lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 29.- La pesadilla.

- La habitación de la derecha es de las chicas y la izquierda de los chicos. – dijo la anciana Águeda a los muchachos. – En unos minutos la cena estará lista, mientras pueden comenzar a desempacar.
Los cuatro entraron en silencio a sus respectivas habitaciones, como siempre a Harry le tocó compartir el cuarto con Ron. Los dos chicos se acercaron con sus maletas a sus respectivas camas. Harry se dio cuenta que Ron tenía la clara intención de hablar del tema de la profecía, pero cuando se disponía a abrir la boca, Hermione entró apresuradamente, seguida por Ginny, cerrando la puerta tras de sí.
- ¡¿Se puede saber cuando planeabas decirnos lo de la profecía?! – le preguntó la chica a Harry regañándolo y casi gritándole.
- Pues hoy no, eso era seguro. – respondió Harry lacónicamente.
- ¿Por qué ya no nos hablas como antes?, ¿por qué guardas tantos secretos con nosotros?, ¡¿por qué has cambiado tanto?!. – preguntó su amiga, desesperada, al borde de los gritos.
- ¡¿Por qué te empeñas en querer saberlo todo?! – le contestó el chico, molesto. – Hay cosas que no te puedo decir y otras que no te quiero decir.
- Pero, ¿por qué?.
- Porque no.
- Harry, somos tus amigos. – intervino Ron – Yo he sido tu amigo desde el primer día en el colegio, ¿no confías en mí?.
- No lo entienden. Esto es diferente, esto ya no los incluye.
- Pero Harry, escúchame. – dijo Hermione. – Nosotros hemos estado juntos en las buenas y en las malas, nunca te hemos abandonado y no lo haremos. Lo único que te pido es que nos digas que te pasa.
Harry se aleja un poco de sus amigos y se asoma por la ventana un largo rato.
- Está bien – respondió el chico, fastidiado y derrotado. – Les diré que pasa, les diré el porqué. Les contaré lo que dice esa maldita profecía.
Harry se alejó de la ventana y fue hacia la puerta, la cerró con seguro para que nadie los interrumpiera, luego se puso a caminar de un lado a otro, tratando de encontrar las palabras correctas y no provocarles un infarto. De pronto se detuvo, miró a sus amigos, suspiró hondo y comenzó.
- Aquella noche, en la sala donde estaba el velo, la profecía se cayó y se rompió, ¿cierto?.
- Cierto. – respondieron.
- En ese momento nadie escuchó su contenido. Fue hasta después, cuando llegó la Orden y nos rescataron. Dumbledor me llevó a su oficina primero, después de que se enfrentase a Voldemort en el Atrio del Ministerio de Magia. Ahí fue donde me dijo el contenido completo de esa profecía y porqué era tan importante para Voldemort. Hace como 17 años, cuando Dumbledor estaba buscando profesor de adivinación, uno de los aspirantes en plena entrevista entro en trance y dijo la profecía ante el. Lamentablemente no solo el director la escuchó, sino también un espía de Voldemort, pero no la escuchó completa, por eso, cuando Voldemort regresó lo único que quería era saber porqué.
- ¿Porqué qué?, ¿qué dice la profecía? – inquirió Ron.
- Esa profecía habla, en resumen, de un niño que nacería en el 7° mes del año, hijo de padres que desafiaron a Voldemort tres veces y salieron con vida y que él tendría el poder de derrotarlo, también decía que el mismo Voldemort lo marcaría como su igual y que, al final, solo uno sobrevivirá, “uno morirá en las manos del otro, solo uno sobrevivirá mientras el otro no”.
Los chicos estaban en shok, como si no hubieran entendido nada de lo que Harry les dijo.
- ¿Qué significa eso? – preguntó Ron de pronto.
- Significa – continuó Harry – que alguien nacido en julio sería el único con el poder para matar a Voldemort y solo él podrá terminar con la guerra.
- Pero, ¿de quien estás hablando?. – preguntó su amigo, que aún no comprendía, o fingía no comprender. Pero entonces Hermione lo entendió.
- ¿Tú?, ¿eres tú?. – preguntó la chica en un susurro ahogado. El chico solo asintió, su amiga se tapó la boca con las manos y puso una expresión de terror.
- No es cierto, ¿verdad, Harry?. – decía Ginny, con la misma expresión que Hermione.
- ¡Un momento! – dijo Ron, que no quería aceptarlo – Puede haber miles de niños que nacieron en esas fechas, ¿cómo sabes que eres tú?. Se pudieron haber equivocado, ¿no?.
- No Ron – dijo Harry. – Ya no hay duda de que sea yo. Es cierto, había alguien más con las mismas características, pero Voldemort fue a matarme a mí y no a él, porque él me escogió, pero no me mató, sino me dejó la cicatriz, marcándome como su igual y dándome éste destino.
- ¡No es cierto Harry, no puede serlo!. – insistía Ron, afligido. Las chicas no decían nada, parecían estar a punto de llorar.
- ¿Ahora ven porqué esto ya no los incluye a ustedes?. – dijo Harry.
- No puedo creerlo – dijo Hermione, con voz abatida. – Es simplemente… inverosímil. ¿Cómo has podido guardarte algo como esto?, ¿cómo has podido soportarlo?.
- Pues ha sido difícil, créeme, pero con el tiempo lo he asimilado, no por completo, pero al menos ya no es un peso como antes de navidad.
De pronto alguien llamó a la puerta.
- La cena está lista, pueden bajar. – se escuchó a Águeda del otro lado del umbral.
Los cuatro chicos no hablaron más y bajaron en completo silencio. Ron, Hermione y Ginny aún seguían en shok por la noticia que éste les dio. De vez en cuando lo miraban de reojo con miedo, respeto y compasión mezclados, ellos jamás se imaginaron que su mejor amigo tuviera tan terrible destino por delante.
Siguieron caminando hasta que llegaron al primer piso y pasaron el amplio vestíbulo, luego llegaron al comedor y entraron por una puerta que estaba a la derecha hacia la cocina, como nada más cenarían ellos, lo harían en la pequeña (aunque no tanto) cocina. Solo los gemelos estaba ahí.
- ¿Qué les pasa a ustedes? – preguntó uno de ellos, al ver las caras de funeral que traían.
- Sí – respondió el otro – pareciera que alguien murió o algo así.
- ¡Cállate George! – reprendió la Sra. Weasley, quien dedujo inmediatamente que Harry les habló de todo a sus amigos. Luego dijo, mirando al chico principalmente. – Será mejor que no piensen en esas cosas y se preocupen solo por la escuela, al menos en estos momentos. No vale la pena torturarse todo el tiempo. Las cosas son así y por más que queramos no las podemos cambiar.
Los chicos se quedaron pasmados ante la intuición de la Sra. Weasley. Así que trataron de hacerle caso y comer en paz.
El resto de la cena pasó sin mayores inconvenientes. Ron y Hermione se desaparecieron un rato por la casa con el pretexto de ir a conocerla, los gemelos se quedaron con Ginny y su madre hablando de, por lo que Harry pudo deducir, su conversación en la reunión en la alcoba. El chico no tenía deseos de tocar el tema otra vez, así que se fue a dormir antes que todos los demás. Pero aquella noche tuvo un sueño, o ¿sería una visión?.
Harry estaba en aquella habitación oscura, de pie, apoyándose en el respaldo alto del sillón. Se sentía inusualmente feliz, hasta con ganas de reír a carcajadas.
- ¿Cómo ha ido, Señor? – preguntó la misma voz de mujer de la última vez.
- Es muy difícil de convencer, y muy obstinada. – respondía Harry con voz fría pero divertida a la vez, como si hubiera disfrutado tratar con la persona de la que hablaba. – He de decirte que heredó tu carácter altanero. – continuó sin voltear hacia la mujer.
- Lo sé, Señor. Pero solo es una niña caprichosa y testaruda. Yo sé cómo hacerla entender y cooperar.
- Bien. – respondió Harry, entonces soltó una perversa carcajada y dijo – ¡No puedo creer que sea tan fácil!.
- ¿Señor? – preguntó la mujer. En aquel momento Harry se volvió hacia ella y quedó frente a frente con una figura alta, delgada, de piel blanca y cabello oscuro, con ojos negros, fríos y vacíos como la noche.
- Por fin he encontrado la manera de someterlo a mi voluntad sin arriesgarme.
- ¿Cómo, Señor?. – preguntó la mujer. Harry se acercó a ella con una malvada expresión de triunfo.
- Si bien, ahora es más difícil de… persuadir, para mi buena suerte, su mayor fuerza sigue siendo su mayor debilidad… su corazón. Aunque no me permita penetrar en su cuerpo ni en su mente, no puede esconder de mí su corazón. Y menos cuando se lo ha entregado a alguien. – La mujer rió malévolamente, entendiendo lo que él le decía. – Tenías razón, Velda, – continuó Harry – tu hija SÍ me será útil.
Los dos rompieron en carcajadas que resonaron en los oídos de Harry, haciéndolo despertar. Estaba sudando frío y temblando levemente, miró en todas direcciones y se dio cuenta que estaba por amanecer, eran las primeras horas de la mañana. A partir de ese momento ya no pudo dormir, no podía olvida su sueño. A Harry le pareció muy familiar la mujer y el nombre de ella, ‘Velda’. Entonces, lo recordó: ‘Todo iba de maravilla, hasta que ella llegó, mi madre, Velda’. Harry quedó sobrecogido. Esa mujer era la madre de Anny, su novia. Y no solo eso, también era la misma mujer que lo atacó en casa de los Weasley.
Harry comenzó a sentir una gran intranquilidad en su corazón. ¿Y si Anny no estaba en casa de su padre sino con su madre?, eso significaría que estaba al alcance de Voldemort y tal vez era ella a quien se referían. No, Harry tenía que estar seguro, ¿y si todo era un trampa?. El chico sabía que Voldemort estaba muy feliz, pero él se sentía extraño, era raro sentir cómo lo invadía la felicidad de Voldemort al mismo tiempo que la angustia, su propia angustia, inundaba su corazón. Harry no aguantó más y decidió arriesgarse a escribirle a Anny, rogando porque ella estuviera en casa de su padre, a salvo. Aquella mañana, antes de que Ron se despertara, Harry aprovechó para escribir en un pequeño trozo de pergamino un mensaje.

“Querida Anny:
Espero que estés bien, sé que solo han pasado un par de días, pero necesito tener noticias tuyas. Te extraño mucho y quiero verte, aunque sé que eso no es posible. Espero puedas al menos contestar éste mensaje, solo para saber que estás bien y a salvo. No dudes en llamarme si tienes algún problema, yo iré por ti no importa cómo. Por favor no tardes en responder.
Con amor, Harry.”

El muchacho releyó la carta dándole el visto bueno, pensando que solo eso debía decir, para no alarmar a la chica, si es que estaba bien en casa (tampoco le iba preguntar directamente su estaba con Voldemort). Harry llamó a su lechuza y le ató el pequeño pedazo de papel.
- Lleva esto a casa de Veranna Waller – le dijo con voz queda – sé que tú podrás encontrarla sin dificultades, espera por la respuesta.
La blanca lechuza le dio un suave picotazo en señal de cariño y de haber entendido las instrucciones. Segundos después, el ave emprendió el vuelo majestuosamente, dejando a Harry contemplándola desde la ventana, hasta que desapareció tras una nube en el cielo del amanecer.
- ¿Qué miras? – preguntó Ron, que después de una rato, despertó y vio a Harry junto a la ventana abierta.
- El amanecer – respondió éste. Aunque aparentaba tranquilidad, ese desasosiego en su corazón creía a cada momento. Por fin se apartó de la ventana, resignado a que su lechuza no iba a regresar a los 5 minutos de haberla enviado, aunque él lo hubiera querido así.
- ¿Estás bien?, te veo raro. – comentó Ron cuando bajaron a desayunar.
- Sí, estoy bien – mintió el muchacho, – solo tuve un sueño, del que no quiero hablar – agregó justo a tiempo cuando su amigo abría la boca para preguntarle.
Pasó el resto del día, el cual dedicaron a las tareas que les dejaron para las vacaciones. Pero Harry no podía concentrarse, lo único que hacía era estar junto a la ventana casi todo el tiempo, esperando por Hedwig.
Así pasaron dos días, que a Harry le parecieron eternos. El chico evitaba a sus amigos y no respondía a ninguna pregunta que éstos le hacían a cerca de nada, solo seguía esperando. Durante esos dos días no había tenido más sueños, hasta la noche del jueves, que se fue a dormir temprano porque se sentía inusitadamente cansado.
Harry estaba en el mismo cuarto oscuro, paseando de un lado a otro, con la varita en sus manos, que tenía entrelazadas hacia su espalada. De pronto, se detiene y se vuelve para quedar, frente a frente con una persona que se encontraba a escasos dos metros de él, a su derecha. Entonces le sonrió de una forma perversa.
- Él acabará matándolos a todos, y a ti también. – dijo con frialdad.
- ¡Él nunca lo hará! – respondió la voz fuerte y segura de una chica. Entonces él se le acercó y la miró directo a los ojos, a unos centímetros de su rostro impasible.
- Claro que sí lo hará. – le murmuró con desprecio – Él mismo ya ha comenzado a darse cuenta. Sabe que es capaz de hacerlo.
- No – insistió ella, mientras sus ojos cafés brillaban con la débil luz de la vela, reflejando frialdad y calma, pero sin poder ocultar del todo el temor que sentía al estar frente a él.
- Sí – dijo Harry, marcando aún más su malvada sonrisa, – y tu serás la primera. – Él la contempló un momento, luego agregó – Es una pena… – y levantando la mano, acarició su mejilla con el dedo índice, mientras la veía con lascivia, ella trató de alejarse pero no pudo. – Sí, – le susurró a su oído – serás una gran pérdida… ¡Ja! – la soltó y se alejó unos pasos. – En realidad tengo que darte las gracias. – la chica lo miró, extrañada – Sí, tú lo has hecho débil, presa fácil para mí. Es más, incluso ahora puedo percibir lo que él siente por ti. Gracias a ti, él ya no tiene escapatoria. Él será mi fiel sirviente y lo convertiré en mi mejor aliado.
- ¡MIENTES! – gritó ella – ¡HARRY JAMÁS SERÁ COMO TÚ!.
- ¡JA, JA, JA! – rió él. - ¿Quieres ver de lo que ÉL y yo somos capaces de hacer?.
La chica puso una expresión de terror mientras él alzó su varita y le apuntó directo al pecho.
- Crucio.
Al instante la chica gritó con todas sus fuerzas hasta que Harry se dio cuenta que ese grito se mezcló con el suyo propio.
- ¡NOOO!, ¡NO LA LASTIMARÁS!, ¡NNOOO!.
- ¡Harry, Harry!.
Harry por fin abrió los ojos. Su cuerpo temblaba violentamente y su respiración era muy agitada, su corazón latía tan fuerte que le dolía y su cabeza parecía que iba a estallar. Sentía una terrible desesperación y un miedo que lo invadían. Miró a todos lados como loco, pero veía todo borroso, trataba de librarse de aquello que lo aprisionaba a la cama.
- ¡Sosténgalo fuerte! – decía la Sra. Weasley.
- ¡Harry, tranquilo! – decía George, mientras él y su hermano trataban de aferrarlo a la cama para que no se lastimara.
Pero el muchacho seguía luchando y gritando para zafarse. Aquella angustia seguía creciendo y no lo dejaba pensar con claridad, lo único que quería era salir corriendo.
- ¡NO LA LASTIMARÁ!, ¡NO SE LO PERMITIRÉ!, ¡TENGO QUE SALVARLA! – gritaba el chico una y otra vez, casi sin aliento. Nadie entendía a lo que se refería.
De pronto dejó de moverse, pero su respiración seguía acelerada y sudaba profusamente. Ahora miraba hacia el techo, estando como en shok..
- ¿Harry?, ¿cariño?. – habló con suavidad la Sra. Weasley.
Harry no respondió. En su cabeza solo había una pensamiento: Anny y el peligro que ésta corría. Todos comenzaron a acercarse a él, para verlo mejor. Sin previo aviso, el muchacho saltó de la cama tan rápido que se liberó de los gemelos, que estaban distraídos, tomó sus gafas, se las puso y salió corriendo de la habitación si que nadie lo pudiera detener, llegando hasta la puerta que daba a la calle, pero se detuvo justo cuando puso la mano sobre el picaporte. << ¿Y si es una trampa? >>, se preguntó, << ¿y si fue solo una pesadilla que él puso en mi cabeza? >>. Harry estaba demasiado confundido. Los segundos que se detuvo en la puerta fueron el tiempo suficiente para que todos llegaran hasta donde estaba. Harry cayó de rodillas, sin saber que hacer. Su cabeza le dolía mucho y su cicatriz palpitaba intensamente.
- ¡Harry!, ¿estás bien?. ¡Harry!, ¡CONTÉSTAME!. – la Sra. Weasley lo zarandeaba para que reaccionara, pero el muchacho seguía sin responder y sin mirar a nadie más que la puerta que tenía enfrente.
- ¡HARRY! – la Sra. Weasley se arrodilló frente a él y lo obligó a mirarla – Harry, ¿qué fue lo que pasó?, ¡mírame Harry!, ¿qué pasó?. – Harry la miró directo a los ojos, pero no podía pronunciar palabra, entonces la Sra. Weasley lo tomó de la mano y lo condujo hacia la cocina, el muchacho ya no opuso resistencia. El resto de los espectadores se fueron ras ellos. Ella lo dejó sentado a la mesa mientras iba a la despensa. Cuando regresó, traía una pequeña botellita con un líquido amarillo en su interior, que vació en una taza y mezcló con un poco de té.
- Toma esto, Harry. – le dijo al chico, dándole la taza. – Es una poción calmante, te hará bien.
El muchacho se la tomó. Sabía horrible, pero solo le dio un leve trago y de inmediato su corazón comenzó a disminuir su velocidad, al igual que su respiración bajó la frecuencia, pero la intranquilidad y la confusión no se iban.
- Ahora sí, Harry, dime lo que pasó.
El muchacho sintió su respiración tranquilizarse y permitirle hablar de nuevo, pero no quería decir nada.
- ¿Harry? – insistió la Sra. Weasley. El chico volteó hacia ella.
- Fue una pesadilla. – respondió al fin, con voz débil.
- ¿Qué soñaste?, ¿atacaron a alguien?, ¿alguien está herido?.
- No lo sé – mintió Harry. – No sé quien era. Pero era solo un sueño, tiene que ser un sueño, no puede ser real. – respondía más para sí mismo que para la Sra. Weasley.
- ¿Por qué?.
- Porque no, no puede. – continuó Harry. Entonces se apretó la cabeza con las manos, aún le dolía.
- Está bien, Harry, – le dijo la Sra. Weasley, – tranquilo, ya todo pasó.
Ella lo abraza tiernamente pero, por alguna razón, Harry no soportó aquel abrazo y se separó de ella bruscamente. Todos lo miraron muy sorprendidos, en especial la Sra. Weasley.
- Lo… lo siento pero… no… - Harry salió de la cocina y se fue hacia su alcoba, más asustado por su comportamiento que por otra cosa.
En aquel momento Harry escuchó un ruidito en la ventana. Era Hedwig, su lechuza, que ya traía la respuesta que tanto estaba esperando. El chico corrió hacia la ventana y dejó entrar al ave, luego le quitó de su pata un pequeño trozo de pergamino escrito muy apresuradamente y comenzó a leerlo rápidamente.

“Querido Harry:
Fue lindo de tu parte mandarme ése mensaje pero, por favor, no vuelvas a hacerlo, me has metido en graves problemas con mi padre y con todo mundo, ahora ellos quieren saber más. Yo también te extraño y quisiera poder estar otra vez en el colegio, pero tendremos que esperar. Mientras tanto, no tienes porqué preocuparte por mí, que estoy bien, dentro de lo que cabe. Por favor, te lo suplico, no me escribas más, al menos no ahora.
Atte. Anny.”


Al terminar, Harry dio un leve suspiro. Aunque aún no estaba muy convencido del mensaje, se tranquilizó un poco, el menos ella seguía en casa de su padre. Pero aún se sentía algo inquieto. En aquel instante Ron entró en la habitación.
- Oye Harry… ¿qué es eso? – el pelirrojo se interrumpió al ver el trozo de pergamino que Harry tenía en su mano.
- No es nada. – respondió el chico, que muy tarde trató de esconder el papel.
- Es una carta, ¿de quien es?.
- No te incumbe.
- A ver, déjame verla.
- No, ya te dije que no te incumbe.
- Accio pergamino. – dijo el pelirrojo, sacando su varita. Harry no tuvo tiempo de bloquear el hechizo porque su propia varita estaba en la mesa de noche, a un metro de él, así que el pergamino voló de su mano hasta parar en la de su amigo.
- ¡Regrésame eso, Ron!
- Después de que lo lea.
- ¡Te lo advierto, Weasley!.
Pero el pelirrojo no le hizo caso, leyó todo el contenido del mensaje y puso cara de confundido, luego volteó con Harry.
- ¿Quién demonios es ‘Anny’?. – preguntó.
Harry no contestó, estaba furioso, sentía como si una enorme serpiente saltara en su interior y lo incitara a golpear a su amigo. Sin pensar, el chico tomó su varita de la mesa y apuntó a Ron, quien se puso pálido solo de ver lo enojado que éste estaba.
- ¡EXPELLIARMUS! – gritó Harry. El hechizo fue tan fuerte, que Ron salió disparado contra la pared y quedó inconsciente, sangrando por una herida en la cabeza.
Entonces entraron Hermione y Ginny, justo en el instante en que Harry lanzaba el hechizo. Las dos gritaron.
- ¡¿PERO QUE HAS HECHO?! – gritó Hermione. - ¡¿CÓMO HAS PODIDO?!.
- ¡ÉL SE LO BUSCÓ! - contestó Harry, furioso. Luego recogió el pequeño pergamino y salió de la alcoba, para encerrarse en el desván por un largo rato.

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