lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 25.- El misterioso Medallón de Naráva.

Los días iban pasando y en el colegio se vivía una tensión inusual. Los maestros parecían más nerviosos que antes. Hagrid aún no había regresado de su misterioso viaje, Dumbledor salía constantemente del colegio y tardaba días en regresar, McGonagall estaba demasiado estresada quedando a cargo de todo y Snape estaba demasiado alerta, al grado de ser algo paranoico. Las clases y las excesivas tareas, en especial de 5° y 7° grado, mantenían a los alumnos dentro del castillo, a pesar de que el clima iba mejorando conforme se acercaba la primavera. En el exterior las cosas se ponían más tensas también. Duelos, desapariciones, marcas tenebrosas por toda Inglaterra aterraban a la comunidad mágica. La mayoría de los estudiantes se habían suscrito al Profeta, para recibir la mayor cantidad de noticias posibles, pero se estaba obsesionando, por lo que se prohibió recibir el diario todos los días y solo llegaría los fines de semana. Todos estaba intranquilos excepto Harry. Por primera vez en su vida dejó de preocuparse por el mundo exterior y solo se dedicaba a sus deberes académicos, sus tareas de capitán y del ED. Sin Voldemort que estuviera incursionando en su cabeza se sentía libre, ya no le importaba donde pudiera estar o que estuviera haciendo, lo único que le importaba ahora era su novia, Anny. Desde que ellos empezaron su relación, Harry había estado más feliz que nunca, se sentía como en una burbuja donde nada malo podía entrar. Aunque no podían salir durante el día, los dos buscaban momentos para estar juntos, como en la clase de pociones, que se volvió la favorita de Harry. También, de vez en cuando, se veían por la noche para dar un paseo a la luz de la luna. Una a dos veces a la semana el chico acababa durmiéndose a las 2:00 de la mañana.

Las clases, (como ya dije), se hacían cada vez más pesadas. En DCAO, Robinson presionaba a todo el mundo para que torturaran a sus respectivas arañas, pero la mayoría aún no lo lograba, más que unos cuantos alumnos. En transformaciones, McGonagall los regañaba por no poder transformar su escritorio en un hipopótamo. En Encantamientos, el profesor Flitwick comenzaba a enseñarles cómo aparecer y desaparecer, pero, aunque aprendieran, no podrían hacerlo, hasta que presentaran un examen en el Ministerio de Magia y les dieran el permiso, hasta la mayoría de edad. Para la clase de pociones, los alumnos tendrían que preparar la poción matalobos, que era una de las más complicadas que conocían, y para poder documentarse acerca de la forma correcta de prepararla, Snape les dio permiso a todos, incluso Harry, de visitar la sección prohibida de la biblioteca y usar varios libros para su cometido.

Aquella tarde, todos los alumnos de 6° curso que llevaban pociones estaban en la biblioteca buscando información. Harry y Anny encontraron muy rápido lo que buscaban, pero los dos sentían curiosidad por conocer más los libros que se hallaban en la sección prohibida. Anny se detuvo ojeando un libro de maldiciones que encontró cerca de la entrada de la sección, mientras que Harry pasaba de libro en libro, sin encontrar alguno que le interesara. Así pasaron 30 minutos, hasta que el chico se hartó y decidió regresar con Anny, pero, justo cuando se encaminaba hacia ella, algo lo hizo voltear. En lo más profundo del pasillo, iluminado solo por una pequeña antorcha, había un estante muy escondido. El muchacho se acercó. Al parecer nadie había pasado por ahí y menos tomado algún libro desde hacía mucho tiempo, ya que las repisas estaban tan llenas de polvo como la antigua casa de los Black. Harry pasó su vista por cada uno de los libros que ahí se hallaban, la mayoría de los cuales con nombres que no podía ni pronunciar y firmados por Salazar Slytherin. Iba de libro en libro, hasta que se detuvo en uno. Ese era un libro no muy grande, de pasta dura y de color rojo oscuro, como vino tinto, sin nada más escrito que un par de finas letras doradas GG entrelazadas y fechado en el año 625 C.E. en el lomo. Harry no aguantó la curiosidad, lo tomó, sin que nadie lo viera, y comenzó a ojearlo. Aunque la mayoría estaba escrito en inglés, ciertos capítulos, los que parecían más importantes y con instrucciones mágicas, estaban escritos en una lengua extraña y desconocida, mezclada con dibujos, runas y símbolos raros. Harry notó también que unas eran traducción de las otras, por que, afortunadamente, una que otra imagen tenía un trascripción que podía entender. El chico seguía pasando las hojas, viendo las imágenes de varios objetos y formas de realizar conjuros, que le parecían muy interesantes. Uno de los que más llamó su atención era el “Athame: cuchillo mágico para el sacrificio, se remota su origen desde los ritos de sangre, traza el círculo mágico y el pentáculo sagrado.”; era una pequeña daga que tenía por mango el cuerno de un toro y una hoja muy afilada de color negro. Otro de los objetos que le interesó fue la “Copa Esmeralda: que posee la llama que da la maestría y el poder”, y era una copa, del tamaño del cáliz de fuego, pero de color verde. Para sorpresa de Harry también en ese libro había un detallado dibujo de la Espada de Godric Gryffindor, al lado de una breve descripción: “La espada, ligada al fuego, tiene el papel de compañera que absorbe el terrible rayo y lo canaliza. Esta espada en particular, solo puede ser usada por aquellos dignos de ella: ‘Solo un verdadero Gryffindor puede sacar y esgrimir esta espada’”…. Lamentablemente la descripción seguía en código y sin traducción. Otro de los dibujos que lo sorprendió, y mucho, fue el mismo que él hizo en un trozo de pergamino, semanas antes. “Los misteriosos cristales de Annon (decía el texto junto al dibujo), 7 en total, creados con fragmentos del Portal Mágico de los Mundos, que está cubierto de diamantes y ónix, ‘No importa donde estés o adonde quieras llegar, con una de esas llaves puedes entrar en cualquier lugar’”. Harry ahora sí que estaba interesado en ese misterioso libro. Por último, Harry vio algo que lo conmocionó aún más. Casi al final, en el último capítulo, que era el más grande de todo el libro, había un dibujo tan real y detallado del disco de piedra que estaba en la cueva de sus sueños, bajo un nombre en esa lengua extraña que decía: “Sarn Haudh”. Harry no sabía qué significaba, pero, bajo la figura, venía un amplio texto en runas y símbolos raros, que se extendía por las siguientes tres páginas. En la cuarta, había otra imagen: el tan codiciado Medallón, junto a una leyenda en varias escrituras, tanto runas, símbolos y legua rara, pero con una traducción que logró entender:
* Godric runyo tiro Narávo harma *
“La llama roja de Godric vigila el tesoro del León de Fuego”


Esto también se acompañaba de un pequeño texto: “El Medallón de Naráva es la joya que guarda la llave del máximo poder jamás conocido, el corazón del León de Fuego, que lo creó… Naráva, (GG)… desaparecido… escondido… será protegido para que, tan solo el heredero, pueda conseguirlo y usarlo para cumplir con su destino…”. El resto del contenido venía escrito en código.
Harry estaba atónito por lo que acababa de descubrir. Las respuestas a sus tantas preguntas sobre el Medallón yacía en ese libro, al alcance de su mano, ahora solo tendría que encontrar la manera de traducirlo.
El chico estaba tan absorto en su descubrimiento, que no se dio cuenta que la Sra. Pince, la bibliotecaria, estaba detrás de él, esperando para reprenderlo por haber tomado un libro que estaba prohibido para los alumnos. Muy a su pesar, Harry regresó el libro a su lugar y se marchó a regañadientes. Anny ya lo esperaba en la entrada de la biblioteca.
- ¿Qué te demoró? – le preguntó la chica.
- Nada, solo que encontré un libro muy interesante que tuve que dejar.
- Esta biblioteca sí que está completa, hay unos libros de magia oscura fascinantes que me encantaría tener. ¿Qué pasa?
Harry no había puesto nada de atención a lo que ella le decía, su mente solo pensaba en ese libro y en la información que contenía.
- ¡Hey, tierra llamando a Harry!, ¡¡contesta!!
- ¿Qué?, ¿Qué?
- ¿Qué te pasa?, no me escuchas.
- No, no me pasa nada. Bueno, es ese libro, quisiera tenerlo.
- Sé lo que se siente. ¿De qué se trataba?
- Magia oscura, muy buena – mintió Harry, aunque no supo porqué lo hizo. La chica lo miró con algo de recelo, pero luego sonrió.
- Creo que estás algo cansado – le dijo, mientras llegaban al Gran Comedor. – Te sugiero que comas algo rico y te vayas a dormir, hoy ha sido un día pesado.
- Sí, creo que lo haré.
Anny le sonrió, lo besó y se encaminó al comedor, Harry esperó a que entrara y luego la siguió. El chico llegó a la mesa de Gryffindor y se sentó a cenar, sin decir nada. Tan solo comió un poco y se marchó a su dormitorio, sin hablar. Ya lo había decidido, a media noche se escurriría a la sección prohibida de la biblioteca y robaría ese misterioso libro.
Eran las 2:00 de la mañana y Harry no había podido conciliar el sueño, estaba esperando a que todos sus compañeros se durmieran para poder salir del dormitorio sin ser advertido. El chico se levantó, sacó su capa de invisibilidad y su mapa, luego se encaminó hacia la biblioteca. Los pasillos estaba muy oscuros, no había ser viviente que se atravesara en su camino. Pasados unos 5 minutos llagó al lugar. Con cuidado, abrió la puerta de la sección prohibida y caminó directo hacia el escondido estante donde se encontraba el libro que buscaba. Pero, cual fue su sorpresa, al encontrar el estante completamente vacío. En las repisas donde antes estaban los libros, ahora había tan solo pergaminos en blanco. Alguien había tomado el libro rojo antes que él. Harry pasó más de una hora buscando en toda el área prohibida, sin resultado alguno. << 'Posiblemente se lo llevó la Sra. Pince' >>, pensó Harry, cuando le dieron las 4:00 AM buscándolo. El chico estaba furioso, realmente quería ese libro y, obviamente, alguien más se dio cuenta. Harry no tuvo más remedio que regresar a su dormitorio con la manos vacías y con un intenso coraje contra aquel que le quitó el libro rojo.
Los días que siguieron al descubrimiento del libro, Harry los pasó de mala gana. El hecho de haberlo perdido y, con él, las respuestas a sus miles de preguntas sobre el Medallón, lo mantenían de mal humor la mayor parte del tiempo. Incluso con Anny se dejaba ver su mal carácter.
- ¿Qué te pasa?, ¿por qué estas molesto? – le preguntó la chica, una tarde que estaban a orillas del lago, descansando del montón de tareas que les dejaban los maestros.
- No es nada, y no estoy molesto. – respondió Harry, con algo de fastidio.
- De unos días para acá has estado enfadado por algo y no me quieres decir. – comentaba Anny, que de pronto cambió el tono de su voz a uno un poco inseguro. – Ese algo que te molesta ocupa tu mente todo el tiempo. – dijo, y como no queriendo, agregó con voz débil. – Ni siquiera lo recordaste.
- ¿Recordar qué? - preguntó Harry, que realmente no sabía de lo que ella le hablaba.
La chica suspira y pone cara de “no tienes remedio”, algo decepcionada.
- Hoy cumplimos un mes de ser novios. – respondió al fin, agregando inmediatamente – No esperaba nada en realidad, bueno, tal solo un beso y un abrazo.
- Anny, yo… lo siento, soy malo para esto. – dijo Harry, tratando de disculparse.
- No importa, esta bien, solo dime que es lo que te preocupa, tal vez yo te pueda ayudar.
- Olvídalo, no es nada importante. Realmente lo siento, lamento no haberlo recordado. Te prometo que te compensaré.
- No prometas cosas que no vayas a cumplir, Harry. Tampoco es el fin del mundo. – ella lo besó en la mejilla. – Nos vemos luego. – le dijo, algo fría. Se levantó de césped y se fue hacia el castillo.
Harry realmente lo sentía. Sabía que no tenía porque desquitarse con ella, y eso lo hacía sentirse peor. Anny había sido muy tolerante con él en cuanto a su mal genio, pero ella también ya comenzaba a estar de malas con la actitud del muchacho.
Harry seguía con esos pensamientos cuando vio a Luna Lovegood pasara a lo lejos, y de pronto recordó algo. Luna repitió la misma frase que venía en el libro, en la parte donde hablaba del cristal de Annon. Tal vez ella también sabía algo acerca del Medallón. Inmediatamente el chico fue a averiguarlo.
- ¡Oye, Luna! – la llamó Harry, mientras se acercaba a ella y sacaba un trozo de pergamino y una pluma de su mochila.
- Hola, Harry. ¿Qué pasa? – Respondió la rubia.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro.
- ¿Sabes lo que es esto? – preguntó, mientras le hacía un burdo dibujo del Medallón.
- Sí – respondió Luna. Harry se emocionó al escucharla. – Parece un Medallón, o algo así.
- Sí, ya lo sé. – dijo Harry, algo exasperado. – Me refiero a que si lo has visto en alguna parte, ¿sabes como se llama o donde puedo encontrarlo?
- Específicamente éste Medallón, nunca lo he visto, solo he visto algo parecido en un emblema. – contestó la chica. – Tú deberías conocerlo, se parece al emblema de tu casa, ¿no?
- ¿De mi casa?
- Sí, es un león, ¿o no?
Harry calló por un momento. No había reparado en ese pequeño enorme detalle.
- Gracias Luna. – dijo el muchacho y luego se fue corriendo, haciendo caso omiso de la chica. En un santiamén llegó al castillo, fue a la biblioteca y sacó el libro de ‘Historia de Hogwarts’ y se lo llevó al dormitorio.
Ya en su cuarto, comenzó a examinar las hojas del libro hasta encontrar la parte que hablaba del fundador de su casa: Godric Gryffindor. En el libro no se hablaba mucho de la vida de Godric sino hasta que fundó Hogwarts, pero sí mencionaba cosas interesantes, como que la Espada de Godric Gryffindor fue un regalo para el mago y que vivió su infancia en el Valle de Godric, que lleva su nombre. << 'El Valle de Godric' >>, pensaba Harry. Por alguna extraña razón, aquel nombre le era muy familiar. En una de las páginas venían los escudos de las casa, pero algo diferentes, más bien eran los emblemas familiares de los cuatro fundadores. Harry reconoció cada uno con la característica que los distingue, la de Hufflepuff tenía un tejó, la de Ravenclaw un águila, la de Slytherin una serpiente y la de Gryffindor el león. Y, como Luna le dijo, ese emblema tenía un león muy parecido al del Medallón, solo con algunas diferencias. Era un escudo circular como de oro, con el perfil de un león, pero más grande, y en lugar de una esmeralda tenía un rubí por ojo, y encima tenía el nombre de Godric Gryffindor. En realidad, ese libro no le ayudó mucho que digamos. En ese momento entró Neville a la habitación.
- ¡Ah!, hola Harry, te estaba buscando.
- Hola Neville. – respondió el muchacho.
- Te llegó esto en la mañana, justo después de que te fuiste. – le dijo el chico, dándole un paquete perfectamente envuelto con papel color café. – Lo guardé para que no se perdiera. Perece que es un libro o algo así, por el peso.
- Gracias Neville. – respondió Harry, tomando el paquete.
- Bueno Harry, te veo en la cena.
El chico solo asintió. Neville salió de la habitación y fue hasta entonces que Harry abrió el paquete. Efectivamente era un libro de pasta gruesa y color oscuro, que tenía una bella snith dorada en la portada, que revoloteaba en todas direcciones, bajo el título de “Las Mejores 2000 Jugadas de Quidditch en el Mundo. Manual para el jugador profesional de Quidditch”. Harry estaba fascinado por tan espléndido regalo. En la mitad del libro había también una tirita que sobresalía por el borde superior, como un separador. Al abrirlo, Harry encontró que la tirita no era otra cosa más que una pequeña y delgada pulsera tejida con hilo rojo y con sus iniciales bordadas en dorado. Aparate venía junto a una carta que llevaba su nombre. Harry la tomó y comenzó a leer.

“Querido Harry, ¡feliz aniversario!

Soy mala para estas cosas y no me gusta festejar con un regalo material cada minuto que estamos juntos, pero pensé, es el primer mes y ¡aún seguimos juntos!, esto se tiene que celebrar. Como mi intuición femenina me dice que no lo recordaste, ahora me imagino tu cara de sorpresa y frustración por no haberme comprado un regalo. Pero esta bien, no te preocupes, puedes ponerte un moño en la cabeza, envolverte en papel celofán y llegar por correo, aunque creo que debería ser un hipogrifo el que te trajera y no una pobre lechuza. Hablando en serio, quiero que sepas algo. Tú sabes que no me gustan las tonterías cursis, por eso soy mala expresando mis sentimientos, pero por escrito te lo diré. Te amo, te amo como nunca he amado a nadie, eres lo más importante para mí. Yo nunca tuve a alguien a quien pudiera llamar novio, y menos que me trataran como lo haces tú. Ya no me importa lo que sucedió en el pasado, ni lo que sucederá mañana, solo me importa el presente, este momento, este minuto en que escribo esto y ese minuto en que lo lees. Sé que tu vida no es fácil, y quiero darte las gracias por que la hayas compartido conmigo. Una vez más te lo diré y, si pudiera, lo gritaría a los cuatro vientos: ¡TE AMO!. Pero bueno, ya basta de derramar tanta miel que me empalago. Insistiendo con lo del regalo, solo contesta a ésta carta con un beso y me daré por bien servida.
Con mucho amor, Anny.
P. D. Pero si quieres, también puedes hacer lo del celofán.”

Harry terminó de leer y sintió un enorme nudo en la garganta. El remordimiento y la decepción lo invadieron. Se sentía tan mal por haberlo olvidado que, de poder hacerlo, se habría castigado duramente, justo igual que Dobby.

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