incluso aquí que siempre ha sido un lugar de refugio para los de tu mundo.
- Necesito tu ayuda, ¿tienes chimenea?
- Sí. ¿Por qué?
- ¿Me la prestarías?
- Claro. Sígueme, mi casa es por aquí.
La chica condujo a Harry hasta su casa. Al entrar, la madre de ésta pegó un fuerte grito.
- ¡AY!, ¡Pero si eres tú muchacha! ¡¿Dónde estabas?! ¡Llevo horas esperando...! ¡Dios mío, eres igualito a James! – dijo la mujer al ver a Harry.
- Él es Harry, de quien te hablé hace rato, necesita que lo ayudemos. – dijo Jessie.
- Me doy cuenta – respondió la mujer, mientras lo examinaba detenidamente y sin haber escuchado bien a su hija.
-Ahí está la chimenea. – dijo la chica señalando hacia la pared opuesta a la entrada, donde había un bonito fuego crepitante que iluminaba toda la habitación.
- Gracias. – contestó Harry.
- ¿Te vas tan pronto? – preguntó la madre de Jessie.
- Sí mamá, ¿qué no me escuchaste?, debe irse.
Harry frotó el cristal de Annon y obtuvo el polvo plateado, lo arrojó al fuego.
- Muchas gracias por todo.
- De nada y ten mucho cuidado, a donde quiera que vayas a ir.
Harry asintió con la cabeza y le sonrió. Luego, parándose frente al fuego dijo:
- ¡Oficina de Dumbledor, castillo de Hogwarts!
El fuego creció, se tornó verde y se abrió el portal.
- Adiós. – se despidió.
Y, entrando entre las llamas, desapareció del Valle de Godric, pero ahora llevaba la mitad del Medallón consigo.

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(NDA: para lo de los dementores me he basado en los de la película, que me gusta como quedaron).

Capítulo 31.- La final de Quidditch.

Los días después de aquel en el que Harry a Anny hablaran por última vez, eran grises y vacíos, sin sentido. Lo único que ahora mantenía a Harry con su corazón latiendo eran las clases, las tareas y los entrenamientos, aunque su equipo le obedecía, no hablaban con él, a menos que fuera necesario. Harry no se daba cuenta pero, entre más solo estuviera, peor se sentía (como ya se sentía mal todos los días, no notaba mucho la diferencia), no podía concentrarse y su cicatriz dolía cada vez más. Controlaba menos sus accesos de ira y en repetidas ocasiones estuvo a punto de atacar a varios estudiantes de Slytherin e incluso de otras casas, por solo mirarlo y murmurar entre ellos, independiente se él realmente era el tema o no.
Por su parte, por esos días Anny también actuaba extraño, o mejor dicho, de mal humor. Durante las clases de pociones, que se volvieron un infierno para ambos por el hecho de que ahí se encontraban, la chica actuaba como si Harry no existiera. Y, aunque él la conocía demasiado bien para darse cuenta que estaba realmente dolida, ella aparentaba muy bien. También, el humor de la chica iba de mal en peor, desquitándose con quien se le pusiera enfrente. Cada vez que caminaba por los pasillos lo hacía rápido, pero siempre muy atenta a todos los que la rodeaban, como si los escaneára en segundos. Varias ocasiones terminó en la oficina del director por usar magia en los pasillos contra sus compañeros y ella sola había logrado perder más de 50 puntos en una tarde que mandó a la enfermería a cinco chicas de Slytherin, incluidas Pansy Parkinson y Millicent Bulstrode. Incluso Snape la tenía castigada después de clases.
Poco a poco, Harry se dio cuenta que el mal humor de la muchacha probablemente se debía a que ya no tenía su libro. Harry sabía que ella sospechaba de él, porque ella ya había registrado a casi todo el mudo (por la buenas y por las malas), así que él la evitaba más que nunca. Cuando se enterara que él era el que lo tenía, seguro lo mataba, por eso él se la pasaba donde había gente, como la biblioteca o el Gran Comedor, no porque le tuviera miedo, pero así evitaría problemas.
Una calurosa tarde de verano, la mayoría de los alumnos (excepto 5° y 7° grado) estaban descansando en los jardines y cerca del lago. Hacía demasiado calor como para estudiar o entrenar, así que el muchacho estaba descansando, sentado en un banco de piedra, cerca de la entrada del castillo, escribiendo en el libro negro. Quería convencer a toda costa a Alatar, que así se llamaba el anciano (ya que se presento a Harry), para que le mostrara el contenido del libro.
<< 'Anny me lo ha prestado, por favor dígame' >>. Escribía Harry, fervientemente.
<< 'No' >>. Era la respuesta que siempre aparecía ante él.
<< 'Bueno – escribió Harry, como último intento. – Al menos dígame, ¿conoce esto?' >>. Y Harry le hizo un burdo dibujo del Medallón de Naráva, con la esperanza de que le diera algo más de información de la que ya tenía. No se lo había mostrado antes porque, si no le daba información de simples conjuros, menos de algo tan misterioso e importante como ese Medallón. Cuando terminó el dibujo, Alatar tardó más de 10 minutos en contestar, incluso Harry pensó que era un caso perdido, así que ya iba cerrar el libro cuando varias líneas de texto aparecieron en las amarillentas páginas.
<< 'No se donde lo hayas visto pero, pero si lo conoces es que DEBES conocerlo. Con esto me refiero a que debes tener alguna relación con la persona que hizo éste Medallón para que él te lo haya mostrado' >>.
<< 'No entiendo' >>. Escribió Harry.
<< 'Es simple. – comenzó a aparecer – Es el Medallón de Naráva, por que Naráva lo hizo. Lo forjó con mucho entusiasmo y con un gran poder, un poder que va más allá de la inmortalidad. Él quería que fuera el emblema de su familia, pero es más que eso, es el símbolo que representa a sus herederos, los que, por sangre, han heredado su gran poder y magia, ya que no todos lo hicieron. También se sabe que es la llave de un gran poder que nadie más conoce' >>.
<< ¿Quién es Naráva? >>.
<< 'El león de Fuego, que eso significa Naráva, fue un mago muy poderoso. Él usaba este apodo por que su madre se lo puso, casi nadie conocía su verdadero nombre, y menos cuando dejó el Valle de Godric, donde vivía con su madre y hermano, para irse con su esposa muggle. Mi antepasado, el que escribió éste libro, fue su aprendiz durante muchos años, cuando él ya era anciano, y de él conoció muchas cosas, que luego escribió aquí. Claro que habla del Medallón, pero es información que no puedes tener.' >>.
<< ¿Cuál era el verdadero nombre de Naráva? >>.
<< 'Se llamaba Gr…' >>.
En eso, la sombra de una persona cubrió a Harry, haciéndolo voltear hacia arriba antes de leer el nombre que estaba apareciendo. A unos centímetros de su cabeza, parada frente a él, estaba Anny, y con ella, Aradia. La chica estaba furiosa, su mirada lo atravesaba como una lanza. Harry notó que varios de sus compañeros se les quedaron viendo un momento. Entonces, en menos de un segundo, la chica levantó su varita y exclamó:
- ¡Accio libro! – e inmediatamente el pequeño libro negro salió disparado de las manos de Harry y fue a parar hasta las manos de la chica.
- No vuelvas a tomar cosas que no te pertenecen. – le dijo ella en un suave y gélido susurro.
Entonces Harry se levantó, desafiándola con la mirada, cuando ella se giraba para irse, pero en ese instante, se detuvo, volvió su vista a él, respondiendo a su desafío. Caminó hacia él con paso firme y, cuando llegó a un palmo de Harry, le soltó una fuerte cachetada que lo hizo tambalear, sus gafas casi se quiebran y su labio comenzó a sangrar. Harry no sintió el golpe de una chica, más bien el de una bludger que lo golpeó directo en la cara, jamás pensó que ella tuviera tanta fuerza. Luego la chica se marchó altiva, sin decir una palabra más, seguida de Aradia, que tampoco decía nada o hacía ninguna expresión. Harry sintió la mirada de todos sus compañeros sobre él, entonces una furia incontrolable comenzó a invadirlo. Se limpió la sangre del labio con su mano derecha, recogió su mochila y se marchó del lugar, todavía seguido por montones de ojos curiosos.

Al día siguiente Harry se levantó temprano y bajó a desayunar. Cuando llegó al Gran Comedor se percató que toda la habladuría, que estaba momentos antes de entrar, desapareció en cuanto puso un pie en el recito. No le fue difícil deducir que él era el tema principal de conversación, ya que nunca nadie se había atrevido a golpearlo, no a él, y eso era una verdadera novedad. Aunque todos bajaban la vista cuando pasaba cerca, Harry sabía que solo disimulaban. Lo único bueno era que los de Slytherin le guardaban algo de temor y así no comenzaron a burlarse de él en su cara, pero sí lo hacían a sus espaldas.
Harry desayunó rápido, sin prestar atención a cómo Ron y Hermione lo observaban constantemente y con caras de querer hablar con él, pero cuando el chico terminó su cereal, se marchó hacia la biblioteca para ponerse a estudiar, ya que en una semanas más empezarían los exámenes finales.
Los días pasaban y las tareas se intensificaban por el hecho de que solo faltaba un mes para los finales y los estudiante comenzaban a ponerse histéricos (en especial 5° y 7° grado). En Transformaciones McGonagall les exigía el triple de esfuerzo, cosa que solo Hermione lograba, en Encantamientos casi todos ya lograban desaparecer muchas cosas y a sí mismos, pero el profesor Flikwick les insistía en que tenían que sacar licencia para eso, en DCAO Robinson solo les daba teoría de la maldición ‘Avada Kedabra’, ya que no tenía tiempo de enseñárselas sino hasta el siguiente año. Los equipos de quidditch tenían que alternar sus tareas con los entrenamientos, ya que la final sería a mediados de mayo y debían estar preparados. Harry evitaba a toda costa ver a Anny, se sentía enojado, deprimido y humillado. Más que el hecho de traer el golpe en la cara, aquella bofetada la había sentido como un golpe a su orgullo, y lo peor era que él sentía que sí se lo merecía. Su tortura creció aún más cuando una noche vio entrar a Anny junto con Malfoy. A la chica parecía ya no molestarle tanto el rubio, o solo era que ya estaba cansada de estarlo evitando, pero el hecho era que Malfoy estaba con ella y a ella no le incomodaba. Eso sin mencionar que Anny también compartía mucho tiempo con Aradia que, al parecer, se volvió su mejor amiga. Pero aunque la chica tenía más amigos que antes, (una para ser precisos), ahora se comportaba tan seria como cuando la conoció, incluso aburrida y cansada. Inclusive Harry llegó a pensar que estaba algo enferma porque muy rara vez la veía en el comedor a la hora de la cena o la comida y eso lo comenzó a preocupar sobremanera (más todavía).
Por fin llegó el fin de semana del quidditch. El sábado se llevaría a cabo el partido entre Slytherin y Hufflepuff, y el domingo sería el último de la temporada (o sea la final) entre Gryffindor y Ravenclaw. Ese día Harry no bajó al campo, se quedó en su cuarto, dizque estudiando. Por primera vez en su vida no tenía ganas de ir a un partido de quidditch. No quería ver a Anny, ya que le preocupaba su estado anímico y de salud, pero como no le hablaba y siendo él el responsable de ese estado en ella, se sentía frustrado. El chico se enteró después que el partido quedo 250 – 170 favor Slytherin. Aquella misma tarde Harry reunió a su equipo para dar un repaso a la estrategia y un partido de práctica.

Al día siguiente, a la hora del partido, todo el colegio estaba en las tribunas. Cuando Harry llegó a los vestidores, todo el equipo lo esperaba en silencio. Les dio un breve discurso y salieron al campo. El partido se desarrolló rápido. Harry notó cómo Cho seguía usando la misma técnica de siempre de marcarlo todo el tiempo, pero él no le prestaba mucha atención, quería atrapar la snitch cuanto antes para salir de ahí, por alguna razón comenzaba a sentirse mal. Cuando llevaban 40 minutos de juego, mientras iban 10 goles a 8 favor Gryffindor, Harry se sintió mareado y con ganas de vomitar, comenzó a ver las cosas algo borrosas, como cuando no traía sus gafas. Entonces lo escuchó, tan claro como el agua o como si alguien se lo dijera directo al oído: << 'Ya es hora… mátalos a todos… que paguen… que paguen con su sangre tus humillaciones…' >>. Y, como si no tuviera control de su escoba, ésta comenzó a descender en picada a una velocidad impresionante. En ese momento Ron se dio cuenta de lo que pasa y salió disparado hacia él, dejando los aros desprotegidos por completo. Y, tomando el extremo proximal de la escoba de Harry, lo hizo virar justo antes de que se estrellara contra el suelo. Pero Harry perdió el equilibrio y cayó al suelo que, afortunadamente, estaba a menos de un metro de distancia. Inmediatamente se suspendió el partido y la Sra. Hooch se acercó al muchacho para ver que le pasaba.
- ¡¿Qué pasó?!, ¿Potter, estás bien?
Harry estaba algo pálido y, el volver al suelo lo reconfortó, cosa nunca sucedía, ya que prefería estar en el cielo que en la tierra. Todo el equipo rodeaba la muchacho.
- Ya me siento mejor. – dijo, sin mucha convicción.
Se levantó y se dio cuenta que el mareo había pasado y también el malestar de la náusea.
- ¿Seguro que puedes continuar?
- Sí, seguro.
- Bien. ¡A JUGAR TODOS!
Harry retomó el vuelo, algo confundido por lo que pasó. Jamás en la vida se había sentido mal montando una escoba. El chico decidió encontrar lo más pronto posible la pequeña pelotita dorada para terminar con ese partido. Aquella pequeña interrupción del juego les constó dos puntos, donde los empataron, pero en un rato, los de Gryffindor los volvieron a superar 15 – 10. Pasados unos 15 minutos, la pelotita dorada apareció cerca de los aros de gol. Inmediatamente Harry se lanzó hacia ella, seguido de cerca por Cho, pero obviamente el muchacho llegó primero y atrapó la revoltosa snitch, ganado el partido y la copa, por puntos (aunque casi se las gana Slytherin). La casa de Gryffindor estaba muy emocionada y fueron a vitorear a su equipo ganador, pero no prestaban mucha atención a su buscador y capitán, así que éste se escabulló y se fue solo hasta el castillo.

Durante la cena, después del partido, los Gryffindor’s seguían festejando, y planeaban hacerlo también en su sala común hasta que fueran a callarlos. A pesar de haber ganado la copa del quidditch y asegurar la Copa de las Casas por puntos, Harry no se sentía contento como en otras ocasiones. Se sentía confundido por lo que pasó durante le juego y también se sentía triste, porque se sentía más solo que nunca. Ni con los Dursley se había sentido así. Entonces, cuando pensó que no podía sentirse peor, su congoja aumentó en el momento en que, regresando a su sala común, se encontró con una escena que jamás olvidaría: Draco Malfoy estaba abrazando a Anny y ella le correspondía ese abrazo. Harry no pudo aguantar la ira que se estaba generando de su agonía y caminó hacia ellos con paso firme.
- ¡Quítale las manos de encima! – dijo Harry con furia.
- El que ella sea tu compañera de clase no significa que le puedas ordenar algo. – respondió el rubio con altanería, apartándose un poco de ella, pero sin soltarla del todo.
- ¡Te dije que si la tocabas te mataría! – le gritó. Malfoy palideció un poco ante la furia de Harry, que había llamado la atención de varios alumnos que se dirigían hacia sus cuartos. Entonces Anny intervino.
- ¡A quien abrace o no es asunto mío y no te incumbe! – dijo la chica, que tenía los ojos un poco rojos, como si acabase de llorar.
- ¡Sí me incumbe – respondió Harry – y tú lo sabes!
- Pues yo pensaba que no. – contestó ella, controlando su voz para que no se quebrara. – Tú me lo dejaste muy claro.
Ahora casi todos los alumnos habían salido del Gran Comedor para ver lo que pasaba. Entre ellos se encontraban casi todos los Slytherin’s, por lo que Malfoy agarró valor y se enfrentó a Harry.
- Lo que pasa es que estás enojado Potter, porque ella me escogió a mí y no ti. Además, a ella le gustan los hombres, que no se dejen vencer por una chica. – Anny miraba a Malfoy can cara de ‘cállate ya’. – ¿Cómo es posible, Potter, que una chica te derrote y te humille de esa forma? – dijo burlándose, luego comenzó a reír como loco. Y con él, otros lo hicieron también, haciendo que cada carcajada resonara en sus oídos.
Aquella fue la gota que derramó el vaso. Harry comenzó a perder el control, la ira que lo invadía le nublaba el pensamiento y, ya no solo era su ira. Había una serpiente venenosa que saltaba en su interior a cada instante. Harry se acercó a Malfoy lentamente, sus ojos reflejaban un odio asesino. Anny trató de interponerse en su camino, pero la apartó de un empujón. La muchacha lo miró con ojos desorbitados y llenos de terror, como si el que pasara junto a ella no fuera Harry. Aunque él estaba plenamente conciente de lo que hacía, no podía detenerse, era como si no tuviera voluntad propia. Malfoy dejó de reír y comenzó a temblar mientras Harry se detuvo a un metro de él.
- Eres bastante molesto y ya me tienes harto. – dijo con una extraña voz fría que no parecía la suya. Entonces levantó su varita y le apuntó al pecho diciendo – Crucio. – ante la sorpresa y el horror de todos los presentes.
Malfoy gritó tan fuerte que resonó en todo el castillo. La maldición apenas duró unos segundos cuando Harry se detuvo. El chico bajó su varita y sonrió, satisfecho, viendo cómo el rubio estaba tirado en el suelo todo dolorido. Entonces se agachó hasta quedar a su altura y lo miró con desprecio.
- Duele, ¿verdad Draco? – le murmura – No querrás que lo haga de nuevo, ¿o sí?.
Malfoy parecía estar apunto de desmayarse del terror cuando McGonagall y Snape llegaron y se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Harry se puso de pie y los miró con insolencia.
- ¿Qué has hecho, Potter? – preguntó Snape.
- ¡Vaya! – respondió Harry con cinismo y sin poder controlar sus palabras, – pero si es el mortífago traidor y espía. Que sorpresa verte aquí, aliado con Dumbledor, el héroe de los ‘sangre sucia’.
Harry hizo una mueca de desprecio donde luego dibujó una sonrisa de triunfo al ver la expresión de sus maestros, que lo miraron con horror al escuchar aquellas palabras. Inmediatamente los dos se dieron cuenta de quien estaba en la mirada de Harry. En aquel momento, el muchacho tomó conciencia de lo que acababa de decir y comenzó a ver en todas direcciones. Todos los alumnos estaban petrificados y unas cuantas desmayadas. Harry regresó la vista hacia sus profesores y con terror se dio cuenta que Voldemort ya no necesita estar en su cuerpo para controlarlo.
- Acompáñame, Potter. – dijo Snape, con voz fría.
Harry es llevado a la oficina del director, pero él no se encontraba ahí, así que tuvo que esperarlo mientras lo encontraban y lo ponían al tanto de la situación. Minutos más tarde apareció Dumbledor en la puerta de la oficina y se veía más cansado y viejo que nunca. El anciano director entró a la oficina y se sentó frente a Harry, con el escritorio de por medio. No dijo nada, solamente observa al muchacho muy detenidamente, buscando sus ojos, pero Harry lo evitaba mirando hacia la pared de la derecha.
- ¿Cómo pasó, Harry? – preguntó Dumbledor para romper con el incómodo silencio.
Harry aún evitaba su mirada y no le contesta, no sabe como explicarse.
- ¿Estas conciente de que lo que hiciste merece la expulsión del colegio y el arresto en Azkaban?.
Harry sigue sin responder. Su corazón latía muy fuerte, solo pensaba a donde iban a terminar las cosas.
- ¿Cómo lo hizo, Harry? – le preguntó el anciano con voz queda y preocupada.
- No lo sé. – respondió al fin, mirando al anciano. El chico notó el temor que lo invadió acompañar aquellas palabras.
- Esto es grave, Harry. Atentaste contra la integridad de un estudiante usando una maldición imperdonable, prohibida por la ley mágica. Pero lo más preocupante es que realmente no fuiste tú. ¿Cómo pudo Voldemort, estando en Albania, obligarte a hacerlo?
Harry negó con la cabeza, realmente consternado.
- No puedes permanecer en el colegio… Me temo que estás suspendido.
- ¿Expulsado? – preguntó Harry con voz débil.
- Tú sabes que no puedo expulsarte porque sería como entregarte a Voldemort en bandeja de plata. – respondió Dumbledor con seriedad – No, solo estás suspendido indefinidamente, hasta que se resuelva tu situación, por lo que no puedes permanecer aquí. Haré que traigan tus cosas del dormitorio, porque te irás esta noche.
- ¿Iré con los Dursley?
- No, es demasiado arriesgarte si vas allá. Irás a mi casa y te pido por favor que te quedes ahí hasta que yo diga. – dijo Dumbledor con un tono un tanto autoritario, más que una petición era una orden.
Dumbledor sacó de un estante un viejo perchero de Fawkes, lo tocó con su varita y lo embrujó para que fuera un traslador que llevaría al chico directamente a su casa.

lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 30.- El libro negro.

Harry pasó varias horas encerrado en el ático, meditando y releyendo la carta de Anny. Por alguna razón, sentía cierta frialdad transmitida es esas palabras, pero no cabía duda que era de ella, ya que nadie más que él la llamaba Anny y él lo sabía. Por otro lado, tampoco podía dejar de pensar en el hecho de que dejó inconsciente a Ron. Por primera vez en su vida supo con seguridad que él era una amenaza y un peligro para los que lo rodeaban, en especial, los que más quería. No supo cómo fue capaz de lastimar al que consideraba su mejor amigo. Harry comenzó a pensar que Voldemort le estaba ganando la batalla, él era más débil por sus sentimientos y por eso se dejó llevar por la ira y atacó al pelirrojo. Harry reiteró su decisión, aprovecharía que todos estaban enojados con él para alejarse, no hablarles más y así no lastimarlos. Ahora solo había un problema, deshacerse de Anny, que era por quien más temía, no iba ser tan sencillo.
A la hora de la cena Harry bajó, pero no encontró a nadie en la cocina, todos estaban en el cuarto, con Ron, que aún no despertaba. Harry no quiso ir al lugar, así que él mismo sacó un poco de comida sobrante, la calentó y se sentó a cenar en silencio, completamente solo. Después de un rato entraron la Sra. Weasley y Ginny acompañadas por los gemelos. Ninguno pareció notar a Harry (más bien lo ignoraron). Ellos estaban molestos con él por su actitud, incluso la Sra. Weasley lo trató con frialdad en aquel momento. Cuando el muchacho terminó, lavó su plato y se fue, pero en el camino se topó con Águeda, el ama de llaves.
- Disculpe. – le dijo el chico – ¿podría pedirle un favor?
- Claro – respondió la mujer.
- ¿Me preguntaba si podría cambiarme de habitación, irme a la del tercer piso, que está sola?.
- Me parece muy bien. – respondió ella – De hecho, yo misma te lo iba pedir, ya que no quiero que estés en la misma habitación que el pelirrojo, por seguridad. Ve por tus cosas.
Harry se molestó con ese comentario, pero se tragó su coraje y obedeció. Subió a la alcoba por su equipaje. Ahí solo estaba Hermione, sentada a la orilla de la cama de Ron, que seguía desmayado. Harry sintió el impulso de disculparse con ella, al menos, pero algo en su cabeza le decía que no lo hiciera, porque la pondría en riesgo también, así que el muchacho solo tomó su baúl y salió en silencio, mientras la chica ni siquiera volteaba a ver otra cosa que no fuera Ron.
Por los siguientes días hasta el domingo, todo el mundo ignoraba a Harry, en especial Ron y Hermione, que supuestamente eran sus mejores amigos. Por más que le doliera, Harry pensaba que eso era lo mejor, estar solo, completamente solo. Lo único que lo mantenía era el hecho de estarse preparando para su batalla final. La Orden había mantenido muy bien resguardadas las pocas sesiones que se llevaron a cabo mientras los chicos estuvieran ahí, y tampoco el diario daba mucha información que digamos, tan solo hablaban de lo mismo, ataques aislados y una que otra desaparición, pero fuera de eso, solo había tensión y ansiedad. Harry no sabía en realidad lo que estaba pasando, pero constantemente se estaba preparando, leyendo libros de la biblioteca de Dumbledor y practicando pequeños conjuros a escondidas. Harry moría por ver a Anny, solo pasa asegurarse que estaba bien, aunque no sabía lo que pasaría después.
La tarde en que regresaron al colegio fue bastante calurosa, ninguno habló durante el camino. Cuando llegaron, todos seguían muy serios, pero a Harry lo único que le importaba era que, por fin, vería a Anny y sabría si lo que vio fue solo un sueño o fue real. Entraron en el Gran Comedor, Harry se sentó muy aparte de Ron y Hermione y solo miraba hacia la mesa de Slytherin. El banquete estaba a punto de comenzar y la chica no aparecía. Harry comenzó a preocuparse. De pronto, las puerta se abrieron nuevamente y Harry volteó, esperando que fuera ella, pero no, solo era Alan. Cuando el joven Slytherin pasó cerca de la mesa de Gryffindor, miró a Harry por unos segundos. El muchacho sintió aquella mirada como la de su padre, aunque no tan penetrante, si estaba llena de extraños sentimientos. Alan nunca lo había visto de aquella forma, nunca le había prestado tanta atención fuera de la tarima de duelo. Luego de esos largos segundos, el joven siguió su camino hasta sentarse junto a Malfoy en la mesa de Slytherin. Ya iba la mitad de la cena y Anny no se había presentado todavía, entonces una pequeña lechuza gris apareció y se posó frente al lugar de Harry, cargando un pequeño mensaje. El chico lo tomó y lo leyó.

“Querido Harry:
Disculpa que no me presenté a cenar pero tenía cosas que hacer. Me muero de ganas por verte y abrazarte y besarte. Las vacaciones han sido un infierno, sobre todo con papá. Te espero en una hora en el lugar de siempre. Espero no tardes.
Con amor, Anny.”

Harry guardó el papelito en su túnica y siguió cenando, como si nada. Al terminar, fue el primero en llegar a su sala común. Cuando llegó ahí, tomó su capa y su mapa y se fue hacia la estatua de Maelin, el mago. Antes de llegar al lugar, revisó su mapa y observó que Anny estaba sola, esperando por él tras la estatua. Él se acercó lentamente y la vio, se llenó de alegría al ver que estaba bien, pero no se quitó su capa hasta que estuvo a unos centímetros de ella. La chica volteó instintivamente hacia todos lados, buscándolo, hasta que detuvo su vista frente a él, como si de verdad lo hubiera encontrado, luego sonrió.
- No te veo, pero puedo sentirte.
Entonces él se quitó la capa y la abrazó. Ella se aferró a él con fuerza. Después de un rato Harry intentó soltarla para verla a la cara, pero ella no disminuía la fuerza de su abrazo, es más, Harry sintió que ella temblaba levemente de vez en cuando y lo apretaba más fuerte cuando eso sucedía.
- ¿Estás bien? – le murmuró Harry al oído, preocupado.
- Ahora sí. – respondió ella y fue cuando por fin lo soltó. – Te he extrañado tanto. – le dijo mientras le acaricia el rostro y el cabello negro alborotado.
- Yo también. – respondió Harry. Y, olvidándose del mundo, la besó y la abrazó, cerrando sus ojos. Pero en aquel instante, una imagen asaltó su mente. La imagen en la que Anny está siendo torturada por él, siendo Voldemort. Entonces, él se apartó repentinamente de ella y se alejó un poco, evitando su mirada.
- ¿Qué pasa? – preguntó ella, preocupada.
- Nada – él regresó con ella, pero ya no se sintió tranquilo. – Ya es tarde.
- Lo sé, pero no importa.
- Debo irme.
- ¿Qué?
- Mañana entramos temprano, debemos irnos.
Harry la tomó de la mano y la llevó hasta su sala común casi corriendo.
- Pero, ¿qué haces?.
- Ahora no es el momento. Nos vemos después.
Y sin más explicaciones, Harry se fue. Al llegar a su sala común se dejó caer en un sillón frente a la chimenea. Se sentía realmente mal, su corazón estaba angustiado por, lo que él creía, tenía que hacer.

Durante el resto de la semana, Harry se comportó de forma extraña con todos, no hablaba con nadie y tampoco ayudaba a nadie. Pasa junto a grupos de alumnos que, si no se quitaban de su camino, los movía a empujones de mala gana. Cuando se le quedaban mirando mucho tiempo, les dirigía miradas asesinas durante minutos, hasta que agachaban la cabeza, atemorizados. Durante las clases de pociones era muy seco y frío con Anny, ni siquiera la miraba a los ojos cuando le hablaba, y solo lo hacía cuando era necesario. La chica buscaba por todas las formas posibles hablar con él, pero él siempre le daba evasivas. Harry estaba completamente decidido a sacarla de su vida, porque jamás se perdonaría haberla puesto en riesgo, no a ella.
Una tarde, Harry estaba sentado a orilla del lago, justo donde le pidió a Anny ser su novia. Estaba pensando en todas las cosas que atormentaban su mente y su corazón, sintiéndose más solo que nunca cuando, de la nada, apareció Anny.
- ¿Me puedo sentar? – preguntó con voz seria. Harry solo se encogió de hombros, lo que la chica interpretó como un ‘sí’. – ¿Cómo estás? – continuó ella. El chico seguía sin decirle nada, así que ella fue la quien tomó la palabra.
- Ya es hora de romper el hielo. ¿no crees?. – ella inclinó un poco su cabeza, apoyándola sobre sus rodillas, para verlo de perfil, ya que él trataba de esconder su rostro. – ¿Me vas a contar qué está pasándote?. – le preguntó. – ¿Qué hice tan mal que estás tan enojado conmigo?.
Harry volteó hacia ella y la miró a los ojos, a esos bellos ojos café oscuro y se reprochó a si mismo por haberse involucrado con ella y ponerla en peligro. Después de unos segundos regresó su vista al lago y habló por fin.
- Quisiera estar solo, por favor.
- ¿Es porque tu respuesta era sí? – Harry la miró confundido. – Porque si así es… si es tan importante para ti, pensé que podríamos llegar a un acuerdo.
- ¿De qué estás hablando?.
- Pues… - la chica se estaba poniendo algo colorada – lo de nuestra cita a media noche. No estabas muy seguro de decir que no y pensé que si era eso, pues…
- No es eso – la interrumpió Harry, que ya había entendido. El chico se sorprendió hasta donde podía llegar ella por su amor, eso lo hizo sentirse peor.
- ¿Qué es entonces?.
- Quiero estar solo, entiéndelo. – entonces Harry se levantó y volvió a dejarla sola.
Al oscurecer, antes de la cena, Harry convocó a una reunión de urgencia a los pocos miembros de ED que quedaban, que no eran muchos, ya que casi todos los Gryffindor’s no le hablaban porque le temían y unos cuantos de otras casas también.
- ¿Para qué es la reunió, Potter? – preguntó Erni, uno de los pocos que seguían, solo por las altas notas que sacaba en DCAO.
- Es para darles un anuncio. – respondió el chico de mal modo.
- ¿Qué anuncio? – preguntó Luna, que parecía no importarle lo malo que pudiera ser Harry, como le decían.
- Hoy es la última reunión. De ahora en adelante, si quieren ayuda, búsquenla en otra parte o con otro, porque yo no los voy a ayudar, ya me cansé.
- Pero, ¿por qué, Harry? – preguntó Neville, el único Gryffindor que quedaba a su lado, defendiéndolo.
- Ya estoy harto, es todo.
- Bien. – dijo Erni fríamente – Ya no nos molestaremos. – Y dando la vuelta orgullosamente se fue, seguido por todos sus compañeros, muy indignados, por cierto. El único que quedó fue Neville, que miraba a Harry con tristeza.
- ¿Qué estás esperando para largarte tu también?.
- ¿Qué pasa contigo, Harry?, ¿qué te hemos hecho para que nos trates tan mal?.
Harry suspiró, luego dijo:
- No son ustedes, Neville, soy yo. – el chico lo miró confundido. – Quisiera estar solo, por favor, Neville.
El robusto, pero ya muy alto Neville, salió cabizbajo y en silencio de la habitación, sintiendo pena por Harry. No pasaron ni dos minutos cuando alguien entró, dando un portazo tras de sí. Era Anny. La chica dejó sus cosas en el suelo y se le acercó con paso firme. Su rostro estaba rígido y su mirada era penetrante, incluso más que la de su padre.
- Bien, Potter. Vamos a hablar. – dijo decididamente.
- No hay nada que decir. – contestó Harry, que no quería enfrentarla.
- ¡Oh!, claro que sí lo hay. – replicaba ella. – Me vas a decir de una vez por todas que rayos te pasa. – ya no estaba dispuesta a irse sin una explicación.
- No tengo tiempo. – Harry se dispuso a irse cuando ella lo tomó del brazo y lo hizo retroceder.
- Sí tienes tiempo. – respondió – Ya me cansé de tus desplantes, así que ahora, compórtate como hombre y háblame de frente.
El chico se sorprendió de la fuerza que ella tenía cuando estaba enojada, pero aún así, él no iba a ceder.
- Tengo cosas que hacer. – contestó, entonces Anny se atraviesa en su camino.
- No me voy a ir hasta que me hables, ¿oíste?. – repuso con decisión.
- Esta bien, - contestó Harry, con frialdad – te lo digo. Quiero terminar con esto.
- ¿Terminar con que?.
- Con esto, con lo nuestro. ¡Se acabó!.
- Estas jugando, ¿verdad?.
- ¿Lo crees?. – dijo Harry con cinismo.
- ¿Por qué?.
- No tengo porque darte explicaciones.
- No trates de pasarte de listo conmigo, niño. – amenazó la chica.
- ¡Yo no soy ningún niño!. – contestó, indignado.
- Pues no te portes como tal.
- No tengo tiempo para esto, me voy.
- No te vas.
- ¡¿Quieres ver que sí?!.
- ¡¿Quieres ver que no?!.
Los dos se apuntaban con sus respectivas varitas, aunque ambos sabían que no se atacarían. Entonces la chica bajó la guardia, apuntando su varita hacia el suelo y cambiando su expresión.
- ¿Cómo llegamos a esto?. – preguntó quedamente. Harry no contestó, él también bajó su varita. - ¡Háblame, Harry, por favor! – le decía con tono suplicante. – Dime que pasa.
- Mira. – dijo Harry. – Ya quiero terminar con esto, ¿de acuerdo?.
- ¿Por qué?. – pregunta ella, – La pasábamos bien juntos.
- ¡Solo aléjate de mí! – le dijo fuertemente.
- ¿Así nada más?, ¿sin ninguna explicación?.
- Sí, así nada más. – le contestó de mal modo – ¿No lo entiendes?, ¡tienes que alejarte de MÍ!.
Anny se quedó callada un instante, entonces lo comprendió todo.
- Ya sé lo que te pasa – dijo con voz seca. – Tú crees que eres peligroso para los que te rodean. Tú crees de verdad que lastimarás a tus amigos, o a mí. – Harry se quedó helado al escucharla. Pero lejos de compadecerlo, ella enfureció. - ¡Fuiste tan tonto como para caer en su trampa!.
- ¿Qué?. – preguntó Harry con un hilo de voz.
- Tú mismo me lo contaste, ¿no es cierto?.
Por un momento Harry pensó que su sueño había sido real, pero luego recordó que él le había mencionado lo de la propuesta de Voldemort.
- ¡¿Cómo pudiste caer, si tus propios padres te lo advirtieron?!.
- ¡No los menciones! – Harry también se estaba enojando.
- ¡Jamás creí que fueras tan débil!.
- ¡YO NO SOY DÉBIL! – gritó, claramente encolerizado. – ¡Y si lo soy, es por tu culpa!.
Anny enmudeció y palideció por un momento, pero al instante recobró el sentido y la ira.
- ¡El único responsable de tu debilidad eres tú mismo, y nadie más!. ¡Tú pierdes la fe en tus amigos y en los que te quieren!. ¡Estás SOLO y por eso eres débil!.
Harry estaba perdiendo el control. Sentía una rabia crecer dentro de él, porque sabía que todo lo que Anny le decía era verdad, pero no quería admitirlo.
- Tal vez sea débil, – dijo con frialdad, – pero no soy cobarde.
- ¿Qué?.
- Sí. – continuó – No tengo que esconderme bajo una capa de hielo porque le tengo miedo al mundo.
- ¡Yo no soy cobarde! – respondió la chica, indignada.
Harry la desafiaba con la mirada, pero ella no se amilanaba, sino al contrario, parecía más terrible que nunca. Pero el chico también estaba decidido a sacarla de su vida, para no arriesgarla. Entonces Harry abrió la boca para hablar, aunque se detuvo un segundo. Él sabía que se iba a arrepentir toda su vida por lo que estaba a punto de decir, pero aún así, continuó.
- Tú eres cobarde y mentirosa, – dice el chico en un frió murmullo, – finges ser quien no eres por miedo a mostrar lo que realmente eres, una niña solitaria y triste que no tiene a nadie, ni familia, ni siquiera amigos, NADIE. – Harry podía ver en sus ojos café cómo cada una de sus palabras la iban destrozando lentamente, aunque su rostro tratara de ocultarlo. – Para mí – continuó con palabras frías que escondían un terrible dolor en su interior. – ya no vales nada. Y para tus padres tampoco valías, por algo te abandonaron en primer lugar. – el rostro de Anny perdió de repente su aparente rigidez, apretó su boca y sus ojos comenzaron a brillar más cuando se llenaron de lágrimas. – Admítelo – siguió él, muy a su pesar, – nadie te quiso, nadie te quiere y nadie te querrá, a nadie le importas. Eres tan despreciable como tu madre, la bruja miserable que te crió. Te pareces tanto a ella que, hasta creo que tú la pudiste haber ayudado a matarme, ¿no?.
Anny, al escuchar lo último, lo único que hizo fue entreabrir la boca, clara señal de que estaba en shok, incluso pareció dejar de respirar. Por su lado, Harry deseó estar muerto, su corazón se lo pedía a gritos. Él, con sus palabras, había hecho pedazos al más grande amor de su vida, con la insulsa justificación de protegerla. El chico esperaba que ella se enojara, que lo golpeara o le gritara, pero no, ella solo se quedó callada, de pie, como una estatua, mirándolo con sus resplandecientes ojos café llenos de una indescriptible desolación. Estaba destruida y, lo que era peor, decepcionada. Harry solo bajó la cabeza y miró hacia la pared opuesta, no quería verla llorar.
- Bien – dijo Anny tan quedo que Harry apenas la escuchó. – Ya no te molestaré.
Ella recogió su mochila y se acercó a la puerta, pero antes de abrirla, se giró y clavó su mirada una vez más en él.
- Mucho de lo que dijiste, tal vez es cierto, pero otro tanto no lo es, y tú lo sabes. No fuiste tú el que lo dijo, auque creas que así fue. Estaba dispuesta a dártelo todo, pero si tu no quieres, no te puedo obligar. ¿Cómo puedes salvar a alguien que no quiere ser salvado?… Hasta nunca.
La voz de Anny se quebraba con cada palabra que salía de su boca, pero en ningún momento soltó una sola lagrima frente a él. La chica salió de la habitación dejando a Harry, que sintió la misma desolación y desesperación que sintió cuando Sirius murió. Ahora sí se había quedado completamente solo. << 'Es lo mejor' >>, era lo que se repetía una y otra vez, para explicar sus acciones. Pero no pudo contener por mucho tiempo su dolor y comenzó a destruir los muebles que había en la habitación hasta que se cansó y cayó al suelo. Entonces comenzó a llorar amargamente hasta que se quedó dormido tirado en el piso.
Después de un rato Harry despertó, se dio cuenta que ya era muy tarde y había pasado mucho tiempo en aquel lugar. Se despabiló y comenzó a recoger sus cosas, que había lanzado por todas partes hacía un rato. Su corazón seguía latiendo, pero él ya no estaba vivo, se sentía como un zombi, un ente sin alma, sin nada en su interior. Harry seguía recogiendo sin muchas ganas cuando se encontró algo. En el piso, cerca de la puerta había un pequeño libro negro. Se aproximó y lo levantó, era el libro que Anny siempre llevaba a todas partes. Harry sintió una punzada en su estomago al recordarla, que al instante cambió por curiosidad hacia ese libro. El chico lo abrió de para en par y se dio cuenta, con sorpresa, que no había nada escrito, como le dijeron Mika y Tara otrora. Entonces pensó que aquel era un libro como el diario de Tom Riddle. Sin contener las ganas, hizo la prueba, sacó un tintero y una pluma, luego dejó caer una gota de tinta negra sobre el amarillento papel y esperó, a ver que sucedía. En cuanto la gota se extendió en la hoja, desapareció, para dar lugar a una línea de palabras que saludaban diciendo:
<< 'Hola, mi pequeña. ¿Qué haces?' >>. Harry pensó que era un saludo para Anny, así que no supo que contestar. Pero el libro se dio cuenta de eso también, ya que inmediatamente apareció otra línea.
<< ¿Quién eres? >>. Harry pensó un momento, no había olvidado los problemas en los que se metió Ginny y él cuatro años atrás por andar escribiendo en un libro mágico. Al fin se decidió contestar con su nombre. Si ese libro era de Anny y ella escribía en él sin ningún problema, tampoco lo habría con él.
<< 'Hola, soy Harry Potter' >>. La tinta con la que escribió su nombre volvió a desaparecer y una nueva línea se transcribió.
<< ¿Qué haces tú escribiendo en éste libro?. ¿Acaso Veranna lo permitió? >>.
<< 'Pues… sí' >>.
<< 'Mi nieta me ha escrito mucho acerca de ti. ¿Por qué te dejó usar éste libro?, ¿sabes lo que es?' >>. Harry no sabía que responder, se él se enteraba de lo que había pasado, saldría de aquel pequeño libro y lo mataría. Así que escribió una mentira.
<< 'Ella me explicó algo, pero no le entendí, así que no sé' >>. En esta ocasión, la respuesta tardó varios minutos en aparecer.
<< 'Éste es un grimorio, un libro de magia muy antiguo y peligroso, por lo que fue escrito y protegido con magia. Solo aquellos que conozcan el conjuro correcto pueden acceder a su información y además viene en códigos. Si llegara a caer en manos equivocadas sería un arma peligrosa y poderosa. Por eso me parece extraño que Anny te lo dejara usar' >>.
Harry se percató que la persona (el abuelo de Anny), o lo que fuera que le contestara, también llamaba a la chica por la contracción de su nombre: Anny. Harry pensó que, por medio de ese libro, podría aprender muchas cosas, cosas que le podrían ayudar a terminar con Voldemort. Además, si era tan antiguo como decía, también podría saber algo del Medallón de Naráva, incluso conocerlo, pero el muchacho no contaba con que el abuelo de la chica no le quería contestar absolutamente nada, así que se dio por vencido por esa noche, ya que estaba sumamente cansado y al día siguiente (en unas horas) tendría club de duelo y en la tarde entrenamiento.