martes, 22 de enero de 2008

Capítulo 35.- Regreso a casa.

Harry salió de la enfermería con rumbo a la oficina del director. Mientras caminaba por los pasillos, se percató que éstos se encontraban desiertos, ya que era un caluroso día de verano donde los alumnos habían salido a relajarse en los jardines de la escuela y a refrescarse a orillas del lago. El que no hubiera nadie dentro del castillo permitió a Harry llegar hasta su destino sin contratiempos. Al llagar frente a la estatua del águila, entrada de dicha oficina, Harry recordó que no se sabía la contraseña, pero afortunadamente en aquel instante pasó por ahí la profesora McGonagall.
- ¡Oh!, Sr. Potter, veo que ya está mejor.
- Sí, mucho mejor. – respondió el muchacho.
- Déjeme decirlo que su actuación de la semana pasada fue extraordinaria. Usted es un excelente mago, nos dejó a todos impresionados.
- Gracias.
- ¿Busca al director?
- Sí, ¿usted podría darme la contraseña?
- Claro, es “grillos en pudín”.
Harry puso cara de ‘guacala’.
- Lo sé. – respondió la profesora ante la expresión del chico – pero al director le parecen suculentos. Siempre ha degustado de la comida exótica, dada su experiencia con las pepas de todos los sabores.
Harry le sonrió a la profesora y luego entró a la oficina.
El chico ingresó al lugar sigilosamente, el director parecía no estar a la vista, así que Harry comenzó a curiosear por ahí. Los retratos de los ex-directores parecían dormir, como siempre y Fweks, el ave fénix de Dumbledor, estaba muy tranquilo sobre su perchero. Harry caminó despacio admirando la oficina, aunque ya la conocía muy bien, siempre encontraba algo nuevo, como en ésta ocasión. Se aproximó al centro de la oficina, y lo que descubrió ahí lo hizo quedar paralizado por un instante. El viejo libro rojo que desapareció de la biblioteca yacía sobre el escritorio del director, abierto precisamente en las páginas donde hablaba del Medallón Perdido de Naráva.
- Interesante libro, ¿no, Harry?
El chico dio un respingo y se volvió rápidamente al escuchar a sus espaldas la voz del director.
- Aunque debe ser más interesante para ti que para mí. ¿O me equivoco?
El muchacho no dijo nada.
- ¿Sabes porqué te he mandado llamar?
- No señor. – respondió el chico.
- Siéntate, Harry. – invitó el anciano.
El muchacho se acercó a una silla y se sentó, mientras el director hizo lo mismo, pero al otro lado del escritorio.
- Hace meses que he tratado de descifrar algunas cosas de éste libro, cosas como el misterio del Medallón de Naráva, tu Medallón, que fue lo que te salvó en ésta ocasión. Pero hay una cosa que me gustaría saber antes de empezar con la explicación. ¿Dónde lo encontraste?
- Lo encontré en el Valle de Godric.
- Ya veo, ¿fuiste hasta allá para buscarlo?
- Sí señor.
- ¿Desobedeciendo deliberadamente las órdenes que te dejé de que te quedaras en la casa?
- Sí señor. – respondió el chico en tono de disculpa.
- Sabes, Harry, me llama la atención que por más seguridad que tenga para ti, siempre encuentras la forma de evadirla. Cuando Águeda me comunicó que te escapaste, no podía dejar de preguntarme cómo le hiciste. ¿Podrías explicarme?
- Fue con esto, señor. – Harry le mostró el pequeño cristal que pendía de la cadenita dorada.
- Ya veo, – dijo el anciano – encontraste la forma de usarlo. Hacía muchísimos años que no veía un cristal de Annon. ¿Dónde lo conseguiste?
- Es lo que usaba Velda, la mortífaga que acompaña a Voldemort, para entrar al colegio.
- Sí, ya estoy al tanto de esas intromisiones. Siempre quise saber cómo lograba colarse al colegio sin ser detectada. Pero afortunadamente ella lo perdió y tú lo encontraste.
- ¿Para qué venía al colegio? – preguntó Harry. – Nunca me atacó aquí.
- Venía a espiarte, supongo. Nadie se atrevería a ponerte una mano encima estando bajo mi supervisión. Por eso te atacó en casa de los Weasley, donde yo no estaba. – alegó el anciano – Pero volviendo al tema del libro y el Medallón, también me gustaría saber ¿cómo es que te diste cuenta de su existencia?, porque nadie sabía que existía, ni siquiera yo, hasta hace algún tiempo, cuando encontré este libro.
- Cuando Velda me atacó en casa de los Weasley, mi mente viajó hacia un horrible lugar, del que nunca mencioné nada, ahí estuve por un tiempo hasta que… – Harry se detuvo un instante, no quería mencionar a Anny – …alguien me sacó de ese lugar y me llevó al Castillo de Gryffindor en el Valle de Godric, – continuó – de ahí que lo descubrí justo antes de hablar con mis padres.
- ¿Te encontraste con tus padres? – preguntó Dumbledor, extrañado.
- Y con Sirius. – contestó Harry. – Fue extraño, era como si estuvieran vivos, porque podía sentirlos. Era como si el lugar fuera real.
- Ahora entiendo. – dijo el anciano director más para sí que para el muchacho. – Ahora es muy fácil de explicar lo que te pasó, Harry. La noche en que te atacaron usaron un hechizo muy poderoso ‘morto est’, que separa la mente y el alma del cuerpo, es un conjuro que jamás pensé que alguien pudiera realizar, porque para enviar a una persona al ‘Valle de la sombras’ necesitas mucho poder y la habilidad de entrar y salir del lugar, cosa que solo los nigromantes saben y pueden hacer. Tu mente se separó de tu cuerpo y viajó a esos lugares, que en realidad existen, pero para tu mente solo eran como dimensiones paralelas donde no puedes permanecer mucho tiempo, sino, mueres ahí, aunque físicamente sigas con vida, serías como un vegetal mientras tu mente vive en ese infierno. Velda te atacó con el propósito de sacarte del camino de Voldemort, pero alguien te rescató. Tal vez te sorprenda un poco Harry, pero he tenido una larga charla con la Srta. Waller y me ha comentado que fue ella quien, arriesgando su alma, entró a ese bosque para salvarte. Fue ella quien me dijo que fue Velda, su madre, la responsable de ese ataque.
- ¿Le dijo que fue su madre quien me atacó?
- Sí. También me dijo que después de que te sacó de ese lugar te llevó al Valle de Godric, donde tu familia le pidió que te llevara. Supongo que ahí viste el Medallón por primera vez y después tus padres te hicieron regresar.
- Pero, ¿qué es éste Medallón?, aún no entiendo del todo su significado.
- Según he descubierto, éste Medallón perteneció a Gardo Gryffindor, hermano mayor de Godric, que forjó el Medallón cuando era muy joven, un muchacho, pero que lo hizo muy poderoso ya que gurdo en él un gran poder desconocido.
- ¿Qué poder?
- No lo sé, por eso es desconocido. Pero tengo la sospecha que tiene algo que ver con lo que guardan en el Departamento de Misterios. Gardo conservó el Medallón por mucho tiempo dándole poder y salvándolo en innumerables ocasiones, hasta que un mago tenebrosos encontró la forma de derrotarlo. Éste mago logró conjurar un hechizo tan poderoso que partió el Medallón por la mitad, haciéndolo menguar en su poder. Entonces Gardo decidió conservar solo la mitad del Medallón y le encargó la otra mitad a su hermano Godric, quien lo escondió en el bosque del Valle y lo protegió mediante el fuego rojo, una llama mágica que Godric creó especialmente para cuidarlo. Éste mago tenebroso quería el Medallón para conseguir la inmortalidad, como Voldemort, por eso Gardo decidió ya no unir las dos partes y esconderlas por separado.
- ¿Por qué yo siempre lo veía completo?
- Pues para que supieras qué es y que debías buscarlo y tenerlo completo. – respondió Dumbledor. – Después de que lo viste por primera vez, supongo que comenzó a mostrarse a ti en más de una ocasión.
- Sí, comencé a soñar con él y con Naráva o Gardo, o como se llame. Soñaba más con él cuando Voldemort parecía no existir.
- Eso era natural. Voldemort estaba enfrascado en su búsqueda por la inmortalidad ayudado por Velda, así que su atención por ti estaba disminuida y tu mente más libre. Eso sin mencionar que Voldemort y Velda recorrieron casi todo el mundo buscando el libro de Agripa y otros manuales de magia oscura indagando en la mejor forma de deshacerse de ti y obtener dicha inmortalidad.
- Entonces se alió con Velda. Pero, ¿por qué?, se supone que Voldemort nunca trata a nadie como su igual.
- Velda es una bruja muy poderosa, como pocas. Desde que ella llegó, Voldemort ha cambiado sus planes. Ya ni siquiera sus mortífagos más confiables saben lo que planea, solo Velda y sus secuaces. Ella lo convenció de atacar Avalón, el colegio a donde pertenece la Srta. Waller y el resto de los alumnos extranjeros. También le dio las armas que necesitaba para realizar un genocidio y obtener ganancias de él, más allá de la simple satisfacción de matar. Le proporcionó la ‘Copa Esmeralda’, que usó para robar la energía vital de las personas. Se supone que la copa es verde y tiene la llama de la maestría, pero en sus manos, corrompida por su deseo de inmortalidad, la volvió negra, pero aún así con mucho poder, dándole una vida más larga y más poderosa, y acercándolo más a la posibilidad de destruirte. Aunque cometió un error, en lugar de hacerse más poderoso para acabarte, no contempló que, por medio de tu cicatriz y de la profecía, su conexión contigo era un obstáculo más que otra cosa. La noche en que enfermaste de gravedad en Grimmauld Place, fue la noche en que Voldemort por fin ingirió el contenido de la copa, pasando por un periodo de vulnerabilidad, al igual que tú. – Harry miró al anciano algo desconcertado. – Fue en ese momento que intentó engañarte. Después de esa noche – continuó Dumbledor – apuesto a que te sentías diferente, como si tuvieras más poder que antes, pero inseguro de tus amigos. ¿Me equivoco, Harry? – el chico negó con la cabeza. – Con eso también fortaleció su conexión contigo.
- Y por eso no me quería en el colegio.
- Voldemort no estaba seguro de que sí intentaba matarte, a él no le pasaría nada. El hecho de que siempre te le escapas y la forma en que pudiste sacarlo de tu cuerpo en el Ministerio de Magia el año pasado, lo hicieron pensar mucho en esa conexión que comparten – Dumbledor señaló la cicatriz de Harry. – No quería arriesgarse.
- Entonces sí era por eso – dijo Harry, corroborando su teoría. – Pero, ¿cómo se las ingenió para sacarme de la escuela?
- Él sabe que con el respaldo de tus amigos tú tendrías una ventaja sobre él, por eso lo pudiste expulsar de tu cuerpo y ya no intentó poseerte otra vez. Pero al alejarte de tus amigos fuiste una presa más fácil de manipular, incluso a distancia, por eso atacaste al Sr. Malfoy sin poder controlarte. Él sabía que tarde o temprano harías algo así y que no te quedarías en el colegio por temor a lastimar a alguien más.
- Por eso me pidió que me aliara con él desde un principio, para alejarme de mis amigos. – concluyó Harry. – Voldemort me dijo que de todos modos yo terminaría matándolos. Pero todo era una mentira, ¿verdad?
- Sí, hasta cierto punto. El error que tú cometiste fue haberte confundido y tratar de eliminar tus emociones. Es tan malo ser emocional como tener el corazón como una piedra. Voldemort te hizo más fuerte, pese a su voluntad, y fue en ese momento cuando se dio cuenta que había cometido ese error y trató por todos los medios de remediarlo, intentando convencerte de algo que no era y así debilitarte. Él sabe que con tu existencia, la suya propia podría desaparecer. Pero no importa lo que te haya dicho, Voldemort siempre querrá matarte por que tú eres el único que puede destruirlo y no puede permitir que te vuelvas cada vez más fuerte. Es el apoyo de tus amigos y seres queridos lo que te hace más fuerte que él y lo que en un momento dado te ayudará a cumplir con tu destino. Tú sabes que fue eso lo que te salvó el año pasado.
Harry solo agachó la cabeza, ya mucho le había costado entender eso.
- Hay otra cosa que me gustaría comentarte y que he encontrado muy interesante en éste libro rojo. La razón por la que precisamente tú fueras quien encontrara ésta joya, es que tú eres el heredero de Gryffindor. Un dato que ni yo mismo sabía hasta que leí este libro.
- Yo me enteré cuando fui por el Medallón, solo que me desconcertó que fuera por parte de mi madre, que es hija de muggles, y no por parte de mi padre, que es de sangre pura.
- Es cierto que en la familia de Lily todos fueron muggles excepto ella, pero si buscas en tú árbol genealógico, te darás cuenta que algunos de tus antepasados presentaron indicios de magia que nunca desarrollaron, además los hijos de Gardo fueron squibs y de ahí que la mayor parte de tu familia sea muggle. En éste libro dice que solo el heredero podrá tener acceso al gran poder de este Medallón para cumplir con su destino. Tú eres el heredero del que Gardo escribió, y él lo sabía porque tenía el don de la premonición, por eso esperó hasta que tú estuvieras listo para mostrarte el Medallón y no antes, cuando ni siquiera conocías tu destino.
- Sé que el Medallón es la llave de un gran poder, pero no se como usarlo.
- Primero necesitas encontrar la otra mitad, como ya te dije.
- Eso lo sé, pero no sé donde buscar.
- Ya llegará el tiempo en que lo averigües. – dijo el anciano con una sonrisa mientras le entregaba la mitad de Medallón. – ¿No sé si tengas aluna pregunta que hacerme?
- Sí – dijo el muchacho – cuando habló con Ann… la Srta. Waller, ¿ella vino voluntariamente a verlo?
- Sí, la Srta. Waller vino a mi oficina y me comentó que tenía un terrible presentimiento. Me habló de cómo Voldemort se había aliado con su madre y cómo entre los dos habían acabado con sus compañeros de colegio. Ella tenía miedo de que lo mismo pasara aquí, por eso vino a verme a los dos días que dejaste en colegio. También me proporcionó valiosa información de las actividades de los mortífagos, aunque no me dijo cómo la consiguió, me dijo que era muy confiable.
- ¿Por qué le dijo que fue ella quien me rescató?
- No lo hizo por voluntad propia, básicamente yo la presioné para que me lo dijera. Ella solo explicó que fue su madre quien te atacó, pero casualmente conocía a la perfección el hechizo que te lanzaron, así que me interesó saber cómo es que sabía tanto. No tuvo más opción que contarme todo.
- Y… ¿le dijo algo más… acerca de… mí?
- Sí – respondió el anciano con una sonrisa más amplia – Me dijo que eres muy listo, pero a veces no lo sabes y te dejas llevar por tus emociones y miedos, que a veces no piensas con la cabeza. Me dijo que habías caído en una trampa para sacarte de la escuela, aunque no me dio muchas explicaciones de cómo o porqué, sí me dijo que por favor no dejara de vigilarte, ya que tal vez podrías cometer alguna tontería.
- Ya veo. – respondió el chico, sorprendido de cómo ella lo conocía tan bien.
- Es una buena chica, – comentó el anciano – pero con un carácter difícil.
- Dígamelo a mí…
- Creo que es todo, Harry. Puedes irte.
Harry se encaminó hacia la salida, pero antes de abrir la puerta se volvió para hacer una última pregunta.
- Profesor, otra cosa. Es que… bueno… no presenté los exámenes finales y no sé…
- No te preocupes por eso, Harry. Los maestros han acordado que estás suficientemente preparado para continuar el próximo año. Solo el profesor Snape se empeñó en que presentes su examen final para poder aceptarte en su último curso.
- ¿Cuándo lo presentaré?
- Durante el verano. Cuando vayas a Londres para obtener tu licencia de aparición, después de haber cumplido los 17 años, que es la mayoría de edad. Ahí lo presentarás.
- Muy bien. Gracias, profesor. – el muchacho abrió la puerta y se fue.

Al salir Harry de la oficina distinguió a Ron y Hermione que le esperaban al final de pasillo.
- ¿Qué pasa? – preguntó el chico.
- Nada – respondió Ron – solo que Hagrid quiere vernos. – dijo mientras le mostraba a Harry un pequeño papel.
- Tal vez quiere saber si ya estás mejor. No ha podido ir a visitarte en todo el día, así que no debe saber que ya estás bien. – comentó Hermione.
- Está bien. – dijo Harry – Vayamos a verlo, tengo ganas de saludarlo. Por cierto, ¿cuándo regresó? – preguntó el muchacho mientras caminaban hacia los jardines.
- Una semana después de que te fueras.
- ¿Les comentó a donde fue o qué estuvo haciendo?
- No nos dijo casi nada, solo que al parecer se preparaba un gran ataque en la ciudad o algo así. Cosa que se supo al día siguiente del ataque de Voldemort al colegio. – Hermione.
- ¿Cómo? – Harry.
- Salió en el diario ‘El Profeta’. Como dijiste, el ejercito de mortífagos que te topaste en el Valle de Godric fueron enviados a Londres como coartada, para engañar y sacar a Dumbledor del colegio.
- ¿Y, atacaron la ciudad?
- El diario dice que fue un escándalo tremendo. Atacaron a muggles y magos por igual. Hubo pérdidas en ambos bandos. Ahora el Ministerio de Magia está como loco borrando la memoria de los muggles víctimas y espectadores de todo Londres.
- ¿Qué más les dijo Hagrid?
- Preguntó por ti. – respondió Hermione.
- Hubieras visto su reacción cuando le dijimos porqué no estabas en el colegio, casi le da un infarto. – continuó Ron.
- Y… hablando de eso… ¿qué pasó mientras no estuve?
- Pues nada en especial. Muchos pensaron que lo que le hiciste a Malfoy estaba justificado, o sea que él se lo buscó por burlarse de ti.
- Pero aún así no dejaron de tenerte miedo. Algunos decían las teorías tontas de que te volverías malo como “ya sabes quien”, igual que cuando creían que eras el heredero de Slytherin.
- Ron, creo que ya va siendo hora de que llames a Voldemort por su nombre. – comentó Harry a su amigo.
- Lo llamaré por su nombre cuando ya no exista. – dijo Ron, luego miró a Harry con cara de ‘no debí decir eso’.
- No te preocupes Ron, trataré de no tardarme mucho en eliminarlo. – respondió Harry con algo de sarcasmo.
Mientras hablaban llegaron a las puertas del castillo. Al salir , el resto de los estudiantes se percataron de que Harry ya se había levantado, así que todos fueron a saludarlo.

Harry, Ron y Hermione iban caminando despacio por los jardines rumbo a la cabaña de Hagrid. Inconscientemente, Harry desvió su mirada hacia aquel pequeño espacio frente al lago, escondido detrás de un arbusto, el lugar donde le pidió a Anny que fuera su novia. De repente sintió un nudo en el estómago bastante desagradable, y justo en ese momento logró divisar que alguien se levantaba y salía detrás de ese arbusto. Era Anny, y detrás de ella venía Malfoy. La chica caminaba hacia el castillo cuando de pronto su detuvo en seco, su mirada se cruzó con la de Harry. Por unos segundos ella se quedó quieta, como una estatua y a punto de soltar su libro negro, con su rostro reflejando una gran sorpresa. En esos lentos segundos Malfoy alcanzó a la chica. Harry se percató que hablaban pero no alcanzaba a escucharlos. El chico seguía caminando, pero no podía dejar de voltear a donde se encontraban Anny y Malfoy, con ese nudo en su estómago haciéndose cada ves más fuerte. La chica tampoco dejaba de mirar a Harry, por lo que no le prestaba mucha atención al rubio, que le hablaba y le hablaba, pero ella parecía no escucharlo. Entonces Malfoy atrajo la atención de la chica tomándola de la barbilla y acercándola hacia sí, Harry sentía la enorme necesidad de ir hacia ellos y separarlos, pero sabía que no debía, si es que no quería causar otra escándalo como el anterior. Malfoy ya estaba a escasos centímetros de besar a Anny cuando se detuvo. Harry logró distinguir que Anny tenía su varita discretamente levantada y apuntándole directo al pecho. Malfoy ya no hizo ningún movimiento por temor a ser atacado, entonces ella le dijo algo y se marchó altiva, ya sin mirar en otra dirección que no fuera el castillo, el rubio se quedó quieto y bastante decepcionado mirándola alejarse.
- Harry…
El muchacho se detuvo y volteó hacia su amiga, que lo llamaba.
- ¿Qué?
- Aquí es.
Hasta ese momento Harry se percató de que ya estaba frente a la cabaña de Hagrid. El chico solo asintió y se aproximó para llamar a la puerta. Sus amigos, que se dieron cuenta de lo que lo había distraído, no dijeron nada, solo intercambiaron miradas de compasión y resignación por su amigo.
- ¡Hola muchachos!. ¡¡Harry, que gusto verte!! – dijo el gigante.
- Hola Hagrid. – respondió el muchacho.
Los tres entraron a la cabaña. Durante un agradable rato los chicos estuvieron conversando con Hagrid, aunque Harry no decía mucho. Pasó la tarde y Harry, Ron y Hermione se despidieron del gigante antes de dirigirse al Gran Comedor al banquete de despedida.
Cuando entraron al Gran Salón, casi todos los alumnos (los que no habían visto a Harry) fueron a saludarlo. De todos ellos, Harry recibió señales de apoyo y amistad (excepto de los Slytherin’s). Los muchachos tomaron asiento, Harry quedó de espaldas a la mesa de Slytherin, ya que no quería ni siquiera mirar para allá. Justo antes de que Dumbledor diera su discurso de despedida, unos últimos alumnos llegaron al comedor. Alan, Aradia, Anny y Malfoy se dirigían a sus lugares. Harry quiso evitar mirarlos, pero no pudo, de hecho ellos captaron la atención de todos, ya que un orgulloso Malfoy llevaba a Anny del brazo, lo que hizo pensar a muchos, pero a Harry lo destrozaba. Anny, por su lado, se veía inflexible y arrogante, como si todos fueran inferiores a ella; en ningún momento desvió la mirada de su camino, ni siquiera al pasar por la mesa de Gryffindor, donde casi todos la miraba, en especial Harry, que luchaba contra sí mismo para no darle la cara. Los cuatro muchachos se sentaron y el director comenzó con su discurso se despedida y luego el banquete.

A la mañana siguiente, los tres amigos se dispusieron a dejar el colegio. Al llegar a la estación, fueron de los últimos en abordar el tren, así que Harry, Ron y Hermione estaban buscando lugar por todos los vagones. Los tres recorrieron cada uno de los compartimentos hasta llegar al último, donde solo había dos personas. Aradia y Anny estaban sentadas junto a la ventanilla, una frente a la otra, conversando. Las dos guardaron silencio en cuanto abrieron la puerta.
- ¿Podemos viajar con ustedes?, el resto está lleno. – preguntó Hermione.
- Hasta donde sé, es un país libre – contestó Aradia, con su habitual entonación. – adelante.
Así lo hicieron. Los tres chicos entraron y acomodaron sus maletas. Anny, quien volteaba hacia la ventanilla, evitó todo contacto visual con Harry mientras éste acomodaba su equipaje. Cuando terminaron, Ron y Hermione se sentaron al lado de Aradia y Harry al lado de Anny. El estar junto a ella lo puso algo nervioso. Tenía tantos deseos de hablar con ella y aclarar tantas cosas. Pero en cuanto Harry se sentó, la chica se levantó.
- Voy con Alan. – dijo a Aradia escuetamente.
- No huyas cobarde. – respondió Aradia con tono de burla, mientras Anny la fulminaba con la mirada por el comentario.
- No huyo – contestó fríamente – solo no quiero estar aquí.
Entonces sacó su mochila y se dispuso a abandonar el compartimiento. Pero justo cuanto tocó el picaporte de la puerta Harry se levantó y la llamó.
- Necesito hablar contigo.
La chica se detuvo pero no volteó, siguió dándole la espalda.
- No creo que tengas nada más que decirme… – respondió con frialdad, entonces se giró para quedar frente a él – ¿o sí?
- Quiero aclarar las cosas. – dijo Harry.
- ¿Aclarar la cosas?… Para mí están bastante claras. – refutó ella, inflexible. – Las aclaraste en nuestra última charla. ¿O qué?, ¿ya no lo recuerdas?
Harry no supo que contestar, ella parecía ser ahora tan impasible como el día en que la conoció, incluso más cuando sus ojos no mostraban nada más que aversión. Pero él la conocía demasiado bien para poder distinguir detrás de esa mirada de hielo una gran tristeza y decepción.
- Como dije, – continuó ella, inmutable – no quiero estar aquí.
Entonces Anny se volvió para irse y Harry ya no la detuvo. Tal vez fue solo su imaginación, pero a Harry le pareció distinguir una fina y brillante lágrima resbalar por el rostro de la chica, antes de desaparecer por el pasillo.
- Ella es tan orgullosa y testaruda como tú, ¿sabes? – comentó Aradia a Harry, quien la miró levantarse del asiento. – Te costará mucho hacer que vuelva. – concluyó la chica en tono serio antes de salir ella también del vagón.
Harry contempló a Aradia marcharse antes de sentarse apesadumbrado y con el alma por los suelos. Ron y Hermione no encontraron que decir para animarlo, así que mejor cambiaron de tema, aunque Harry ya no participó en la conversación, solo se quedó sentado mirando por la ventanilla el bello paisaje boscoso y montañoso que abandonaban.
Al llegar a la estación del tren había una gran comitiva de personas esperándolos. Lupin, Moody, Tonks, la Sra. y el Sr. Weasley y los gemelos.
- ¡Harry, querido! – dijo la Sra. Weasley abrazando al muchacho. - ¡Que bueno que estás bien! Cuando Dumbledor nos dijo que te escapaste nos preocupamos mucho. Y luego con lo que pasó en el colegio. Fue una fortuna que nadie resultara herido de gravedad.
Harry solo sonreía.
- ¿Qué tal el año, Harry? – preguntó Lupin.
El chico solo se encogió de hombros. En ese instante junto a ellos pasó Anny y Alan caminando detrás de su padre, con el mismo porte y elegancia que cuando fue por ellos al colegio. La chica caminaba arrogante, sin desviar la vista hacia ningún lado. Harry la siguió con la mirada mientras experimentaba una desagradable desazón. Los chicos salieron de la estación y subieron a un Roll Royce de color negro. Resignado, Harry contempló al vehículo partir con el amor de su vida abordo. Al otro extremo de la estación ya se encontraban los Dursley, que lo esperaban. Harry se despidió de sus amigos y se encaminó hacia su familia. Subió al coche en silencio, haciendo caso omiso de los insidiosos comentarios de su tío. Ahora tan solo contemplaba al camino de regreso a casa pensando en que este año había sido muy feliz, pero lo echo a perder. Tal vez Anny estaba determinada a sacarlo de su vida para siempre, pero al menos él no la olvidaría, y tampoco olvidaría su gran amor por ella.

FIN (pero continuará…)

No hay comentarios: