martes, 22 de enero de 2008

Capítulo 31.- La final de Quidditch.

Los días después de aquel en el que Harry a Anny hablaran por última vez, eran grises y vacíos, sin sentido. Lo único que ahora mantenía a Harry con su corazón latiendo eran las clases, las tareas y los entrenamientos, aunque su equipo le obedecía, no hablaban con él, a menos que fuera necesario. Harry no se daba cuenta pero, entre más solo estuviera, peor se sentía (como ya se sentía mal todos los días, no notaba mucho la diferencia), no podía concentrarse y su cicatriz dolía cada vez más. Controlaba menos sus accesos de ira y en repetidas ocasiones estuvo a punto de atacar a varios estudiantes de Slytherin e incluso de otras casas, por solo mirarlo y murmurar entre ellos, independiente se él realmente era el tema o no.
Por su parte, por esos días Anny también actuaba extraño, o mejor dicho, de mal humor. Durante las clases de pociones, que se volvieron un infierno para ambos por el hecho de que ahí se encontraban, la chica actuaba como si Harry no existiera. Y, aunque él la conocía demasiado bien para darse cuenta que estaba realmente dolida, ella aparentaba muy bien. También, el humor de la chica iba de mal en peor, desquitándose con quien se le pusiera enfrente. Cada vez que caminaba por los pasillos lo hacía rápido, pero siempre muy atenta a todos los que la rodeaban, como si los escaneára en segundos. Varias ocasiones terminó en la oficina del director por usar magia en los pasillos contra sus compañeros y ella sola había logrado perder más de 50 puntos en una tarde que mandó a la enfermería a cinco chicas de Slytherin, incluidas Pansy Parkinson y Millicent Bulstrode. Incluso Snape la tenía castigada después de clases.
Poco a poco, Harry se dio cuenta que el mal humor de la muchacha probablemente se debía a que ya no tenía su libro. Harry sabía que ella sospechaba de él, porque ella ya había registrado a casi todo el mudo (por la buenas y por las malas), así que él la evitaba más que nunca. Cuando se enterara que él era el que lo tenía, seguro lo mataba, por eso él se la pasaba donde había gente, como la biblioteca o el Gran Comedor, no porque le tuviera miedo, pero así evitaría problemas.
Una calurosa tarde de verano, la mayoría de los alumnos (excepto 5° y 7° grado) estaban descansando en los jardines y cerca del lago. Hacía demasiado calor como para estudiar o entrenar, así que el muchacho estaba descansando, sentado en un banco de piedra, cerca de la entrada del castillo, escribiendo en el libro negro. Quería convencer a toda costa a Alatar, que así se llamaba el anciano (ya que se presento a Harry), para que le mostrara el contenido del libro.
<< 'Anny me lo ha prestado, por favor dígame' >>. Escribía Harry, fervientemente.
<< 'No' >>. Era la respuesta que siempre aparecía ante él.
<< 'Bueno – escribió Harry, como último intento. – Al menos dígame, ¿conoce esto?' >>. Y Harry le hizo un burdo dibujo del Medallón de Naráva, con la esperanza de que le diera algo más de información de la que ya tenía. No se lo había mostrado antes porque, si no le daba información de simples conjuros, menos de algo tan misterioso e importante como ese Medallón. Cuando terminó el dibujo, Alatar tardó más de 10 minutos en contestar, incluso Harry pensó que era un caso perdido, así que ya iba cerrar el libro cuando varias líneas de texto aparecieron en las amarillentas páginas.
<< 'No se donde lo hayas visto pero, pero si lo conoces es que DEBES conocerlo. Con esto me refiero a que debes tener alguna relación con la persona que hizo éste Medallón para que él te lo haya mostrado' >>.
<< 'No entiendo' >>. Escribió Harry.
<< 'Es simple. – comenzó a aparecer – Es el Medallón de Naráva, por que Naráva lo hizo. Lo forjó con mucho entusiasmo y con un gran poder, un poder que va más allá de la inmortalidad. Él quería que fuera el emblema de su familia, pero es más que eso, es el símbolo que representa a sus herederos, los que, por sangre, han heredado su gran poder y magia, ya que no todos lo hicieron. También se sabe que es la llave de un gran poder que nadie más conoce' >>.
<< ¿Quién es Naráva? >>.
<< 'El león de Fuego, que eso significa Naráva, fue un mago muy poderoso. Él usaba este apodo por que su madre se lo puso, casi nadie conocía su verdadero nombre, y menos cuando dejó el Valle de Godric, donde vivía con su madre y hermano, para irse con su esposa muggle. Mi antepasado, el que escribió éste libro, fue su aprendiz durante muchos años, cuando él ya era anciano, y de él conoció muchas cosas, que luego escribió aquí. Claro que habla del Medallón, pero es información que no puedes tener.' >>.
<< ¿Cuál era el verdadero nombre de Naráva? >>.
<< 'Se llamaba Gr…' >>.
En eso, la sombra de una persona cubrió a Harry, haciéndolo voltear hacia arriba antes de leer el nombre que estaba apareciendo. A unos centímetros de su cabeza, parada frente a él, estaba Anny, y con ella, Aradia. La chica estaba furiosa, su mirada lo atravesaba como una lanza. Harry notó que varios de sus compañeros se les quedaron viendo un momento. Entonces, en menos de un segundo, la chica levantó su varita y exclamó:
- ¡Accio libro! – e inmediatamente el pequeño libro negro salió disparado de las manos de Harry y fue a parar hasta las manos de la chica.
- No vuelvas a tomar cosas que no te pertenecen. – le dijo ella en un suave y gélido susurro.
Entonces Harry se levantó, desafiándola con la mirada, cuando ella se giraba para irse, pero en ese instante, se detuvo, volvió su vista a él, respondiendo a su desafío. Caminó hacia él con paso firme y, cuando llegó a un palmo de Harry, le soltó una fuerte cachetada que lo hizo tambalear, sus gafas casi se quiebran y su labio comenzó a sangrar. Harry no sintió el golpe de una chica, más bien el de una bludger que lo golpeó directo en la cara, jamás pensó que ella tuviera tanta fuerza. Luego la chica se marchó altiva, sin decir una palabra más, seguida de Aradia, que tampoco decía nada o hacía ninguna expresión. Harry sintió la mirada de todos sus compañeros sobre él, entonces una furia incontrolable comenzó a invadirlo. Se limpió la sangre del labio con su mano derecha, recogió su mochila y se marchó del lugar, todavía seguido por montones de ojos curiosos.

Al día siguiente Harry se levantó temprano y bajó a desayunar. Cuando llegó al Gran Comedor se percató que toda la habladuría, que estaba momentos antes de entrar, desapareció en cuanto puso un pie en el recito. No le fue difícil deducir que él era el tema principal de conversación, ya que nunca nadie se había atrevido a golpearlo, no a él, y eso era una verdadera novedad. Aunque todos bajaban la vista cuando pasaba cerca, Harry sabía que solo disimulaban. Lo único bueno era que los de Slytherin le guardaban algo de temor y así no comenzaron a burlarse de él en su cara, pero sí lo hacían a sus espaldas.
Harry desayunó rápido, sin prestar atención a cómo Ron y Hermione lo observaban constantemente y con caras de querer hablar con él, pero cuando el chico terminó su cereal, se marchó hacia la biblioteca para ponerse a estudiar, ya que en una semanas más empezarían los exámenes finales.
Los días pasaban y las tareas se intensificaban por el hecho de que solo faltaba un mes para los finales y los estudiante comenzaban a ponerse histéricos (en especial 5° y 7° grado). En Transformaciones McGonagall les exigía el triple de esfuerzo, cosa que solo Hermione lograba, en Encantamientos casi todos ya lograban desaparecer muchas cosas y a sí mismos, pero el profesor Flikwick les insistía en que tenían que sacar licencia para eso, en DCAO Robinson solo les daba teoría de la maldición ‘Avada Kedabra’, ya que no tenía tiempo de enseñárselas sino hasta el siguiente año. Los equipos de quidditch tenían que alternar sus tareas con los entrenamientos, ya que la final sería a mediados de mayo y debían estar preparados. Harry evitaba a toda costa ver a Anny, se sentía enojado, deprimido y humillado. Más que el hecho de traer el golpe en la cara, aquella bofetada la había sentido como un golpe a su orgullo, y lo peor era que él sentía que sí se lo merecía. Su tortura creció aún más cuando una noche vio entrar a Anny junto con Malfoy. A la chica parecía ya no molestarle tanto el rubio, o solo era que ya estaba cansada de estarlo evitando, pero el hecho era que Malfoy estaba con ella y a ella no le incomodaba. Eso sin mencionar que Anny también compartía mucho tiempo con Aradia que, al parecer, se volvió su mejor amiga. Pero aunque la chica tenía más amigos que antes, (una para ser precisos), ahora se comportaba tan seria como cuando la conoció, incluso aburrida y cansada. Inclusive Harry llegó a pensar que estaba algo enferma porque muy rara vez la veía en el comedor a la hora de la cena o la comida y eso lo comenzó a preocupar sobremanera (más todavía).
Por fin llegó el fin de semana del quidditch. El sábado se llevaría a cabo el partido entre Slytherin y Hufflepuff, y el domingo sería el último de la temporada (o sea la final) entre Gryffindor y Ravenclaw. Ese día Harry no bajó al campo, se quedó en su cuarto, dizque estudiando. Por primera vez en su vida no tenía ganas de ir a un partido de quidditch. No quería ver a Anny, ya que le preocupaba su estado anímico y de salud, pero como no le hablaba y siendo él el responsable de ese estado en ella, se sentía frustrado. El chico se enteró después que el partido quedo 250 – 170 favor Slytherin. Aquella misma tarde Harry reunió a su equipo para dar un repaso a la estrategia y un partido de práctica.

Al día siguiente, a la hora del partido, todo el colegio estaba en las tribunas. Cuando Harry llegó a los vestidores, todo el equipo lo esperaba en silencio. Les dio un breve discurso y salieron al campo. El partido se desarrolló rápido. Harry notó cómo Cho seguía usando la misma técnica de siempre de marcarlo todo el tiempo, pero él no le prestaba mucha atención, quería atrapar la snitch cuanto antes para salir de ahí, por alguna razón comenzaba a sentirse mal. Cuando llevaban 40 minutos de juego, mientras iban 10 goles a 8 favor Gryffindor, Harry se sintió mareado y con ganas de vomitar, comenzó a ver las cosas algo borrosas, como cuando no traía sus gafas. Entonces lo escuchó, tan claro como el agua o como si alguien se lo dijera directo al oído: << 'Ya es hora… mátalos a todos… que paguen… que paguen con su sangre tus humillaciones…' >>. Y, como si no tuviera control de su escoba, ésta comenzó a descender en picada a una velocidad impresionante. En ese momento Ron se dio cuenta de lo que pasa y salió disparado hacia él, dejando los aros desprotegidos por completo. Y, tomando el extremo proximal de la escoba de Harry, lo hizo virar justo antes de que se estrellara contra el suelo. Pero Harry perdió el equilibrio y cayó al suelo que, afortunadamente, estaba a menos de un metro de distancia. Inmediatamente se suspendió el partido y la Sra. Hooch se acercó al muchacho para ver que le pasaba.
- ¡¿Qué pasó?!, ¿Potter, estás bien?
Harry estaba algo pálido y, el volver al suelo lo reconfortó, cosa nunca sucedía, ya que prefería estar en el cielo que en la tierra. Todo el equipo rodeaba la muchacho.
- Ya me siento mejor. – dijo, sin mucha convicción.
Se levantó y se dio cuenta que el mareo había pasado y también el malestar de la náusea.
- ¿Seguro que puedes continuar?
- Sí, seguro.
- Bien. ¡A JUGAR TODOS!
Harry retomó el vuelo, algo confundido por lo que pasó. Jamás en la vida se había sentido mal montando una escoba. El chico decidió encontrar lo más pronto posible la pequeña pelotita dorada para terminar con ese partido. Aquella pequeña interrupción del juego les constó dos puntos, donde los empataron, pero en un rato, los de Gryffindor los volvieron a superar 15 – 10. Pasados unos 15 minutos, la pelotita dorada apareció cerca de los aros de gol. Inmediatamente Harry se lanzó hacia ella, seguido de cerca por Cho, pero obviamente el muchacho llegó primero y atrapó la revoltosa snitch, ganado el partido y la copa, por puntos (aunque casi se las gana Slytherin). La casa de Gryffindor estaba muy emocionada y fueron a vitorear a su equipo ganador, pero no prestaban mucha atención a su buscador y capitán, así que éste se escabulló y se fue solo hasta el castillo.

Durante la cena, después del partido, los Gryffindor’s seguían festejando, y planeaban hacerlo también en su sala común hasta que fueran a callarlos. A pesar de haber ganado la copa del quidditch y asegurar la Copa de las Casas por puntos, Harry no se sentía contento como en otras ocasiones. Se sentía confundido por lo que pasó durante le juego y también se sentía triste, porque se sentía más solo que nunca. Ni con los Dursley se había sentido así. Entonces, cuando pensó que no podía sentirse peor, su congoja aumentó en el momento en que, regresando a su sala común, se encontró con una escena que jamás olvidaría: Draco Malfoy estaba abrazando a Anny y ella le correspondía ese abrazo. Harry no pudo aguantar la ira que se estaba generando de su agonía y caminó hacia ellos con paso firme.
- ¡Quítale las manos de encima! – dijo Harry con furia.
- El que ella sea tu compañera de clase no significa que le puedas ordenar algo. – respondió el rubio con altanería, apartándose un poco de ella, pero sin soltarla del todo.
- ¡Te dije que si la tocabas te mataría! – le gritó. Malfoy palideció un poco ante la furia de Harry, que había llamado la atención de varios alumnos que se dirigían hacia sus cuartos. Entonces Anny intervino.
- ¡A quien abrace o no es asunto mío y no te incumbe! – dijo la chica, que tenía los ojos un poco rojos, como si acabase de llorar.
- ¡Sí me incumbe – respondió Harry – y tú lo sabes!
- Pues yo pensaba que no. – contestó ella, controlando su voz para que no se quebrara. – Tú me lo dejaste muy claro.
Ahora casi todos los alumnos habían salido del Gran Comedor para ver lo que pasaba. Entre ellos se encontraban casi todos los Slytherin’s, por lo que Malfoy agarró valor y se enfrentó a Harry.
- Lo que pasa es que estás enojado Potter, porque ella me escogió a mí y no ti. Además, a ella le gustan los hombres, que no se dejen vencer por una chica. – Anny miraba a Malfoy can cara de ‘cállate ya’. – ¿Cómo es posible, Potter, que una chica te derrote y te humille de esa forma? – dijo burlándose, luego comenzó a reír como loco. Y con él, otros lo hicieron también, haciendo que cada carcajada resonara en sus oídos.
Aquella fue la gota que derramó el vaso. Harry comenzó a perder el control, la ira que lo invadía le nublaba el pensamiento y, ya no solo era su ira. Había una serpiente venenosa que saltaba en su interior a cada instante. Harry se acercó a Malfoy lentamente, sus ojos reflejaban un odio asesino. Anny trató de interponerse en su camino, pero la apartó de un empujón. La muchacha lo miró con ojos desorbitados y llenos de terror, como si el que pasara junto a ella no fuera Harry. Aunque él estaba plenamente conciente de lo que hacía, no podía detenerse, era como si no tuviera voluntad propia. Malfoy dejó de reír y comenzó a temblar mientras Harry se detuvo a un metro de él.
- Eres bastante molesto y ya me tienes harto. – dijo con una extraña voz fría que no parecía la suya. Entonces levantó su varita y le apuntó al pecho diciendo – Crucio. – ante la sorpresa y el horror de todos los presentes.
Malfoy gritó tan fuerte que resonó en todo el castillo. La maldición apenas duró unos segundos cuando Harry se detuvo. El chico bajó su varita y sonrió, satisfecho, viendo cómo el rubio estaba tirado en el suelo todo dolorido. Entonces se agachó hasta quedar a su altura y lo miró con desprecio.
- Duele, ¿verdad Draco? – le murmura – No querrás que lo haga de nuevo, ¿o sí?.
Malfoy parecía estar apunto de desmayarse del terror cuando McGonagall y Snape llegaron y se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Harry se puso de pie y los miró con insolencia.
- ¿Qué has hecho, Potter? – preguntó Snape.
- ¡Vaya! – respondió Harry con cinismo y sin poder controlar sus palabras, – pero si es el mortífago traidor y espía. Que sorpresa verte aquí, aliado con Dumbledor, el héroe de los ‘sangre sucia’.
Harry hizo una mueca de desprecio donde luego dibujó una sonrisa de triunfo al ver la expresión de sus maestros, que lo miraron con horror al escuchar aquellas palabras. Inmediatamente los dos se dieron cuenta de quien estaba en la mirada de Harry. En aquel momento, el muchacho tomó conciencia de lo que acababa de decir y comenzó a ver en todas direcciones. Todos los alumnos estaban petrificados y unas cuantas desmayadas. Harry regresó la vista hacia sus profesores y con terror se dio cuenta que Voldemort ya no necesita estar en su cuerpo para controlarlo.
- Acompáñame, Potter. – dijo Snape, con voz fría.
Harry es llevado a la oficina del director, pero él no se encontraba ahí, así que tuvo que esperarlo mientras lo encontraban y lo ponían al tanto de la situación. Minutos más tarde apareció Dumbledor en la puerta de la oficina y se veía más cansado y viejo que nunca. El anciano director entró a la oficina y se sentó frente a Harry, con el escritorio de por medio. No dijo nada, solamente observa al muchacho muy detenidamente, buscando sus ojos, pero Harry lo evitaba mirando hacia la pared de la derecha.
- ¿Cómo pasó, Harry? – preguntó Dumbledor para romper con el incómodo silencio.
Harry aún evitaba su mirada y no le contesta, no sabe como explicarse.
- ¿Estas conciente de que lo que hiciste merece la expulsión del colegio y el arresto en Azkaban?.
Harry sigue sin responder. Su corazón latía muy fuerte, solo pensaba a donde iban a terminar las cosas.
- ¿Cómo lo hizo, Harry? – le preguntó el anciano con voz queda y preocupada.
- No lo sé. – respondió al fin, mirando al anciano. El chico notó el temor que lo invadió acompañar aquellas palabras.
- Esto es grave, Harry. Atentaste contra la integridad de un estudiante usando una maldición imperdonable, prohibida por la ley mágica. Pero lo más preocupante es que realmente no fuiste tú. ¿Cómo pudo Voldemort, estando en Albania, obligarte a hacerlo?
Harry negó con la cabeza, realmente consternado.
- No puedes permanecer en el colegio… Me temo que estás suspendido.
- ¿Expulsado? – preguntó Harry con voz débil.
- Tú sabes que no puedo expulsarte porque sería como entregarte a Voldemort en bandeja de plata. – respondió Dumbledor con seriedad – No, solo estás suspendido indefinidamente, hasta que se resuelva tu situación, por lo que no puedes permanecer aquí. Haré que traigan tus cosas del dormitorio, porque te irás esta noche.
- ¿Iré con los Dursley?
- No, es demasiado arriesgarte si vas allá. Irás a mi casa y te pido por favor que te quedes ahí hasta que yo diga. – dijo Dumbledor con un tono un tanto autoritario, más que una petición era una orden.
Dumbledor sacó de un estante un viejo perchero de Fawkes, lo tocó con su varita y lo embrujó para que fuera un traslador que llevaría al chico directamente a su casa.

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