lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 27.- Aradia.

El chico miró su reloj y vio que eran las 6:30 de la mañana del domingo. Harry pensó que ya era hora de regresar a su dormitorio antes de que alguien se diera cuenta que no había pasado la noche ahí. Suavemente besó la frente de Anny y la despertó.
- Buenos días. – dijo con suavidad.
La chica lentamente abrió los ojos y observó a Harry.
- Buenos días, – contestó – ¿qué hora es?
- Son las 6:30 AM.
- Es muy temprano. – dijo ella, incorporándose. – Que noche tan maravillosa he pasado… ¿Qué sucede? – preguntó Anny al ver la cara de Harry – Te ves muy pálido, ¿estás bien?.
- Sí, estoy bien. – respondió el chico. – Solo fue un sueño, pero ya pasó.
Los dos se levantaron de la cama y se encaminaron hacia la salida.
- Gracias por ésta increíble noche – dijo Anny y lo besó. – Nos vemos en el desayuno.
La chica se fue hacia su dormitorio y Harry hizo lo mismo. Al llegar a su cuarto se dejó caer en su cama, su vieja cicatriz le estaba doliendo incesantemente. Hacía mucho tiempo que no le pasaba tan fuerte, así que Harry tomó aquello como señal de que Lord Voldemort había regresado (bueno, aparte lo acababa de ver en su sueño).
Pasadas un par de horas Harry fue despertado por Ron, que lo zarandeaba para que lo acompañara a desayunar. Sin muchas ganas de levantarse, Harry acompañó a su amigo hasta el Gran Comedor, donde se reunieron con Hermione y Ginny. Aquella mañana para el desayuno tenía huevos revueltos con tocino, que al chico no se le antojaron para nada, así que solo se tomó el jugo fresco de calabaza. Desde su lugar vio cuando Anny llegó al salón, acompañada de Alan (como siempre). Ella estaba muy seria y también lucía cansada. Harry no pudo evitar seguirla con la mirada hasta que se sentó, y esbozó una sonrisa, al recordar la pasada noche, la cual notaron sus amigos, pero no le dijeron nada.

***
Comenzó una nueva semana y el ambiente del colegio seguía igual de pesado. Tareas, entrenamientos, club de duelo, los miembros del ED ya ni siquiera tenían tiempo para sus sesiones (que se interrumpieron hasta nuevo aviso). Para Harry aquello no era todo lo que tenía que soportar. Después de su cita, su cicatriz le dolía casi todo el tiempo y, aunque era un dolor soportable, no lo dejaba dormir bien ni concentrarse en lo que hacía. Todo el avance que había logrado en pociones se echó a perder el día que le explotó el caldero en la cara, manchando a todos los que estaban a tres metros a la redonda de su lugar, de una sustancia verde ocre bastante desagradable. Y eso no era todo, en el resto de las clases, por no poner atención, se estaba ganando tareas extras. Incluso en DCAO se llevó un regaño por haber olvidado su pergamino con la teoría de la maldición Avada Kedavra. Ron y Hermione comenzaron a preocuparse por él, pero él siempre se zafaba de sus peguntas diciéndoles que estaba bien, solo cansado y, aunque no le creyeran mucho, ya no lo molestaban. A quien no pudo evadir tan fácilmente fue a Anny, ella también estaba preocupada por él. Cada vez que se veían ella insistía en que le dijera que le pasaba, y de tanto insistir, Harry se lo dijo. Él le comentó que soñó con Voldemort y que hacía mucho tiempo que no pasaba y que su molestia era su cicatriz.
- Y ¿no hay algo que te pueda quitar el dolor?
- Sí, que Voldemort no existiera. ¿Por qué tenía que manifestarse ahora, si estaba muy bien? – se preguntaba Harry con fastidio.
- Tienes que sacarle provecho a esto. – le decía Anny.
- ¿Cómo?
- Bien dicen que hay que tener a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca. Solo relájate, mantén despejada tu mente y no dejes que te manipule.
- ¿Crees que es muy fácil?
- Claro que no es fácil, pero inténtalo.
- Bien, trataré, pero será difícil.
- Yo sé que tu puedes, con eso y más. – la chica se acercó para besarlo pero, en ese instante, alguien entró a la biblioteca, que era donde se encontraban solo los dos, a la hora de la cena. Anny se separó rápidamente, porque la chica que entró era una Slytherin: Aradia Mírel. Ella los miró con aire de superioridad un momento, luego sonrió triunfante mientras tomaba un libro del estante más cercano a la entrada y, dando media vuelta, se fue, sin decir una sola palabra, pero dirigiéndoles una última mirada y sonrisa algo maliciosas.
- Esto es malo. – dijo Anny.
- ¿Qué?
- Aradia me vio contigo, irá a contarle a Alan. Tengo que detenerla. – la chica se marchó rápidamente dejando a Harry completamente solo.
Por los siguiente dos días, Anny no le dirigió la palabra a Harry, ni siquiera en la clase de pociones del viernes, pero en la mañana del sábado, el muchacho recibió una carta durante el desayuno que decía:
Querido Harry: perdón por no hablarte por estos días, pero era necesario. Ahora necesito verte urgentemente, en el mismo lugar de siempre, junto a la estatua de Maelin, a las 10:00 de ésta noche, no llegues tarde.
PD. Hay que recuperar el tiempo perdido.

Harry se preguntó el porqué de la urgencia y a qué se refería con lo de recuperar el tiempo perdido. Aquella noche Harry salió de su dormitorio a la 10:00 exactas, llevaba puesta su capa de invisibilidad, pero se la quitó al llegar al pasillo donde siempre acostumbraban encontrase. El chico iba caminando por los oscuros pasillos en completo silencio. Esperaba ver algo que le indicara que había alguien más ahí. Seguía avanzando en la oscuridad, que solo era mitigada por la luz de la luna en entraba por las ventanas. Iba despacio cuando se acercó a la estatua de Maelin (un mago tipo Slytherin), junto a la entrada del aula de Historia de la Magia, cuando de pronto, una mano salió de la nada y lo jaló de la túnica, llevándolo tras la estatua. Harry no tuvo tiempo ni de hablar cuando chocó contra la pared y unos brazos lo aprisionaron. El cuerpo de una chica se le pegó como goma.
- Llegas tarde – dijo Anny, antes de besarlo apasionadamente. El chico no pudo ni hablar y tampoco puso mucha resistencia, solo sonrió y se dejó querer.
Aunque estaba muy entretenidos, el gusto solo les duró poco, porque, a los pocos minutos escucharon un ruido. Alguien se estaba acercando. Rápidamente los dos entraron al aula vacía de H de la M para esconderse. Por la rendija del picaporte Harry vio que era Hermione la que inspeccionaba el lugar.
- ¡Hermione! – gritó Ron, que también aparecía de entre las sombras.
- ¿Qué pasa? – preguntó la chica sin voltear a verlo.
- Ya vamonos.
- Espera, creo que escuché algo.
- No hay nada. Ya vamonos. – la urgía el pelirrojo.
- ¡Ay!, ¿ya terminaste de inspeccionar el otro pasillo?
- Sí, ya terminé. Vamonos porque tengo un montón de tarea que hacer.
- Si la hubieras hecho antes de tus deberes de prefecto no tendrías preocupaciones ahora.
- Sí, ya sé, pero no lo hice, ¿nos vamos ya?
- ¡Ay!, está bien. Definitivamente tu nunca vas a cambiar.
Harry vio como sus dos amigos desaparecían por el lóbrego pasillo. Entonces dejó la puerta y volteó hacia Anny.
- Ya se fueron. – dijo - ¿Qué? – preguntó al ver una (no muy) extraña expresión en el rostro de la chica.
- ¿Dónde estábamos? – preguntó ella con un tono sexy y mirándolo a los ojos, mientras lo toma de la corbata y lo conducía hasta el otro extremo del salón sin apartar sus ojos de él.
Harry le sonrió y la besó. (Por fin entendió cual era la urgencia J). Sus labios se apretaban vigorosamente, sus respiraciones se agitaban cada vez más, Harry sentía su corazón latir aceleradamente mientras la abrazaba por la cintura. El calor de su cuerpo iba aumentando muy rápidamente. Harry no supo porqué lo hizo, pero lo hizo, solo obedecía un impulso, un instinto. Levantó a Anny por la cintura y la sentó en la orilla del escritorio. Lentamente, bajó su mano y acarició la pierna de la chica, por debajo de su falda, mientras ella le desabotonaba la camisa. Poco a poco, los dos se dejaban llevar por la pasión, hasta que…
- Espera. – dijo Anny con un hilo de voz.
Aquella débil palabra hizo que Harry recobrara el sentido de inmediato. El calor de su cuerpo bajó tan rápido, como si le hubieran echado un cubetazo de agua fría.
- Lo… lo siento. – murmuró el chico, pero Anny lo calló de inmediato.
- Sshh, creo que escuché algo. – dijo, luego se levantó de inmediato y apresuró a Harry tras el escritorio. - ¡Escóndete, rápido!
El chico se escondió justo a tiempo, antes de que alguien abriera la puerta del aula. Era Aradia.
- Creo que te atrapé. – dijo la chica, triunfante, con su habitual entonación de superioridad. Anny la miró de una forma fría.
- ¿Qué haces aquí? – le preguntó.
- No – respondió Aradia, – la pregunta es ¿QUÉ haces TÚ aquí?
- No creo que sea de tu incumbencia. – contestó Anny – ¿Te envió Alan a buscarme, o a espiarme?
- No. Solo que te vi entrar muy apresurada y sospechosa con alguien más, justo cuando venían esos dos prefectos. ¿Qué escondes?
- Nada.
- Vamos, tu sabes que no soy tu enemiga.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Saber donde lo escondiste. – respondió Aradia, mientras sonríe triunfal.
- No sé de qué estas hablando.
- Sé lo que haces, yo no soy estúpida, como el resto de ésta escuela. ¿Dónde escondiste a Potter?.
- Estas alucinando, yo no escondo a nadie, y menos a Potter.
- Por favor, no me vengas con cuentos. Te he visto cómo lo miras y cómo te mira él a ti. Se ven es secreto, lo sé. Tú siempre desapareces muy misteriosa y no se diga cuando están trabajando juntos en la biblioteca.
Anny no sabía que contestar, jamás pensó que fuera tan obvia.
- Te voy a dar un consejo – continuó Aradia, – ten cuidado, te estás metiendo en la boca del lobo. Toda la casa de Slytherin odia a Potter. En lo personal, a mí no me desagrada tanto, pero a tu hermano no le hace gracia que lo frecuentes.
- ¡¿Él lo sabe?!
- No. Tu hermanito no lo ve, o finge no verlo, pero creo que es obvio, ¿no?
- Bueno, a quien frecuente o no, es mí problema.
- Solo es un consejo. Vives en un nido de víboras, literalmente, y todas quieren hacerte daño.
- Pues, gracias por la advertencia, pero puedo defenderme sola.
- Como quieras. Solo fue un consejos. Ahora me voy para que puedan estar a gusto. Saluda a Potter de mi parte, ¿quieres?
La chica salió del aula cerrando la puerta tras de sí. Harry salió de su escondite y vio a Anny, pero ella se quedó callada un largo rato, meditando en las palabras que Aradia le dijo.
- ¿Anny? – hablo Harry.
- Creo que lo dejaremos para después. – dijo la chica. – Lo cual es una pena, porque realmente me estaba divirtiendo.
- ¿Crees que ella nos delate?
- No lo sé. No lo hizo la última vez. Debe estar tramando algo, ella es muy astuta.
- ¿Qué haremos?
- Yo hablaré con ella de una vez por todas, pondré las cosas en claro y averiguaré qué es lo que quiere. Pero, por lo pronto, debemos irnos de aquí antes de que alguien más nos sorprenda.
- De acuerdo.
Los dos salieron del aula cubiertos por la capa de invisibilidad de Harry. El chico acompañó a Anny hasta su sala común. La chica se despidió de él con un beso y entró, luego Harry se encaminó a su propia sala común.
El camino parecía totalmente seguro hasta que Harry dobló en una esquina del primer piso, cerca del aula de transformaciones, donde Harry escuchó ruido. Voces que venían de adentro del salón. Sin aguantar la curiosidad, el chico se acercó y vio que la puerta estaba entreabierta, así que asomó la cabeza para escuchar mejor y ver quien estaba ahí. La profesora McGonagall y el profesor Snape estaba sentados en las bancas del centro, conversando.
- … el director dice que cada vez son más peligrosos, se escabullen por todos lados. Teme incluso que lleguen al colegio. – decía la Prof. McGonagall.
- Para que hagan eso tendrían que deshacerse primero del director. – respondía Snape.
- Lo sé, pero aún así, él está preocupado.
- ¿Qué ha dicho Hagrid?
- Que cada vez están más cerca de Londres. Él teme que lleguen a atacar la ciudad.
- No creo que lo hagan.
- ¿Qué?, ¿por qué?
- El Señor Tenebroso, me temo, ha vuelto. Pero no ha vuelto solo.
- ¿Qué dices?
- Lo acompaña una horda de magos muy poderosos, extranjeros, no se de donde, pero lo que sé es que se han convertido en sus más poderosos y fieles aliados.
- ¿Ya lo sabe el director?
- Ya. Fue el primero en enterarse.
- Una preocupación más, ¡justo lo que necesitábamos! – dijo exasperada la profesora – Eso sin mencionar a Potter.
- ¿Qué hay de Potter? – preguntó Snape con voz fría.
- Pues ÉL es su mayor preocupación. El director teme por la seguridad de Potter y la de los que lo rodean. El chico ha cambiado mucho este año, y eso le preocupa.
- Sí, lo he notado. – comentó Snape con frialdad.
En eso sonó el reloj de la pared del salón dando la media noche. Harry dio un respingo.
- Ya es hora, profesora. – dijo Snape, con tono cansado.
- Sí, vamos. – respondió la profesora, con el mismo tono.
Los dos se encaminaron hacia la puerta. Harry tuvo que moverse muy rápido para que no chocaran con él. Los maestros caminaron hasta perderse de vista, pero Harry los siguió y llegó hasta el vestíbulo del castillo. Ahí, el muchacho vio entrar por las grandes puertas a Albus Dumbledor y reunirse con los profesores. Inmediatamente después los tres caminaron hasta la oficina del director, a donde Harry ya no pudo seguirlos.

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