lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 30.- El libro negro.

Harry pasó varias horas encerrado en el ático, meditando y releyendo la carta de Anny. Por alguna razón, sentía cierta frialdad transmitida es esas palabras, pero no cabía duda que era de ella, ya que nadie más que él la llamaba Anny y él lo sabía. Por otro lado, tampoco podía dejar de pensar en el hecho de que dejó inconsciente a Ron. Por primera vez en su vida supo con seguridad que él era una amenaza y un peligro para los que lo rodeaban, en especial, los que más quería. No supo cómo fue capaz de lastimar al que consideraba su mejor amigo. Harry comenzó a pensar que Voldemort le estaba ganando la batalla, él era más débil por sus sentimientos y por eso se dejó llevar por la ira y atacó al pelirrojo. Harry reiteró su decisión, aprovecharía que todos estaban enojados con él para alejarse, no hablarles más y así no lastimarlos. Ahora solo había un problema, deshacerse de Anny, que era por quien más temía, no iba ser tan sencillo.
A la hora de la cena Harry bajó, pero no encontró a nadie en la cocina, todos estaban en el cuarto, con Ron, que aún no despertaba. Harry no quiso ir al lugar, así que él mismo sacó un poco de comida sobrante, la calentó y se sentó a cenar en silencio, completamente solo. Después de un rato entraron la Sra. Weasley y Ginny acompañadas por los gemelos. Ninguno pareció notar a Harry (más bien lo ignoraron). Ellos estaban molestos con él por su actitud, incluso la Sra. Weasley lo trató con frialdad en aquel momento. Cuando el muchacho terminó, lavó su plato y se fue, pero en el camino se topó con Águeda, el ama de llaves.
- Disculpe. – le dijo el chico – ¿podría pedirle un favor?
- Claro – respondió la mujer.
- ¿Me preguntaba si podría cambiarme de habitación, irme a la del tercer piso, que está sola?.
- Me parece muy bien. – respondió ella – De hecho, yo misma te lo iba pedir, ya que no quiero que estés en la misma habitación que el pelirrojo, por seguridad. Ve por tus cosas.
Harry se molestó con ese comentario, pero se tragó su coraje y obedeció. Subió a la alcoba por su equipaje. Ahí solo estaba Hermione, sentada a la orilla de la cama de Ron, que seguía desmayado. Harry sintió el impulso de disculparse con ella, al menos, pero algo en su cabeza le decía que no lo hiciera, porque la pondría en riesgo también, así que el muchacho solo tomó su baúl y salió en silencio, mientras la chica ni siquiera volteaba a ver otra cosa que no fuera Ron.
Por los siguientes días hasta el domingo, todo el mundo ignoraba a Harry, en especial Ron y Hermione, que supuestamente eran sus mejores amigos. Por más que le doliera, Harry pensaba que eso era lo mejor, estar solo, completamente solo. Lo único que lo mantenía era el hecho de estarse preparando para su batalla final. La Orden había mantenido muy bien resguardadas las pocas sesiones que se llevaron a cabo mientras los chicos estuvieran ahí, y tampoco el diario daba mucha información que digamos, tan solo hablaban de lo mismo, ataques aislados y una que otra desaparición, pero fuera de eso, solo había tensión y ansiedad. Harry no sabía en realidad lo que estaba pasando, pero constantemente se estaba preparando, leyendo libros de la biblioteca de Dumbledor y practicando pequeños conjuros a escondidas. Harry moría por ver a Anny, solo pasa asegurarse que estaba bien, aunque no sabía lo que pasaría después.
La tarde en que regresaron al colegio fue bastante calurosa, ninguno habló durante el camino. Cuando llegaron, todos seguían muy serios, pero a Harry lo único que le importaba era que, por fin, vería a Anny y sabría si lo que vio fue solo un sueño o fue real. Entraron en el Gran Comedor, Harry se sentó muy aparte de Ron y Hermione y solo miraba hacia la mesa de Slytherin. El banquete estaba a punto de comenzar y la chica no aparecía. Harry comenzó a preocuparse. De pronto, las puerta se abrieron nuevamente y Harry volteó, esperando que fuera ella, pero no, solo era Alan. Cuando el joven Slytherin pasó cerca de la mesa de Gryffindor, miró a Harry por unos segundos. El muchacho sintió aquella mirada como la de su padre, aunque no tan penetrante, si estaba llena de extraños sentimientos. Alan nunca lo había visto de aquella forma, nunca le había prestado tanta atención fuera de la tarima de duelo. Luego de esos largos segundos, el joven siguió su camino hasta sentarse junto a Malfoy en la mesa de Slytherin. Ya iba la mitad de la cena y Anny no se había presentado todavía, entonces una pequeña lechuza gris apareció y se posó frente al lugar de Harry, cargando un pequeño mensaje. El chico lo tomó y lo leyó.

“Querido Harry:
Disculpa que no me presenté a cenar pero tenía cosas que hacer. Me muero de ganas por verte y abrazarte y besarte. Las vacaciones han sido un infierno, sobre todo con papá. Te espero en una hora en el lugar de siempre. Espero no tardes.
Con amor, Anny.”

Harry guardó el papelito en su túnica y siguió cenando, como si nada. Al terminar, fue el primero en llegar a su sala común. Cuando llegó ahí, tomó su capa y su mapa y se fue hacia la estatua de Maelin, el mago. Antes de llegar al lugar, revisó su mapa y observó que Anny estaba sola, esperando por él tras la estatua. Él se acercó lentamente y la vio, se llenó de alegría al ver que estaba bien, pero no se quitó su capa hasta que estuvo a unos centímetros de ella. La chica volteó instintivamente hacia todos lados, buscándolo, hasta que detuvo su vista frente a él, como si de verdad lo hubiera encontrado, luego sonrió.
- No te veo, pero puedo sentirte.
Entonces él se quitó la capa y la abrazó. Ella se aferró a él con fuerza. Después de un rato Harry intentó soltarla para verla a la cara, pero ella no disminuía la fuerza de su abrazo, es más, Harry sintió que ella temblaba levemente de vez en cuando y lo apretaba más fuerte cuando eso sucedía.
- ¿Estás bien? – le murmuró Harry al oído, preocupado.
- Ahora sí. – respondió ella y fue cuando por fin lo soltó. – Te he extrañado tanto. – le dijo mientras le acaricia el rostro y el cabello negro alborotado.
- Yo también. – respondió Harry. Y, olvidándose del mundo, la besó y la abrazó, cerrando sus ojos. Pero en aquel instante, una imagen asaltó su mente. La imagen en la que Anny está siendo torturada por él, siendo Voldemort. Entonces, él se apartó repentinamente de ella y se alejó un poco, evitando su mirada.
- ¿Qué pasa? – preguntó ella, preocupada.
- Nada – él regresó con ella, pero ya no se sintió tranquilo. – Ya es tarde.
- Lo sé, pero no importa.
- Debo irme.
- ¿Qué?
- Mañana entramos temprano, debemos irnos.
Harry la tomó de la mano y la llevó hasta su sala común casi corriendo.
- Pero, ¿qué haces?.
- Ahora no es el momento. Nos vemos después.
Y sin más explicaciones, Harry se fue. Al llegar a su sala común se dejó caer en un sillón frente a la chimenea. Se sentía realmente mal, su corazón estaba angustiado por, lo que él creía, tenía que hacer.

Durante el resto de la semana, Harry se comportó de forma extraña con todos, no hablaba con nadie y tampoco ayudaba a nadie. Pasa junto a grupos de alumnos que, si no se quitaban de su camino, los movía a empujones de mala gana. Cuando se le quedaban mirando mucho tiempo, les dirigía miradas asesinas durante minutos, hasta que agachaban la cabeza, atemorizados. Durante las clases de pociones era muy seco y frío con Anny, ni siquiera la miraba a los ojos cuando le hablaba, y solo lo hacía cuando era necesario. La chica buscaba por todas las formas posibles hablar con él, pero él siempre le daba evasivas. Harry estaba completamente decidido a sacarla de su vida, porque jamás se perdonaría haberla puesto en riesgo, no a ella.
Una tarde, Harry estaba sentado a orilla del lago, justo donde le pidió a Anny ser su novia. Estaba pensando en todas las cosas que atormentaban su mente y su corazón, sintiéndose más solo que nunca cuando, de la nada, apareció Anny.
- ¿Me puedo sentar? – preguntó con voz seria. Harry solo se encogió de hombros, lo que la chica interpretó como un ‘sí’. – ¿Cómo estás? – continuó ella. El chico seguía sin decirle nada, así que ella fue la quien tomó la palabra.
- Ya es hora de romper el hielo. ¿no crees?. – ella inclinó un poco su cabeza, apoyándola sobre sus rodillas, para verlo de perfil, ya que él trataba de esconder su rostro. – ¿Me vas a contar qué está pasándote?. – le preguntó. – ¿Qué hice tan mal que estás tan enojado conmigo?.
Harry volteó hacia ella y la miró a los ojos, a esos bellos ojos café oscuro y se reprochó a si mismo por haberse involucrado con ella y ponerla en peligro. Después de unos segundos regresó su vista al lago y habló por fin.
- Quisiera estar solo, por favor.
- ¿Es porque tu respuesta era sí? – Harry la miró confundido. – Porque si así es… si es tan importante para ti, pensé que podríamos llegar a un acuerdo.
- ¿De qué estás hablando?.
- Pues… - la chica se estaba poniendo algo colorada – lo de nuestra cita a media noche. No estabas muy seguro de decir que no y pensé que si era eso, pues…
- No es eso – la interrumpió Harry, que ya había entendido. El chico se sorprendió hasta donde podía llegar ella por su amor, eso lo hizo sentirse peor.
- ¿Qué es entonces?.
- Quiero estar solo, entiéndelo. – entonces Harry se levantó y volvió a dejarla sola.
Al oscurecer, antes de la cena, Harry convocó a una reunión de urgencia a los pocos miembros de ED que quedaban, que no eran muchos, ya que casi todos los Gryffindor’s no le hablaban porque le temían y unos cuantos de otras casas también.
- ¿Para qué es la reunió, Potter? – preguntó Erni, uno de los pocos que seguían, solo por las altas notas que sacaba en DCAO.
- Es para darles un anuncio. – respondió el chico de mal modo.
- ¿Qué anuncio? – preguntó Luna, que parecía no importarle lo malo que pudiera ser Harry, como le decían.
- Hoy es la última reunión. De ahora en adelante, si quieren ayuda, búsquenla en otra parte o con otro, porque yo no los voy a ayudar, ya me cansé.
- Pero, ¿por qué, Harry? – preguntó Neville, el único Gryffindor que quedaba a su lado, defendiéndolo.
- Ya estoy harto, es todo.
- Bien. – dijo Erni fríamente – Ya no nos molestaremos. – Y dando la vuelta orgullosamente se fue, seguido por todos sus compañeros, muy indignados, por cierto. El único que quedó fue Neville, que miraba a Harry con tristeza.
- ¿Qué estás esperando para largarte tu también?.
- ¿Qué pasa contigo, Harry?, ¿qué te hemos hecho para que nos trates tan mal?.
Harry suspiró, luego dijo:
- No son ustedes, Neville, soy yo. – el chico lo miró confundido. – Quisiera estar solo, por favor, Neville.
El robusto, pero ya muy alto Neville, salió cabizbajo y en silencio de la habitación, sintiendo pena por Harry. No pasaron ni dos minutos cuando alguien entró, dando un portazo tras de sí. Era Anny. La chica dejó sus cosas en el suelo y se le acercó con paso firme. Su rostro estaba rígido y su mirada era penetrante, incluso más que la de su padre.
- Bien, Potter. Vamos a hablar. – dijo decididamente.
- No hay nada que decir. – contestó Harry, que no quería enfrentarla.
- ¡Oh!, claro que sí lo hay. – replicaba ella. – Me vas a decir de una vez por todas que rayos te pasa. – ya no estaba dispuesta a irse sin una explicación.
- No tengo tiempo. – Harry se dispuso a irse cuando ella lo tomó del brazo y lo hizo retroceder.
- Sí tienes tiempo. – respondió – Ya me cansé de tus desplantes, así que ahora, compórtate como hombre y háblame de frente.
El chico se sorprendió de la fuerza que ella tenía cuando estaba enojada, pero aún así, él no iba a ceder.
- Tengo cosas que hacer. – contestó, entonces Anny se atraviesa en su camino.
- No me voy a ir hasta que me hables, ¿oíste?. – repuso con decisión.
- Esta bien, - contestó Harry, con frialdad – te lo digo. Quiero terminar con esto.
- ¿Terminar con que?.
- Con esto, con lo nuestro. ¡Se acabó!.
- Estas jugando, ¿verdad?.
- ¿Lo crees?. – dijo Harry con cinismo.
- ¿Por qué?.
- No tengo porque darte explicaciones.
- No trates de pasarte de listo conmigo, niño. – amenazó la chica.
- ¡Yo no soy ningún niño!. – contestó, indignado.
- Pues no te portes como tal.
- No tengo tiempo para esto, me voy.
- No te vas.
- ¡¿Quieres ver que sí?!.
- ¡¿Quieres ver que no?!.
Los dos se apuntaban con sus respectivas varitas, aunque ambos sabían que no se atacarían. Entonces la chica bajó la guardia, apuntando su varita hacia el suelo y cambiando su expresión.
- ¿Cómo llegamos a esto?. – preguntó quedamente. Harry no contestó, él también bajó su varita. - ¡Háblame, Harry, por favor! – le decía con tono suplicante. – Dime que pasa.
- Mira. – dijo Harry. – Ya quiero terminar con esto, ¿de acuerdo?.
- ¿Por qué?. – pregunta ella, – La pasábamos bien juntos.
- ¡Solo aléjate de mí! – le dijo fuertemente.
- ¿Así nada más?, ¿sin ninguna explicación?.
- Sí, así nada más. – le contestó de mal modo – ¿No lo entiendes?, ¡tienes que alejarte de MÍ!.
Anny se quedó callada un instante, entonces lo comprendió todo.
- Ya sé lo que te pasa – dijo con voz seca. – Tú crees que eres peligroso para los que te rodean. Tú crees de verdad que lastimarás a tus amigos, o a mí. – Harry se quedó helado al escucharla. Pero lejos de compadecerlo, ella enfureció. - ¡Fuiste tan tonto como para caer en su trampa!.
- ¿Qué?. – preguntó Harry con un hilo de voz.
- Tú mismo me lo contaste, ¿no es cierto?.
Por un momento Harry pensó que su sueño había sido real, pero luego recordó que él le había mencionado lo de la propuesta de Voldemort.
- ¡¿Cómo pudiste caer, si tus propios padres te lo advirtieron?!.
- ¡No los menciones! – Harry también se estaba enojando.
- ¡Jamás creí que fueras tan débil!.
- ¡YO NO SOY DÉBIL! – gritó, claramente encolerizado. – ¡Y si lo soy, es por tu culpa!.
Anny enmudeció y palideció por un momento, pero al instante recobró el sentido y la ira.
- ¡El único responsable de tu debilidad eres tú mismo, y nadie más!. ¡Tú pierdes la fe en tus amigos y en los que te quieren!. ¡Estás SOLO y por eso eres débil!.
Harry estaba perdiendo el control. Sentía una rabia crecer dentro de él, porque sabía que todo lo que Anny le decía era verdad, pero no quería admitirlo.
- Tal vez sea débil, – dijo con frialdad, – pero no soy cobarde.
- ¿Qué?.
- Sí. – continuó – No tengo que esconderme bajo una capa de hielo porque le tengo miedo al mundo.
- ¡Yo no soy cobarde! – respondió la chica, indignada.
Harry la desafiaba con la mirada, pero ella no se amilanaba, sino al contrario, parecía más terrible que nunca. Pero el chico también estaba decidido a sacarla de su vida, para no arriesgarla. Entonces Harry abrió la boca para hablar, aunque se detuvo un segundo. Él sabía que se iba a arrepentir toda su vida por lo que estaba a punto de decir, pero aún así, continuó.
- Tú eres cobarde y mentirosa, – dice el chico en un frió murmullo, – finges ser quien no eres por miedo a mostrar lo que realmente eres, una niña solitaria y triste que no tiene a nadie, ni familia, ni siquiera amigos, NADIE. – Harry podía ver en sus ojos café cómo cada una de sus palabras la iban destrozando lentamente, aunque su rostro tratara de ocultarlo. – Para mí – continuó con palabras frías que escondían un terrible dolor en su interior. – ya no vales nada. Y para tus padres tampoco valías, por algo te abandonaron en primer lugar. – el rostro de Anny perdió de repente su aparente rigidez, apretó su boca y sus ojos comenzaron a brillar más cuando se llenaron de lágrimas. – Admítelo – siguió él, muy a su pesar, – nadie te quiso, nadie te quiere y nadie te querrá, a nadie le importas. Eres tan despreciable como tu madre, la bruja miserable que te crió. Te pareces tanto a ella que, hasta creo que tú la pudiste haber ayudado a matarme, ¿no?.
Anny, al escuchar lo último, lo único que hizo fue entreabrir la boca, clara señal de que estaba en shok, incluso pareció dejar de respirar. Por su lado, Harry deseó estar muerto, su corazón se lo pedía a gritos. Él, con sus palabras, había hecho pedazos al más grande amor de su vida, con la insulsa justificación de protegerla. El chico esperaba que ella se enojara, que lo golpeara o le gritara, pero no, ella solo se quedó callada, de pie, como una estatua, mirándolo con sus resplandecientes ojos café llenos de una indescriptible desolación. Estaba destruida y, lo que era peor, decepcionada. Harry solo bajó la cabeza y miró hacia la pared opuesta, no quería verla llorar.
- Bien – dijo Anny tan quedo que Harry apenas la escuchó. – Ya no te molestaré.
Ella recogió su mochila y se acercó a la puerta, pero antes de abrirla, se giró y clavó su mirada una vez más en él.
- Mucho de lo que dijiste, tal vez es cierto, pero otro tanto no lo es, y tú lo sabes. No fuiste tú el que lo dijo, auque creas que así fue. Estaba dispuesta a dártelo todo, pero si tu no quieres, no te puedo obligar. ¿Cómo puedes salvar a alguien que no quiere ser salvado?… Hasta nunca.
La voz de Anny se quebraba con cada palabra que salía de su boca, pero en ningún momento soltó una sola lagrima frente a él. La chica salió de la habitación dejando a Harry, que sintió la misma desolación y desesperación que sintió cuando Sirius murió. Ahora sí se había quedado completamente solo. << 'Es lo mejor' >>, era lo que se repetía una y otra vez, para explicar sus acciones. Pero no pudo contener por mucho tiempo su dolor y comenzó a destruir los muebles que había en la habitación hasta que se cansó y cayó al suelo. Entonces comenzó a llorar amargamente hasta que se quedó dormido tirado en el piso.
Después de un rato Harry despertó, se dio cuenta que ya era muy tarde y había pasado mucho tiempo en aquel lugar. Se despabiló y comenzó a recoger sus cosas, que había lanzado por todas partes hacía un rato. Su corazón seguía latiendo, pero él ya no estaba vivo, se sentía como un zombi, un ente sin alma, sin nada en su interior. Harry seguía recogiendo sin muchas ganas cuando se encontró algo. En el piso, cerca de la puerta había un pequeño libro negro. Se aproximó y lo levantó, era el libro que Anny siempre llevaba a todas partes. Harry sintió una punzada en su estomago al recordarla, que al instante cambió por curiosidad hacia ese libro. El chico lo abrió de para en par y se dio cuenta, con sorpresa, que no había nada escrito, como le dijeron Mika y Tara otrora. Entonces pensó que aquel era un libro como el diario de Tom Riddle. Sin contener las ganas, hizo la prueba, sacó un tintero y una pluma, luego dejó caer una gota de tinta negra sobre el amarillento papel y esperó, a ver que sucedía. En cuanto la gota se extendió en la hoja, desapareció, para dar lugar a una línea de palabras que saludaban diciendo:
<< 'Hola, mi pequeña. ¿Qué haces?' >>. Harry pensó que era un saludo para Anny, así que no supo que contestar. Pero el libro se dio cuenta de eso también, ya que inmediatamente apareció otra línea.
<< ¿Quién eres? >>. Harry pensó un momento, no había olvidado los problemas en los que se metió Ginny y él cuatro años atrás por andar escribiendo en un libro mágico. Al fin se decidió contestar con su nombre. Si ese libro era de Anny y ella escribía en él sin ningún problema, tampoco lo habría con él.
<< 'Hola, soy Harry Potter' >>. La tinta con la que escribió su nombre volvió a desaparecer y una nueva línea se transcribió.
<< ¿Qué haces tú escribiendo en éste libro?. ¿Acaso Veranna lo permitió? >>.
<< 'Pues… sí' >>.
<< 'Mi nieta me ha escrito mucho acerca de ti. ¿Por qué te dejó usar éste libro?, ¿sabes lo que es?' >>. Harry no sabía que responder, se él se enteraba de lo que había pasado, saldría de aquel pequeño libro y lo mataría. Así que escribió una mentira.
<< 'Ella me explicó algo, pero no le entendí, así que no sé' >>. En esta ocasión, la respuesta tardó varios minutos en aparecer.
<< 'Éste es un grimorio, un libro de magia muy antiguo y peligroso, por lo que fue escrito y protegido con magia. Solo aquellos que conozcan el conjuro correcto pueden acceder a su información y además viene en códigos. Si llegara a caer en manos equivocadas sería un arma peligrosa y poderosa. Por eso me parece extraño que Anny te lo dejara usar' >>.
Harry se percató que la persona (el abuelo de Anny), o lo que fuera que le contestara, también llamaba a la chica por la contracción de su nombre: Anny. Harry pensó que, por medio de ese libro, podría aprender muchas cosas, cosas que le podrían ayudar a terminar con Voldemort. Además, si era tan antiguo como decía, también podría saber algo del Medallón de Naráva, incluso conocerlo, pero el muchacho no contaba con que el abuelo de la chica no le quería contestar absolutamente nada, así que se dio por vencido por esa noche, ya que estaba sumamente cansado y al día siguiente (en unas horas) tendría club de duelo y en la tarde entrenamiento.

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