lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 11.- Cosas raras y extrañas.

Harry se dirigió hacia los jardines del colegio. Necesitaba desesperadamente un lugar en donde desahogar su rabia sin lastimar a nadie, así que se encaminó hacia el sauce boxeador, como traía la capa invisible, el árbol no lo vio. Se metió por el agujero y se refugió en la casa de los gritos. Cuando llegó allá, evitó subir a la habitación donde había averiguado la verdad acerca de su padrino. Decidió quedarse en la planta baja, terminando de destruir los muebles ya rotos. Cuando se cansó, se sentó en el piso. Estaba regresando a la normalidad. Harry se sentía muy mal por la reacción que tuvo con su amiga, le entró miedo, miedo a que pudiera lastimarlos de verdad. Aquel arranque de furia no había sido su intención. Harry se dio cuenta de que entre más emocional fuera, Voldemort lo controlaría más fácil, no importaba si fuera alegría o coraje, si no tenía la capacidad de controlar sus emociones, éstas lo controlaría a él y sería capaz de hacer cosas que nunca pensó que haría. Harry pasó la noche en la casa de los gritos, fue una fortuna que al día siguiente fuera sábado, porque no decidió regresar sino hasta medio día, y lo primero que hizo fue buscar a Hermione para disculparse.
- ¿Dónde has estado? – preguntó Ron cuando vio entrar a su amigo.
- Necesitaba tiempo, es todo – respondió Harry. – ¿donde esta Hermione?.
- No creo que quiere verte. – contestó Ron fríamente.
- Necesito hablar con ella.
- ¿Para seguirle reclamando? – dijo su amigo, que estaba de pie con la cara más colorada que de costumbre. – jamás creí posible que pudieras lastimarla.
- Tú no entiendes.
- Explícame entonces, ¿qué fue lo de anoche?.
Harry no sabía si decirle lo que sentía o no, ya se había jurado no involucrar a sus amigos en sus asuntos, mientras tanto Ron seguía esperando una respuesta.
- Solo tuve un arranque – respondió al fin. – nunca le haría daño y tú lo sabes.
Ron lo miró unos instantes, no parecía muy convencido, pero al final decidió decirle donde estaba.
- Ella está en el lago, con Ginny. Vamos, te acompaño.
Salieron del castillo y se dirigieron hacia el lago. Durante todo el camino ninguno de los dos pronunció palabra, pero Ron constantemente volteaba a mirar a su amigo con cara de querer preguntar algo, pero Harry hacía todo lo posible para evitar su mirada. Cuando llegaron al lago encontraron a las chicas sentada en el pasto platicando.
- Hola Hermione. – saludó Harry, pero la chica se limitó a mirarlo con algo de miedo. – Quiero disculparme por lo de anoche.
- Siéntate Harry. – invitó ella – tú también Ron.
Ambos muchachos se sentaron junto a ellas.
- Lamento no haberme controlado anoche, sé que tus intenciones fueron buenas y, la verdad, no entiendo porque me molesté tanto.
- Esta bien Harry, solo quiero que seas honesto, si te pasa algo puedes decírnoslo.
Harry miró a sus amigos.
- No me pasa nada – mintió.
- Vamos Harry, sabemos que tú no eres así – dijo Ginny.
- Ya no hablas con nosotros como antes. ¿Ya no nos consideras tus amigos?
- Claro que son mis amigos, es que…
- Habla Harry, ¿qué escondes?.
- No quiero cometer los mismos errores que antes. – dijo al fin.
- ¿Es eso lo que te preocupa? – preguntó Hermione. - ¿crees que el estar contigo pone en peligro nuestras vidas?
- Es cierto, ¿no?.
- Claro que no. – respondió Hermione.
- ¿Cuento tiempo estuviste en el hospital por mi culpa?. Yo siempre he arriesgado sus vidas, siempre los he puesto en peligro. Jamás me perdonaría que les pasara algo.
- En todas esas ocasiones tú nos advertiste de los peligros que corríamos, y aún así decidimos acompañarte. Somos tus amigos y jamás te dejaríamos solo.
- Es cierto que yo nunca les pedí que me acompañaran, pero aún así lo hicieron, arriesgando su vida por mi culpa, por mi orgullo y mi… “síndrome de héroe”. Tú misma lo dijiste Hermione, yo tiendo a comportarme como un “héroe” cuando no es necesario. Solo soy un idiota.
Hermione lo miró con compasión.
- Eres muy duro contigo mismo. No era mi intención haber dicho eso.
- Mira, mejor cambiemos de tema. No me gusta hablar de esto.
Todos decidieron dejar el tema aparte y comenzaron a hablar acerca de Quidditch, cosa que no le pareció a Hermione, ya que a ella no le gustaba mucho ese deporte.
Durante el resto del día no hicieron muchas cosas. Harry, Ron y Ginny se fueron al campo a practicar, ya que solo faltaba un mes para que iniciara la temporada de quidditch y tenían que estar preparados. Harry era muy buen entrenador, tenía tácticas de ataque muy efectivas y estrategias muy impresionantes, de la talla de los juegos profesionales, aunque también se volvió algo malhumorado, pero no tanto como Wood. Durante los entrenamientos, Harry mejoró mucho a los golpeadores del equipo, que ahora tenían mejor puntería que antes, y Ron ya no se ponía tan nervioso.
- ¡Ron, cubre ese lado!, ¡Sloper, golpea más fuerte, corrige tu dirección!, ¡Ginny, no te la lleves tu sola, pásala a Mika!. ¡Estrategia, usen la estrategia!.
- ¡Lo intento, pero ella se mueve muy rápido! – gritó Ginny desde el otro lado del campo.
- ¡Pues alcánzala, tienen que trabajar en equipo!.
<< 'Pero que histérico' >>, murmuró Ginny fastidiada cuando volaba por el campo.
Al terminar la práctica todos se encaminaron hacia los vestidores.
- Bien, equipo, la práctica de hoy no estuvo mal, pero aún necesitamos mejorar mucho. Ron, te sugiero que pongas más atención en el aro izquierdo, sigues desviándote un poco. Jack y Andrew, ustedes han mejorado mucho, pero necesito que tengan más precisión en sus ataques y más fuerza también. Ginny, Mika y Natali, las tres son parte del equipo, tienen que aprender a trabajar juntas.
- Lo estamos intentando, Harry. – contestó Ginny.
- Pues no parece.
La chica lo miró con una expresión claramente molesta, se dio la vuelta y salió de los vestidores con las otras dos cazadoras.
- Vaya amigo – dijo Ron – sí que te pareces a Angelina en lo histérico.
- Ahora la entiendo, a ella y a Wood. Este no es un trabajo muy fácil que digamos.
- Pero no somos tan malos como el año pasado.
- Lo sé, pero podemos mejorar aún más.
- Oye, cambiando de tema, ¿te puedo hacer una pregunta?. ¿Por qué te molestaste tanto con Hermione anoche?.
- No quiero hablar de eso, ya les dije que no fue mi intención. Además no se porqué.
- Vamos, sí lo sabes. Es por quien-tú-sabes, ¿verdad?.
- No lo sé, Ron. Talvez.
- Hermione dijo que el de noche no eras tú, que parecías otra persona.
- ¡Quieres dejar el tema! – dijo Harry, que empezaba a molestarse otra vez. – Mira, últimamente no he tenido ganas de ser amable, sobre todo después de pasar una año en una escuela donde creen que estás loco.
- Está bien, no te enojes – le respondió su amigo. – Pero, eso pasó el año pasado, no vale la pena estar enojado toda la vida por algo así.
- Esta bien Ron – contestó Harry de forma fría – no volveremos a tocar el tema.
Harry ya no dijo nada más y Ron decidió ya no preguntar nada. Los dos se dirigieron hacia el Gran Comedor para cenar, estaban hambrientos.
- ¿Qué tal la práctica? – preguntó Hermione cuando los chicos se sentaron.
- No estuvo mal – contestó Harry.
- Solo que el capitán estaba histérico, gritándole a todo el mundo – dijo Ginny, que estaba junto a Harry.
- No te quejes, Ginny – respondió Harry, – sé que pueden jugar mejor.
- No si te la pasas gritándonos.
- No entiendo porqué estas tan molesta, te trato igual que a los demás.
- No es cierto, nada más a mí me gritas. – dijo ella, que empezaba a ruborizarse.
- ¿Sabes?, estoy demasiado cansado como para discutir.
La chica se indignó y se levantó de la mesa para ir a sentarse lo más lejos que pudo.
- ¿Qué demonios le pasa a tu hermana?. – preguntó Harry desconcertado.
- No lo sé, ¿Hermione, tu lo sabes?.
Ella se encogió de hombros. En eso llegan Parvati y Lavander a ocupar el lugar que dejó Ginny.
- Hola Harry. – saludó Parvati con una voz melosa e increíblemente empalagosa.
- Hola Parvati. – contestó Harry con desgana.
- ¿Puedo sentarme aquí?.
Obviamente ya se había sentado cuando hizo la pregunta. Hermione la miró con recelo, pero Ron trataba de ocultar una risita tonta que casi no podía contener.
- Vimos la práctica de hoy, ¿verdad Lavander?.
- Sí, es cierto. – respondió ella no muy convencida.
- Eres muy buen capitán, Harry. Me sorprendieron las estrategias de ataque que tienes, nada comparado con Krum. – al decir esto, miró de reojo a Hermione, para ver su reacción.
- Eh, ¿gracias?.
- Me han contado que llevas clases de Pociones, debe ser horrible.
- No más que de costumbre.
Parvati se pasó casi toda la cena acribillando a Harry de preguntas sobre él. ¿cuál era su banda favorita, cuando cumplía años, cual era su color favorito, cual era su equipo de quidditch, favorito?, etc, etc, etc. En un instante que se calló para agarrar aire, Harry le preguntó.
- Oye, Parvati, ¿a qué viene tanta pregunta?. Estas haciendo mi biografía, ¿o qué?.
- Claro que no – dijo ella, sonriendo, – es simple curiosidad.
- Si me disculpan – dijo Harry, que quería salir de ahí lo más rápido posible, – yo me voy a dormir.
- Yo te acompaño… – Harry la miró asustado. – al dormitorio, también voy para allá.
- No es necesario, en serio.
Pero ya era tarde, ella estaba de pie y lo tomó del brazo. Harry no tuvo más remedio que irse con ella. Durante todo el camino a la torre de Gryffindor, Parvati no dejó de hablar, Harry ya no la soportaba, empezaba a dolerle la cabeza de lo harto que estaba. Hubo otro instante en el que ella se calló. Justo cuando lo hizo, Harry logró escuchar un ruido extraño, proveniente del pasillo contiguo. Ese pasillo llegaba casualmente hacia el aula de DCAO.
- ¿Qué pasa Harry? – preguntó la chica el ver que se había detenido a medio camino.
- ¿Escuchaste?.
Parvati puso cara de interrogación. De pronto se escuchó de nuevo, esta vez la chica lo oyó también.
- ¿Qué fue eso?. – Preguntó ella. Se notaba miedo en su voz.
Harry no dijo nada, pero inmediatamente se dispuso a seguir aquellos ruidos extraños.
- ¡Espera Harry, quiero ir contigo!.
- No creo que sea conveniente.
- No quiero quedarme sola.
- Esta bien, pero saca tu varita.
La chica asintió. Los dos caminaron hacia el salón, cuando llegaron ahí se percataron de que la puerta estaba abierta, así que entraron. Ya dentro vieron una sombra que se escabullía a la oficina de la profesora Robinson.
- ¿Qué era eso, Harry? – preguntó Parvati, con un hilo de voz asustada.
- Espera aquí, voy a averiguarlo.
- ¡No me dejes sola! – gimoteó la chica.
Tomando el brazo de Harry, entró con él en la oficina. Dentro, había un pequeño fuego en la chimenea, pero el lugar estaba aparentemente vacío. La puerta se cerró tras ellos, haciendo gritar a Parvati, que se aferró más fuerte a Harry. El ruido extraño volvió a oírse, algo así como una criatura que corría por el lugar. Algo se movía entre las sombras, algo que andaba de un lado a otro. Harry lo buscaba con la mirada, con su varita lista para atacarlo. De pronto, el fuego creció y se tornó verde y una enorme criatura, del tamaño de un tigre salió disparado hacia él, atravesando la chimenea y desapareciendo entre las llamas. Había pasado tan rápido que Harry solo logró distinguir una enorme cola peluda. Parvati se había tapado la cara con las manos en ese momento. El fuego se extinguió y alguien abrió la puerta de golpe. Era la profesora Robinson.
- ¡Potter, Patil!, ¿qué se supone que están haciendo aquí?.
Harry calló por un momento, su mente seguía en esa rara criatura.
- Lo, lo sentimos profesora – respondió Parvati – lo que pasa es que Harry y yo oímos un ruido y…
- ¡Había algo en su oficina – habló Harry – una criatura y…
- Eso no puede ser posible Potter, nadie puede entrar en esta oficina sin que yo me de cuenta. Como lo habrán notado, en cuanto noté que alguien estaba aquí vine enseguida.
- ¡Pero, profesora, es cierto! – dijo Parvati.
- ¡Por favor, jóvenes, hay mejores excusas que ésta!.
- Pero… – insistía Harry.
- NO quiero escuchar ninguna palabra más. – reprendió la maestra. – 5 puntos menos por estar aquí sin permiso y 10 puntos por su comportamiento inapropiado dentro de la escuela. Ahora váyanse a sus RESPECTIVOS dormitorios, si no quieren también un castigo. Y les sugiero que no se desvíen a otra aula vacía persiguiendo criaturas imaginarias.
Parvati se puso colorada y bajó la cabeza, mientras Harry, que entendía muy bien lo de los 5 puntos, no entendía por cual comportamiento inapropiado dentro del colegio le había quitado 10. Durante el camino a la sala común los dos permanecieron callados, hasta que Harry habló.
- ¿Te puedo pedir un favor, Parvati?. Creo que será mejor no comentar lo que pasó, no creo que muchos nos crean.
- De acuerdo.
Los chicos entraron por el hueco del retrato de la Sra. Gorda. Harry fue directo a su dormitorio, pensando todavía en lo que puso ser lo que vio. << 'Talvez solo era la Sra. Norris.' >> pensó, pero era demasiado grande para ser un simple gato, aún así, Harry seguía intrigado. Decidió no comentar nada, ni siquiera con Ron y Hermione. Esa noche tuvo un sueño muy extraño. Era como estar dentro del pensadero justo en el recuerdo del baile de Navidad del Torneo de los Tres Magos, hacía dos años. Él estaba bailando con Parvati, como en aquella noche, al otro lado de la pista estaban Hermione con Viktor Krum, Fleur con su pareja y Cedric con Cho. Todo parecía normal como la noche del baile. Pero al terminar la canción todo quedó en silencio, las personas que estaban en la pista desaparecieron y Harry se quedó solo. Empezó a hacer un frío espantoso y una niebla entraba por las ventanas. De pronto de abrieron las puertas del Gran Comedor y un enorme lobo blanco grisáceo de ojos negros y vacíos apareció en el umbral. Llevaba en el cuello una cadenita de oro de la que pendía un cristal con el centro negro y en el hocico traía sangre. Sigilosamente avanzó hacia Harry. Conforme se acercaba, avanzaba más rápido, hasta que se le echó encima de un brinco. En eso, Harry despertó. Ese sí que había sido un sueño raro, pero después de un rato se volvió a dormir y para en la mañana, no recordaba nada de ese sueño.

Había comenzado otra semana de clases. El profesor Flikwick les enseñaba encantamientos de camuflaje, la profesora McGonagall les enseñaba como transformar muebles grandes y la profesora Robinson seguía tratando de que todos se resistieran a la maldición Imperius, aunque solo lo habían logrado Mika y Hermione, pero nadie podía hacerla aún, solamente Harry. Para mala suerte de Harry, en su clase de Pociones ya estaba lista la poción Multijugos, lo que significaba que tendría que probarla y transformarse en otra persona, aún recordaba lo asqueroso que sabía y lo que se sentía transformarse en uno de los mejores amigos de su peor enemigo.
- Muy Bien – dijo Snape – el último ingrediente de la poción son cabellos de la persona en la que se transformarán. Todos tomarán su propia poción. Pueden usar los cabellos de sus compañeros de equipo o intercambiar con otros si les incomoda transformarse en una chica o chico – dijo al ver la cara de Malfoy que miraba a Pansy. – Se supone que saben que los efectos solo duran una hora, así que durante ese tiempo responderán un pequeño examen acerca de los efectos secundarios de la poción.
Como era de esperarse, los equipos de Hufflepuff y Ravenclaw intercambiaron entre ellos, pero Harry solo tenía a su compañera para cambiar.
- ¿Buscas con quien transformarte o aceptas ser una chica por una hora?. – le dijo Veranna.
Viendo el panorama que tenía, ningún chico de Slytherin querría transformarse en Harry Potter, así que el muchacho no tenía más opción que aceptar. Le dio tres cabellos negros a Veranna y ella le dio otros tres largos cabellos de su melena. Ambos los pusieron en sus respectivos vasos.
- No te preocupes – animó ella – no puede ser tan malo ser una chica.
Harry sonrió no muy convencido.
- ¿Qué haces? – preguntó él, al ver que ella, antes de tomar la poción se ponía rápida y discretamente unos pantalones bajo su falda, que luego se quitó.
- Voy a ser tú, ¿recuerdas?. No creo que quieras verte con falda, ¿o sí?.
Harry negó con la cabeza.
- Bien, salud.
- Salud.
Ambos tomaron la pócima, junto con el resto del grupo. Todos los alumnos pusieron caras de estar enfermos y a punto de vomitar, de hecho, uno que otro lo hizo. Harry volvió a pasar por la misma rara sensación como la que tuvo hacía cuatro años. Aquí no había espejos, pero pudo notar como su cuerpo iba cambiando de forma y volumen, como ciertas partes de su cuerpo desaparecían y otras sobresalían. Trataba de no mirar su cuerpo, que ya no era el suyo, sino el de una chica. Harry volteó hacia Veranna, que también parecía estar aterrada, pero siempre mirando al piso, o eso creía Harry que ella veía. Cuando todos terminaron de transformarse, no podían dejar de ver a su compañero o compañera. Todos estaban sumamente impresionados.
- Bien – habló el profesor – parece que todo ha ido bien, hasta ahora. Respondan las preguntas del pizarrón.
Harry veía a Veranna y ella a él.
- Esto sí que es extraño – exclamó la chica.
- Vaya, tienes mi voz – dijo Harry – que extraño escucharme así. ¡Ouch!.
Harry sintió un extraño dolor debajo del estómago, en el vientre, como si alguien lo apretase. Tenía la sensación de ir al baño, pero era una sensación muy extraña, más que un dolor era un molestia.
- ¿Estas bien?.
- No, creo que debo ir al baño. ¡Ouch!.
Entonces Veranna palideció un poco y luego se empezó a ruborizar otro poco.
- ¡Ay no!, lo olvidé.
- ¿Qué?.
- No es necesario que vayas al baño, te lo aseguro.
- No, en serio, creo que debo ir.
- No, te digo que no es necesario. Déjame explicarte. ¿Leíste el resumen que te di?.
- Sí, ¿por qué?.
- ¿Recuerdas que pasaba si usabas los cabellos de alguien enfermo en la pócima?.
- Sí lo recuerdo, ¿acaso estas enferma?.
- No precisamente. Mira, es normal lo que estás sintiendo, solo es… como un aviso.
- ¿Aviso?, no te entiendo nada.
- Es muy normal para una mujer, no te asustes, el cuerpo te está avisando que está por tener su periodo.
- Ouh. – dijo Harry con cara de entendimiento.
Por fin había entendido, ahora era una chica, pero no sabía que serlo era tan molesto. Durante 40 minutos se dedicaron a contestar el dichoso examen. Harry y Veranna fueron los primeros en terminar.
- ¿Cómo pueden pasar por esto cada mes? – comentó el incómodo Harry.
- Una se acostumbra. Es parte de nuestra naturaleza. Preservar la especie, es algo fisiológico, ¡ay Dios!.
- ¿Qué?.
- ¿Cuanto falta para que se cumpla la hora?
- 20 minutos, ¿por qué?.
- No puedo esperar tanto.
- ¿Qué sucede?.
- No debiste tomar tanto jugo de calabaza.
Veranna se levantó de su lugar, fue al escritorio de Snape y le dijo algo en voz baja. Snape la vio de forma extraña (ya que ella era Harry). Al fin le señaló su oficina. Ella tardó más de 15 minutos en regresar. Cuando lo hizo, tenía una extraña expresión en el rostro, estaba muy colorada. Llegó lo más rápido que pudo a su asiento, con la cabeza gacha, como si le apenara ver a Harry. Ahora estaba muy seria y lo veía de reojo, como si le quisiera decir algo, pero no se atreviera.
- ¿Qué te pasa? – preguntó Harry, intrigado.
- Nada – respondió ella, lo más casual que pudo, pero de pronto dijo:
- Lo siento Harry. – con cara de querer reír, llorar, huir, todo al mismo tiempo.
- ¿Qué sientes?.
Ella pacería no encontrar las palabras correctas para explicarse.
- En serio, no podía aguantarme hasta que se acabara la clase. – dijo en forma de disculpa.
- ¿Y eso qué?.
- Bueno. – ahora estaba del color de Ron cuando se enojaba. – soy chico ahora y, bueno, una cosa es.. sentirlo, al transformarme, y otra muy diferente verlo y... tocarlo.
- ¿Pero de que hab... ouh...
Por fin lo comprendió al ver la expresión de Veranna. Harry habría deseado ser tragado por la tierra, devorado por un dragón, vaporizado, cualquier cosa que lo sacara de ese lugar y de esa situación tan embarazosa. Ahora él era el que estaba colorado.
- De verdad lo siento.
Harry se quedó paralizado. De haberse podido mover, habría escondido la cabeza, pero no pudo. Ella le había visto TODO, y peor aún, lo había TOCADO. Se sentía ultrajado. Él, que había luchado fervientemente contra el deseo de curiosear en su cuerpo de chica, pero ella se había excedido. Justo en ese momento se acabó la hora y todos empezaron a regresar a la normalidad. Harry y Veranna seguían apenadísimos.
- Oye Harry, no te preocupes – dijo ella tratando de sonar normal, – hay que ser profesional, solo fue una clase, ¿no?.
Harry solo pudo asentir con la cabeza. Parecía un tomate hervido.
- No tienes nada de que avergonzarte, créeme – dijo ella, enfatizando en “créeme”. – Solo digámoslo así, ahora te conozco más de lo que jamás imaginé. Creo que no debí decir eso. – Ahora ella no hallaba donde esconder la cara. – Bueno, nos vemos el martes.
- Hoy es martes – dijo Harry, recuperando su voz.
- Es cierto – sonrió nerviosa – bueno, te veo después.
Ella casi choca con unas chicas de Slytherin en su prisa por salir del aula. Harry pensó que ella estaba más avergonzada que él.

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