lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 26.- Cita a media noche.

Harry aún estaba deprimido y enojado consigo mismo por no haber recordado su aniversario, y fue mayor su pesar al ver el magnífico regalo que Anny le había enviado. El muchacho quería compensarla con algo, pero no se le ocurría nada que pudiera reparar aquel daño.
Aquella noche Harry bajó a cenar, conciente de que Anny estaría ahí y que, el verla, lo haría sentir aún peor. Pero, cuando el chico llegó, ella no estaba ahí, solo se encontraban Alan y Malfoy hablando en secreto con su pandilla. Harry se extrañó de no verla. Pasó un largo rato, todos los alumnos ya habían terminado su cena y poco a poco comenzaban a retirarse hacia sus dormitorios, pero Anny nunca llegó. Harry pensó que la razón de su ausencia era que estaba dolida con él y no quería verlo. Después de unos cuantos minutos, Harry también decidió abandonar el Gran Comedor, acompañado solo por Hermione.
- Estas algo distraído, Harry. – le comentó su amiga, cuando iban por el pasillo.
- Algo. – respondió Harry y cambió el tema – ¿Dónde está Ron?
- Terminando una tarea que Filch le encargó desde hace rato.
Los dos seguían caminando en silencio, hasta que Harry no pudo aguantar las ganas de averiguar algo que no podía dejar de dar vueltas en su cabeza.
- Oye Hermione, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Claro.
- ¿Cuándo tú y Ron empezaron a andar… bueno, festejaron su primer mes juntos?
A Hermione le extrañó esa pregunta, sobre todo porque venía de Harry. La chica no pudo evitar ponerse algo colorada, por no decir bastante; pero aún así contestó la pregunta.
- Bueno, – comenzó – Sí, lo celebramos. Aunque el tonto lo olvidó por completo, o fingió olvidarlo. Ese día yo le regalé un póster autografiado por su equipo de quidditch favorito y él no me dio nada, pero cuando llegué a mi dormitorio esa tarde, había un enorme ramo de flores sobre mi cama. – concluyó la chica.
- Vaya, un lado de Ron que no conocía.
- Lo sé. – dijo la chica, con una amplia sonrisa, – ¿por qué la pregunta?
- Por nada, solo curiosidad.
Los chicos llegaron a la torre y entraron a través del retrato de la Sra. Gorda. Harry fue directo a su cama y comenzó a buscar la forma de compensar a Anny, pensando a ver cual sería el regalo perfecto. (Realmente estaba considerando lo del papel celofánJ). Entonces se le ocurrió, la llevaría a cenar. Pero, ¿a dónde?, no podían ir al pueblo porque los descubrirían; en la casa de los gritos (muy apropiada), Harry tendría que preparar la cena y arreglar el lugar; ¿qué tal el salón de menesteres?, no estaba tan lejos y con solo pensarlo podría arreglarla. Sí, ese era el lugar más adecuado. Además podría decirle a Dobby que llevara la comida para allá y así él no tendría que cocinar nada. << 'Muy bien' >>, pensaba Harry, mientras se acomodaba para dormir con una sonrisa en sus labios, << 'Lo preparé todo para el siguiente sábado' >>.
La semana iba transcurriendo normal, solo que Harry y Anny habían estado demasiado serios el uno con el otro. Aquella tarde, en la última clase de pociones de la semana, los dos chicos parecían estar demasiado concentrados en su trabajo, pero Harry se dio cuenta que en más de una ocasión Anny lo miraba de reojo con la clara intención de hablarle, pero se arrepentía y volvía la vista hacia su poción. Así que Harry tomó la iniciativa al terminar la clase.
- Has estado muy callada. – le dijo el chico.
- Sí, pues, no tengo mucho que decir.
- ¿Sigues enojada conmigo?
Anny calló por un instante y evitó a toda costa mirarlo a los ojos.
- No estoy enojada. – respondió al fin.
- ¿Decepcionada tal vez? – inquirió Harry.
- Tal vez. – contestó Anny, que ahora lo miraba fijamente a la cara. – Si quieres que sea honesta. Pero no vale la pena hablar de esto.
Ella desvió su mirada y continuó recogiendo sus cosas. Levantó su mochila e intentó irse pero Harry la detuvo tomándola de la mano y acercándola hacia sí.
- Espera, alguien puede vernos. – dijo la chica, aunque el aula ya estaba vacía, incluso Snape se había metido en su oficina.
- No me importa que nos vean. – contestó Harry, examinándola detenidamente. – Quiero decirte que en verdad lo siento.
- Ya te dije que no importa, ¿quieres dejar el tema? – alegó Anny, con exasperación. En eso Snape salió de su oficina.
- ¿Qué hacen ustedes dos aquí? – preguntó con voz fría y confundida de ver a Harry con una Slytherin.
- Tratando una tarea, profesor. – respondió la chica.
- Pues no parece.
Harry miraba a Snape con odio, como siempre. En eso, Anny salió del salón rápidamente y Harry la siguió.
- No sabes mentir, – dijo el muchacho, cuando la alcanzó, – porque sí te importa.
- De acuerdo – Anny se paró en seco. – Tienes razón, sí me importa y no sé porqué me importa. ¿Qué tendría de importante saber que no te gustó mi regalo?
- ¿Quién dice que no me gustó?
- Mira… olvídalo, por favor, ya no toques el tema, ¿quieres? – contesta Anny con fastidio. – Solo… dame un par de días más y lo superaré, siempre termino superándolo.
Harry ya no dijo nada. Anny le esbozó una sonrisa, lo besó y se marchó por el pasillo hacia su dormitorio. Ahora más que nunca Harry estaba decidido a compensarla.
Esa noche Harry esperó despierto hasta altas horas de la noche a que Dobby, el elfo doméstico que limpiaba la torre de Gryffindor, llegara para hacer su quehacer. Cuando llegó, el muchacho le pidió de favor que para la noche del sábado (o sea en 24 hrs.) le llevara una rica cena a la habitación de los menesteres a la media noche, y que estuviera caliente.
A la mañana siguiente Harry se levantó muy temprano y fue a la lechucería. No quería usar a Hedwig por temor a que alguien la reconociera, así que buscó una lechuza cualquiera para enviar un pequeño recado a Anny, justo a la hora de la comida, donde la citaba en el aula de menesteres a la media noche, aunque no le decía para qué la quería ahí.
Pasó el Club de Duelo y llegó la hora de la comida, cuando llegó el montón de lechuzas con los diarios y unas cuantas cartas. Harry vio cómo Anny recibía el recado y lo leía, evitando a toda costa que Alan y Malfoy se lo quitaran. Cuando la chica salió del Gran Comedor, minutos más tarde, le dirigió a Harry una mirada de confusión, como preguntándole el porqué de aquella reunión (como si ella no se lo imaginara J).
Pasó el resto de la tarde (donde hubo entrenamiento de quidditch) y luego llegó la hora de la cena, a la que Anny no se presentó y Harry no probó bocado. El chico no podía esperar más, estaba algo ansioso y nervioso. Por fin dieron la 11 de la noche y Harry comenzó a arreglarse. Se bañó, se cambió, se perfumó, se puso la pulsera que ella le hizo y se colocó su capa de invisibilidad para salir. Llegó al mencionado salón, pasó tres veces frente a él con la idea de un lugar bonito, agradable y adecuado para una cita íntima. Entonces la puerta apareció y el chico entró. Nuevamente el lugar era muy diferente, por todo alrededor había montones de velas aromáticas de diferentes tamaños, que emitían una trémula luz blanca bastante acogedora. En un extremo, hacia la derecha, estaba una pequeña mesa redonda para dos con un delicado mantel de seda blanca y una pequeña vela en forma de ángel en el centro, que también desprendía un suave aroma a mandarina. En una de las esquinas del cuarto había un estante con una extraña esfera de cristal encima. En el otro extremo de la habitación, hacia la izquierda de la entrada, había una amplia cama, dos nivele arriba, que tenía encima un bello edredón de color amarillo pálido, casi blanco, y almohadas bastante grandes y suaves. Aquella era una hermosa habitación llena de una mezcla de aromas muy suaves y nada empalagosos, con una media luz acogedora que la hacía lucir aún más bella, perfecta para su cita. El chico seguía admirando el cuarto cuando Dobby llegó con la cena. Después de un rato, Anny tocaba a la puerta.
- ¿Harry?, ¿estas ahí?
- Pasa. – respondió el muchacho.
- ¿Qué le pasó a éste lugar? – preguntó la chica al ver la belleza de la habitación.
- Solo una pequeña remodelación.
- Está hermosa. – dijo Anny, luego ella volteó hacia Harry. – Y, ¿a qué se debe?
- Te dije que te compensaría.
- Wow, no sé que decir. – Anny continuó viendo a su alrededor – Solo que huele delicioso. Pero tengo un pregunta, ¿para qué la cama?– inquirió con tono inocente y a la vez pícaro.
- Bueno… yo… yo no pedí que apareciera – contestó Harry, bastante colorado – yo solo pensé en un buen lugar para una cita y así se presentó.
- Tu subconsciente te traicionó, Harry. – dijo Anny con una amplia sonrisa. – Veo que sí te gustó mi regalo. – agregó al ver que Harry trae la pulserita.
- Claro que me gustó. Pero, ¿qué te parece si mejor cenamos?
- Buena idea. Me muero de hambre.
Los dos se sentaron y comenzaron a disfrutar el festín. Dobby realmente se había lucido con aquella comida, porque estaba deliciosa, luego apareció el postre, que también estaba riquísimo. Pasó un buen rato en que los dos seguían sentados haciendo la sobremesa, platicando. En aquel momento Harry ya no se preocupaba por nada ni estaba nervioso. Tomó la mano de Anny y la besó con suavidad, luego le dijo, mirándola a los ojos.
- De verdad siento haberlo olvidado.
- Ya deja de disculparte, que me estas empezando a fastidiar. Además, con esto lo compensas todos, aunque…
- ¿Aunque?…
- Falta algo. – dijo la chica. Y, levantándose de su lugar fue hacia la extraña esfera. Con un movimiento ligero de su varita, la esfera se abrió y de ella salió una música suave.
- Solo faltaba algo de música para que fuera perfecto.
- ¿Cómo supiste que era esa cosa?
- Simple, yo también tengo una esfera musical en casa. Pero eso no importa, ven, vamos a bailar.
- ¿Bailar? – preguntó Harry, alarmado. – Yo no bailo.
- Claro que bailas. Ven aquí. – la chica lo tomó de la mano y lo condujo al centro del cuarto, pero Harry se quedó quieto.
- ¿Qué pasa? No me digas que no sabes. – Harry calló, algo avergonzado. – No te preocupes, yo te enseño. – continuó Anny.
La chica hizo que Harry la tomara por la cintura, ella le rodeó el cuello con los brazos y comenzaron a dar vueltas.
- Ves que no es tan difícil. – comentó ella, Harry solo le sonrió, empezando a tomar más confianza y bailar con mayor seguridad.
- Me pregunto cómo el famoso y hábil Harry Potter no sabía bailar. – comentó Anny, de pronto - ¿Qué en esta escuela nunca hacen fiestas?
- Solo ha habido una – respondió Harry. – El Baile de Navidad, tradición del Torneo de los Tres Magos.
- ¿Donde fuiste campeón? ¿Ahí tuviste que bailar?
- Sí, como campeón debía abrir el baile.
- Y ¿Quién fue tu pareja?
- Parvati Patil.
- Y luego te quejas que esa chica se obsesione contigo.
- Solo la invité a ella porque a quien yo quería invitar ya tenía pareja y… – respondió Harry, como si necesitara justificarse, pero se detuvo y puso su cara de “no debí decir eso”, ya que no quería que Anny saliera corriendo como Cho, por hablar de otras chicas en su presencia.
- ¿Por qué te detienes?
- ¿No te molesta que hable de ella?
- Ni siquiera sé quien es, ¿por qué habría de molestarme?
- Bueno, pensé que era un reacción normal de las chicas sentir celos cuando su novio menciona a otras chicas. Como la única vez que salí con Cho, el solo mencionar a Hermione la puso furiosa.
- ¿Cho?, ¿la buscadora de Ravenclaw?
- Sí, ella.
- ¿Cho fue tu novia?
- No pasamos de la primera cita.
- ¿Fue ella a quien querías invitar al Baile de Navidad?
- Sí.
- ¿Cómo es que te dijo que no?
- Porque ya tenía pareja, y era Cedric Digorry. Luego el murió y comenzó a buscarme a mí.
- Vaya, con razón…
- Con razón, ¿qué?
- Nada, solo creo que aún le gustas.
- ¿Por qué lo dices?
- Por la forma en que te mira. Pero pareciera que es más un capricho que otra cosa.
- Y eso ¿no te molesta?. – inquirió el chico, confundido.
- No. – respondió Anny, con simpleza.
- Y ¿ser puede saber porqué no? –preguntó Harry, algo indignado y extrañado de que su novia no le diera importancia a aquello.
- Harry – le dijo Anny mirándolo fijamente a los ojos, – ¿con quien estás ahora?.
- Contigo.
- ¿Por qué debería sentirme celosa o molestarme, si ella fue la que te tuvo y te dejó ir?. Yo no voy a cometer el mismo error. Tal vez ella siempre esté presente, auque no lo quieras, porque fue una experiencia, buena o mala, pero lo fue. A mí no me gusta vivir en el pasado. Sí me molestaría que hablaras de tus ex-novias todo el tiempo, pero tampoco te voy hacer un melodrama.
- Bueno, eso esta bien. Y ¿qué me dices tú? – preguntó el chico, – ¿qué hay de tus ex-novios?
- Tú eres mi primer novio.
- Pero, debe haber algún chico con el que hayas salido, aunque sea una vez.
- No existe. En el bosque no puedes hacer muchos amigos si piensan que eres una bruja malvada y en Calmecac mis compañeritos salían corriendo con mi simple presencia.
- Entonces…
- Sip, tu eres el primero.
Harry se sorprendió ante aquella declaración, pero también se sintió halagado. Paso un largo rato, el cual estuvieron bailando todo tipo de música, desde un desenfrenado rock hasta suaves y bellas baladas. Después de haber bailado tanto, los dos se sentaron en la orilla de la cama, uno muy junto del otro. Anny miraba a Harry a los ojos sin pestañear, mientras sostenía su mano. El muchacho comenzó a sentirse algo nervioso, sabía lo que podía pasar. De pronto Anny desvía su mirada hacia la cabecera de la cama y luego la regresa hacia Harry. El chico hizo lo mismo y al mismo tiempo, como si lo hubieran pensado en el mismo instante.
- Esta ha sido una noche perfecta. – comentó la chica, de pronto. – Y podría cerrarse con broche de oro.
- Anny… - comenzó Harry, sabiendo perfectamente a lo que la chica se refería, pero ella lo interrumpió.
- ¿Estás listo para esto?. – le preguntó, directo al grano.
Harry calló un largo rato, el que pareció una eternidad para ella. ¿Realmente estaba listo para dar ese gran paso?, ¿realmente era lo suficientemente responsable de sus actos?. Su cuerpo estaba listo y lo sabía, pero su mente, ¿también estaría lista?. Después de ese agobiante silencio, Harry por fin habló.
- Yo… no.
La chica soltó un suspiro y sonrió, luego comentó.
- Bien, porque yo tampoco. Gracias por ser honesto. Si hubieras dicho que sí, me habría sido más difícil decirte que no. Esto es muy importante para mí y quiero estar realmente preparada.
Entonces ella se acurruca en los brazos de Harry y él la abraza fuertemente. Los dos sentían como si una presión se hubiera ido. Pasó un rato y Anny se separó del chico y lo miró a los ojos.
- Me encantaría que esta noche durara para siempre. Ven.
Entonces Anny se acuesta en la cama e invita a Harry a que la acompañe. El muchacho se recuesta junto a ella y la abraza. La espalda de la chica estaba en contacto con el pecho de él y su cabeza estaba perfectamente acomodada sobre brazo, de tal manera que Harry podía susurrarle al oído. Ella sentía el corazón de Harry latir muy fuerte y su aliento sobre su nuca. En aquel momento Anny se dio vuelta y quedó frente a él, mirándolo detenidamente, le sonrió y lo besó tiernamente, luego se abrigó en sus brazos y entrelazó sus piernas con las de él. Poco a poco los dos se fueron quedando dormidos, abrazados, sin importar nada más. (NDA: solo durmieron juntos, literalmente :P).

Harry, estando en aquel momento y en aquella situación comenzó a soñar. Estaba con Anny en el bosque del castillo, donde vio por primera vez el Medallón. La chica, que no decía nada, lo condujo hasta el castillo y, de pronto desapareció, dejándolo solo. Cuando Harry miró de nuevo al valle, encontró que había un montón de niños jugando afuera de sus casas y hombres y mujeres con labores cotidianas del campo. Aquel valle parecía ahora una tranquila y feliz aldea muggle. Harry observó el castillo, que parecía viejo, pero aún con vida. De pronto, las grandes puertas de madera se abrieron y un niño de aproximadamente 11 años, con entusiastas ojos color miel y cabello claro, salió corriendo, pasando junto a él, como si Harry no existiera o fuera solo una sombra. Harry sintió la necesidad de seguir a aquel niño, así que lo hizo, lo alcanzó hasta la parte trasera del castillo, donde había una herrería y un hombre trabajando en ella. Ese hombre era el mismo de su sueño anterior, alto, de ojos verdes y cabello castaño, pero lucía más joven y con el Medallón aún en su cuello. El niño se acercó al hombre, mientras él, que estaba de espaldas, volteó al ver que el niño se le acercó. Entonces Harry por fin vio lo que hacía, el hombre le mostró una hermosa espada, en la que trabajaba, la estaba terminando grabando unas letras en ella.
- “Godric Gryffindor” – leyó el niño en la espada recién terminada. Entonces volteó hacia el hombre con una amplia sonrisa y él también le sonrió, luego le dijo:
- Solo un verdadero Gryffindor puede sacar y esgrimir esta espada, recuérdalo. – y le entregó la espada al niño.
El chiquillo la tomó y la miró con admiración. En aquel momento una mujer (la mamá del niño del otro sueño) entró rápidamente, pasando junto a Harry y, sin verlo, se detuvo a varios metros de los que estaba allí. Ella lucía bastante asustada.
- ¡Está aquí! – decía desesperada, – ¡Ha venido por el Medallón!
A lo que el hombre contestó, cambiando la expresión de su rostro, de bondadoso a encolerizado.
- Su vanidad habrá crecido demasiado si cree tener el poder de venir aquí y arrebatármelo.
El niño le regresó la espada y el hombre la vio detenidamente, luego agregó:
- Es hora de poner a prueba esta espada…
Y salió deprisa, seguido por la mujer, el niño y al último Harry. Todos llegaron al valle, que ahora estaba desierto. Todas las familias se habían escondido en sus casas, espiando por las ventanas para ver lo que ocurriría. Harry logró distinguir, en el borde del bosque, a unos 20 metros de él, a un hombre, o lo que parecía un hombre. Estaba encapuchado y vestido de negro, muy parecido a Voldemort, en su mano derecha cargaba una varita de color negro y en su izquierda un cáliz de color verde.
- ¡¿A qué has venido?! – preguntó el hombre, con voz potente.
- A buscar la inmortalidad. – respondió el encapuchado, con voz fría y profunda.
- Te crees muy listo, ¿no es así, Vercinget?
- Solo entrégame el Medallón y prometo ser bueno y no matar a tu hermano ni a tu hijo. – contestó con voz melosa y desagradable.
- Tus promesas son mentiras, como tus buenas intenciones.
- Veo que tu vida lejos del mundo mágico no ha nublado tu visión, Naráva, León de Fuego. – respondió con odio.
Entonces el encapuchado pasó su vista de Naráva a Harry y, en ese instante, su cicatriz ardió agudamente y cayó de rodillas, con las manos en la cara. Pasados unos minutos el dolor cesó. Harry sentía su cuerpo temblar levemente, pero había algo diferente, aún no había despertado. Apartó las manos de su cara y las vio. Con horror se dio cuenta que eran una manos blancas con dedos largos, como arañas. Inmediatamente se incorporó, vio a su alrededor y encontró un cuarto oscuro, con paredes de piedra caliza, en una de las cuales estaba colgado un viejo espejo roto. De pronto alguien entró corriendo a la habitación.
- ¡Amo!, ¿está bien?
Harry volteó y vio con recelo a Bellatrix Lestrange.
- ¡Amo!.
- Estoy bien. – respondió Harry, con voz gélida.
- Pero… ¿por qué ha gritado?.
- ¡He dicho que estoy bien!. Ahora DÉJAME.
La bruja se fue. << ¿Qué ha pasado? >>, se preguntaba Harry, << ¿cómo ha sido esto posible? >>. Comenzó a caminar de un lado a otro. Repentinamente se detuvo frente al espejo y, como en otra ocasión, el reflejo que regresaba era el de Lord Voldemort, pero aún no podía despertar.
- Ahí estás – murmuró, – puedo sentirte… Potter.
Al instante Harry abrió los ojos. Él seguía acostado, con Anny en sus brazos, aún dormida. el chico estaba agitado y sudando frío. ¿Qué había pasado?. Al parecer su sueño llegó hasta la cabeza de Voldemort y lo confundió o algo así. Harry necesitaba descifrar aquellos sueños, porque sabía que eran más que eso.

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