lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 20.- Coanfesiones.

Una vez que se hubo deshecho de sus amigos, diciéndoles que quería descansar, Harry salió de la torre de Gryffindor bajo su capa de invisibilidad, con rumbo al séptimo piso. El muchacho ya esperaba a Anny en el salón de Menesteres cuando ella llegó. La habitación era nuevamente el pequeño cuarto que usaron para platicar en alguna ocasión anterior. Cuando Harry escuchó abrirse la puerta volteó inmediatamente. Allí estaba ella, en el umbral, con la misma cara de sorpresa que tenía en el Gran Comedor. Se acercó muy despacio, sin apartar su mirada de él. Harry se sentía nervioso, sin saber porqué. Sin previo aviso, Anny aceleró el paso, llegó hasta Harry y lo abrazó tan fuerte que casi lo ahoga, luego le dijo al oído.
- ¡Tenía tanto miedo que no despertaras… que no regresaras… jamás…! – decía ella, con voz cortada. Él también la abrazaba muy fuerte.
- Tenía razones para regresar, aún tengo mucho que hacer aquí. – respondió él.
Luego se separaron. Los ojos cafés de Anny brillaban más a la luz de las velas. Harry la miraba fijamente y le sonreía para que se diera cuenta de que estaba bien. Entonces se dio cuenta, la mirada de Anny lo reconfortaba, le daba fuerza. Esa misma mirada que le dirigió la noche que lo besó, la que le dedicaba en este momento, era la misma mirada de la joven que lo rescató de la oscuridad que lo invadía, después de haber sido atacado.
- Eras tú – dijo Harry en un susurro, – la chica que me rescató de aquella oscuridad. ¡Eras tú!.
- ¿De qué hablas? – dijo Anny, algo nerviosa, apartando sus ojos de él.
- Sí – insistía Harry, cada vez más convencido – claro que eras tú. Pero te veías muy diferente, como una veela o algo así.
- No sé de que estas hablando. – alegaba ella. Ahora se había alejado un poco de Harry.
- ¿Qué ocultas? – preguntó el chico.
- Nada. – decía ella, cada vez más nerviosa.
- Dime que fue lo que pasó, ¿cómo lo hiciste?
Ella no respondió, mas bien, quería salir corriendo, pero entonces dijo:
- Yo no tengo nada que decirte. – el tono de su voz era muy serio. Harry nunca la había escuchado hablar así.
- Tú sabes que fue lo que me pasó, ¿por qué no me lo dices?
- Tengo mis razones. – respondió ella, pero ahora lo veía directamente a los ojos.
- Pensé que éramos amigos, – dijo Harry, dolido – pensé que confiabas en mí.
- Como esperas que confíe en ti, si TÚ no cofias en mí. – objetó ella. – Tú también tienes secretos, ¿verdad?, ¿por qué no me los dices tú?
Harry no supo que contestar, ella tenía razón, él nunca le había dicho nada acerca de él, aunque él muchas veces quiso hacerlo. Anny se apartó más de él y suspiró, parecía derrotada y cansada. Se aproximó a una vela y la observó detenidamente, entonces dijo con voz apagada y sin mirar a Harry.
- Cambié mi apariencia con la intención de que no me reconocieras. No sabía si sería una buena idea o no, pero tenía que actuar rápido. – seguía viendo la vela. – Ellos se arriesgaron mucho en contactarme, pero necesitabas ayuda y ellos no podía ir por ti, no debían.
- ¿A que te refieres con “ellos”?, ¿quiénes son “ellos”?
- Supongo que era tu familia. Una mujer muy hermosa de ojos verdes y dos hombres apuestos, uno de lentes y otro de cabello y ojos negros.
Harry estaba muy sorprendido, ella estaba describiendo a sus padres y a Sirius.
- ¿Cómo te contactaron?
- En mis sueños, la noche de navidad. Me dijeron que estabas en peligro y que solo yo podría ayudarte.
- ¿Tú?. ¿Por qué solo tú?
- ¿Sabes lo que es la nigromancia? – Harry negó con la cabeza. – Es el arte de adivinar el futuro por medio de los muertos, los invocas. – explicó ella. – Hacía años que no lo practicaba, mi abuelo me lo enseñó junto con otras habilidades, lo abandoné porque requiere mucho poder y concentración, además puedes invocar espíritus malignos y traerlos a éste mundo. El periodo más vulnerable de un nigromante es cuando duerme, si éste no sabe cerrar su mente, puede llamar en sueños a los muertos, no es común que suceda, porque la mayoría de los muertos no quieren regresar, pero nunca se sabe. – se detuvo un momento, luego continuó – Cuando dormí aquella noche, estaba pensando en ti – al decirlo se sonrojó – y olvidé cerrar mi mente. Los tres aparecieron en mi sueño, pero fue la mujer quien habló. Ella me dijo que te habían atacado esa misma noche, que habían aprisionado tu mente en el mundo de la oscuridad, donde solamente pueden entrar las almas condenadas. Si te quedabas ahí el tiempo suficiente morirías, aunque tu corazón siguiera latiendo en la realidad.
- ¿Cómo me sacaste?
- Solo había una forma de hacerlo. – ahora fijó sus ojos en él – Tendría que entrar por ti. Conozco un hechizo que separa la mente del cuerpo, fue lo que probablemente utilizaron contigo, una magia tan antigua, como la magia que busca la inmortalidad. Como nigromante se poseen otras habilidades que los magos ordinarios no tienen, como la habilidad de controlar sobre ti mismo un hechizo así, pero con el riego de morir o quedar atrapado en ese espantoso lugar.
- ¿Te embrujaste a ti misma… para salvarme?
- No había otra forma. Pero afortunadamente todo salió bien. Te llevé a donde tu familia me indicó. Pero estabas herido, así que tuve que curarte antes de regresar. Después ellos se encargaron. Creo que querían darte un mensaje o algo así, no lo sé. Ya no supe que pasó después.
- Me dieron el mensaje y mi madre me hizo despertar.
- Me da gusto que hayas podido hablar con tu familia. Ahora ya sabes lo que querías, debo irme. – ella se dirigió hacia la puerta, pero Harry la detuvo tomándola de la mano.
- No – le dijo, – aún no hemos terminado. Por favor, quiero conocerte.
- ¿Conocerme? – preguntó Anny, confusa.
- Sí, háblame de ti.
- No lo creo. – ella se soltó de Harry y se encaminó hacia la salida.
- A mis padres los mataron cuando tenía un año. – dijo Harry justo cuando Anny ponía la mano sobre el picaporte. En ese instante se detuvo y volteó hacia él. – Fue Voldemort el que los mató, solo porque quería matarme a mí. Él fue el que me dejó esta cicatriz, y fue gracias a mi madre que aún sigo con vida. – Harry la miró para ver su reacción ante la declaración. – Será más cómodo escucharme si te sientas.
Anny se alejó de la puerta lentamente y se aproximó a uno de los sillones. Se sentó en el y Harry se sentó frente a ella. Él ahora estaba dispuesto a contarle toda su historia.
(NDA: todos conocemos la historia de Harry, así que la resumiré, mencionando solo los puntos más importantes en tercera persona, excepto los hechos del 5° libro).
Harry comenzó a contarle a Anny cómo vivió 10 terribles años con sus tíos muggles, como lo maltrataban y abusaban de él con los quehaceres de la casa. Le habló de cómo se enteró que era un mago y cómo llegó a Hogwarts, cómo conoció a sus amigos y cómo salvó la piedra filosofal en su primer año. Le contó cómo y porqué en segundo lo creían el heredero de Slytherin y le habló de su enfrentamiento con Ton Riddle. Le dijo también cómo en su tercer curso descubrió la verdad acerca de su padrino y el traidor de su familia. En este punto, Harry no pudo evitar la tristeza de recordar a Sirius, a pesar de haberlo visto junto con sus padres, sentía un nudo en la garganta. Luego Harry le habló Anny del Torneo de los Tres Magos y de su visita al cementerio. Fue muy difícil para él recordarlo todo y Anny se dio cuenta, sobre todo en los momentos en que la voz de Harry temblaba, los momentos en que hablaba de sus padres y la forma en que aparecieron ante él. Ella no decía nada, tan solo lo miraba y escuchaba. Cuando la conversación de Harry llegó a su quinto año, sabía que tendría que hablar de la profecía, y eso lo detuvo un instante.
- Fue esa Umbridge, ¿no? – dijo ella de improvisto.
- ¿Qué?
- La que te grabó eso en la mano. La mentira que le contaste era que él había vuelto.
- Sí.
- ¿Qué pasó cuando Dumbledor se fue de la escuela?
- Se convirtió en un infierno peor del que ya era. Y las horribles clases de Occlumancia con Snape eran cada vez peores. Yo sentía que en lugar de ayudarme me perjudicaban, me hacían tener pesadillas más seguido, sueños donde estaba en el departamento de misterios, era horrible.
- Eras muy emocional en esa época, Harry. Así jamás habrías dominado Occlumancia. Ahora creo que ya has madurado, eso ya no puede ser un problema.
- Snape dejó de darme clases, por un problema que tuvimos. Se me ocurrió indagar en sus recuerdos y él me sorprendió. Después llegaron los TIMO’s, y fue ahí donde todo salió mal. Para el último examen estaba muy cansado, la noche anterior intentaron arrestar a Hagrid, así que no pude dormir bien. Entonces me dormí en el examen, ni siquiera recuerdo que presentaba, pero lo importante fue que tuve un sueño muy real, como la visión del ataque del padre de Ron. Pero solo era una ilusión que Voldemort puso en mi cabeza. Me mostró como torturaba a Sirius en el Departamento de Misterios. Y lo hizo solo para que yo fuera a ese lugar. Y estúpidamente yo caí en su trampa, arrastrando conmigo a cinco de mis amigos.
- Pero, ¿No se te ocurrió que podía ser una trampa?
- A mí no, pensé que era real, como en otras ocasiones. Pero Hermione me advirtió que tal vez lo era y yo no la escuché. Intentamos verificar que Sirius estuviera en casa, pero Kearcher, el elfo doméstico se encargó de completar el engaño. – al decir el nombre del elfo Harry apretó los puños y los dientes.
- ¿Fuiste al Dpto. de Misterios?
- Sí. Lo único que quería Voldemort era que tomara una profecía que se encontraba ahí. Se supone que nada más los relacionados con la profecía podrían tocarla sin volverse locos, así que, o iba Voldemort o yo. Pero él no se iba a arriesgar a ser visto cuando todos negaban su regreso.
- La tomaste y ¿qué pasó?
- Aparecieron una docena de mortífagos que la querían. Nos acorralaron. Y fue hasta entonces que me di cuenta de la estupidez que había cometido, había llevado a mis amigos directo a la muerte.
- ¿Cómo escaparon?
- De milagro. Nos enfrentamos a ellos y logramos resistir, hasta que llegó la Orden del Fénix, entre ellos Sirius. Él estaba con vida y bien. Entonces hubo duelos entre ellos y los mortífagos. Una mortífaga en especial, Bellatrix Lestrange, prima de Sirius, se enfrentó a él y… y… – Harry sentía no poder continuar. Anny se dio cuneta, lo tomó fuertemente de las manos y lo miró fijamente. Entonces él se sintió con más fortaleza para seguir. – Ella lo mató. – concluyó en un susurro.
Anny lo seguía mirando con cariño y compasión. Él bajó la cabeza y por un momento ninguno de los dos habló. Harry trató de contener con todas sus fuerzas el grito desesperado de su alma.
- ¿Qué pasó después? – preguntó Anny de repente.
- Yo quería matar a Bellatrix. Así que la seguí hasta el atrio del Ministerio de Magia. Intenté echarle la maldición cruciatus, pero no fue muy efectiva. Entonces apareció Voldemort en persona y, como siempre, trató de matarme, pero en eso llegó Dumbledor a rescatarme. Los dos tuvieron un duelo increíble. Pero, cuando creía que todo había terminado, sucedió. Voldemort y yo tenemos una conexión por medio de ésta cicatriz, y fue así que logró entrar en mi cuerpo y manejarme a su antojo, aunque solo fuera por unos instantes, instantes en los que estaba muriendo de dolor. Luego todo cesó. Voldemort se había ido, pero ya lo habían descubierto. Cuando regresamos al castillo, Dumbledor me llevó a su oficina y me dijo que lo esperara. Yo estaba destrozado, sentía un terrible dolor, que… – su voz flaquea – quería… quería destruir todo, hacer que otros sintieran mi dolor, quería morir. Entonces Dumbledor llegó y me hablo del contenido de esa profecía y porque era tan importante para Voldemort. Aunque Voldemort la conocía, no sabía todo su contenido. Y como se rompió durante las peleas, nadie la escuchó, y él ya no pudo obtenerla. Pero no importó que se perdiera, ya que Dumbledor conocía su contenido de todos modos, y me lo dijo. – Harry respira profundo y se dispuso a hablar lo que no había hablado con nadie hasta ese momento. – Esa profecía decía, más o menos, que habría alguien que nacería en el 7° mes, hijo de padres que desafiaron a Voldemort 3 veces y las 3 veces salieron con vida, y que sería el único con el poder para destruirlo, decía también que el mismo Voldemort lo marcaría como su igual – Harry tocó su cicatriz – y solamente uno de los dos sobrevivirá mientras el otro no. Por esa razón él intentó matarme cuando era un bebé, antes de que fuera peligroso para él. Aun y cuando había otra persona con esas características, él me escogió a mí, por ser media sangre, como él. Pero no logró matarme porque mi madre sacrificó si vida para salvarme, y así él me marcó como su igual, cumpliendo con esa profecía. – Harry guardó silencio un instante – “Uno morirá en las manos del otro y solo uno sobrevivirá cuando el otro no”. – concluyó después de unos segundos. Estaba pálido y con una expresión de aprensión en su rostro.
Anny no apartaba su vista de él, de pronto se levantó de su sillón y fue a abrazarlo. Harry se sorprendió ante aquella reacción, pero sentía como si perdiera un gran peso de encima. Empezó a respirar más rápido y se aferró a Anny con todas sus fuerzas. Después de un rato se separaron, aunque ella no soltaba su mano.
- Gracias. – musitó él. Ella solo le sonrió. – hay más todavía. Durante las vacaciones enfermé y escuché a Voldemort en mi cabeza. Me decía que yo sería quien matara a mis amigos y me ofreció unirme a él.
- ¿Por qué haría eso?
- No sé, pero a veces pienso que tiene razón, ¿por qué querría que me aliara con él, si no es por eso?
- No sé que es lo que pretenda, pero te aseguro que tú jamás serás como él.
- El mensaje de mis padres era ese. Que confiara en mis amigos y que no cayera en sus engaños.
- Pues hazles caso, tienen razón.
Harry la miró un buen rato. Se sentía muy reconfortado al haber expresado todo lo que llevaba tanto guardándose.
- Bueno – dijo de pronto – eso es lo que ha pasado en mi vida. Te lo cuento porque confío en ti. Me gustaría que tú también confiaras en mí.
Anny guardó silencio, ya eran las 3:00 de la mañana cuando Harry terminó su historia, pero ahora le tocaba a ella contar la suya.
- Es una noche larga y aún nos queda tiempo. Está bien, tú me lo dijiste todo, ahora yo te dejaré conocerme.
Ahora los dos estaba sentados en el mismo sillón, uno muy junto del otro.
- Cuando yo nací viví con mi abuelo en el bosque, lejos de muggles y magos, para mi protección. Mi abuelo, Alatar – ella sonrió al recordarlo, – él me crió. De él aprendí muchas cosas sobre la magia, cosas que pensarías son magia negra, pero no, solo es magia muy antigua. Yo era feliz con mi abuelo, no conocía a mis padres en esos días y todo iba muy bien, era feliz y buena, no la bruja que la mayoría conoce ahora. Todo iba de maravilla, hasta que ella llegó. – Anny se detuvo un instante, con la mirada fija al vacío.
- ¿Ella? – preguntó Harry al ver que no continúa.
- Mi madre, Velda. Apareció cuando tenía 5 años. Llegó por mí diciendo que era mi última oportunidad de ser una hija digna de llevar su sangre. Yo no quería irme y mi abuelo no quería dejarme ir, pero ella ganó. Yo no quería que matara a mi abuelo. Ella no venía sola, andaba con la peor clase de magos que te puedas imaginar, aquí los llaman mortífagos, allá no se nombraban de ninguna forma, pero se sabía que eran malvados. Me llevó con ellos, ella era la líder de ese grupo, así que ellos se dedicaron a educarme. Durante 6 años viví en un infierno, un mundo de humillación y muerte. Muchas veces deseé estar muerta, pero nunca me lo concedieron, tan solo se divertían doblegándome y lastimándome, por ordenes de mi querida madre. Me obligaban a hacer atrocidades como ellos. Pero, a pesar de todo, pienso ahora que no fue un tiempo totalmente perdido. Gracias a ellos aprendí muchas cosas, como a defenderme de ellos mismos. Ellos me hicieron fría de corazón. Llegó el momento en que no sentía nada por nadie, podía presenciar la tortura e incluso la muerte de alguien y no me importaba, llegó a divertirme, y cada vez les era más difícil someter a una niña de 10 años. Yo sentía que cada vez era menos humano durante esa etapa. Pero una noche tuve un sueño en el que veía a mi abuelo y recordé todo lo que él me había enseñado y lo que había vivido en el bosque. Solo era una niña y ya había visto demasiado. Quería estar con mi abuelo, así que me escapé a los 11 años y lo busque, no paré hasta encontrarlo. Estuve con él por cuatro años, tratando de ser como antes, pero ya no puede, me encerré en mí misma cada vez más. Ya no disfrutaba de la vida como antes, pero mi abuelo siempre supo como hacerme sonreír, solo con él podía mostrar el lado bueno que aún me quedaba. Las cosas empezaban a mejorar para mí, hasta que llegó mi padre. Aunque él era diferente de mi madre, mago de sangre pura y todo eso, tampoco mostró mucho cariño y respeto hacia mí. Tampoco él era santo de mi devoción. Decidió adoptarme, como si de verdad me quisiera mucho – dijo con sarcasmo. – Pero la verdadera razón era que no podía permitir que su sangre estuviera regada por ahí. Mi abuelo y él decidieron que me fuera con él, porque, según mi abuelo, estaría mejor. Tonterías. Lo primero que hizo fue meterme en Calmecac, al 5° año, pero como faltaba para que iniciaran las clases tuve que quedarme en su casa por 2 semanas, lo que no le hizo mucha gracia. Fue ahí donde conocí a Alan. De hecho, él fue el único de esa casa que me trataba como de la familia, el único que realmente me quería y me hacía sentir lo mismo que mi abuelo, que yo no era tan mala.
- Espera un momento, ¿Qué hacía Alan viviendo en casa de tu padre?
- Pues, ahí ha vivido todo su vida, es su casa también. – Harry tenía cara de interrogación. – Alan también es hijo de mi padre, es mi medio hermano.
- ¡¿QUÉ?! – exclamó Harry, sorprendido - ¡¿USTEDES SON PARIENTES?!
- Sí, - respondió ella. – No me digas que pensabas que Alan y yo… Bueno, porque me sorprendo, es lo que siempre piensa la gente, lo que Alan hace que la gente siempre piense. – Harry no pudo evitar sentirse contento. Él era su hermano y por eso se portaba tan cariñoso con ella. – ¿Puedo continuar?
- Si, adelante. – respondió el chico, con una sonrisa que trata de ocultar.
- Alan era el único con el que podía hablar en aquella casa, el único en el que confiaba. Todos los demás, su hermano mayor, su tía y primos, siempre querían burlarse de mí, pero – ella sonrió maliciosamente – los amigos de mi madre me educaron bien. Cuando entramos al colegio, le encargaron a Alan que cuidara de mí, para protección de los demás, por supuesto. Así que desde que llegué a Calmecac estuve con él, evitando todo contacto con otros estudiantes. Además, todos eran tan patéticos como Malfoy. Bueno, no todos. Había una chica, muy amiga de Alan. Ella era y es todavía, muy parecida a él. Llegó a Hogwarts junto con nosotros, pero esta en 5°. No me caía muy bien, pero tampoco la odio, como a los demás. Creo que Alan y ella eran más que amigos, ella siempre ha sido una chica muy orgullosa y se cree mejor que el resto, y en cierta forma lo es. Sangre limpia, inteligente y excelente hechicera, son las cualidades que le interesan a Alan en una chica. Pero nunca hable con ella, ella solo conversaba con mi hermano. Para mi buena suerte, sabía que mi abuelo jamás me dejaría sola. Él llegó al colegio como el nuevo guardabosques. Eso me puso muy feliz. A Alan no le gustaba, pero yo constantemente me desaparecía para ir con él. De ahí que nadie salió realmente lastimado. Todo iba bien en la escuela, igual que aquí, bueno algo peor. Cuando no estaba con Alan, estaba con mi abuelo. Pero cuando estaba sola, nadie me dirigía la palabra, aunque algunas veces mis compañeros querían jugarme bromitas pesadas. Así que tomé la costumbre de hechizar a todo aquel que se me pusiera enfrente, culpable o inocente, que importaba, todos ya me tenían harta. Por eso me pusieron el sobrenombre de “Reina de Hielo”, que no tiene piedad ante nadie, ¡Ja! – lo dijo con cinismo, – pero que idiotas. Aunque no he de negar que a veces era divertido ver como corrían de mí camino. Empecé a comportarme justo como me enseñaron los amigos de Velda, otra vez. Pero mi abuelo siempre me regañaba. Así se pasó todo el año escolar, para el final, todos me temía y odiaban, y a mí eso me agradaba, en cierta forma. Sin embargo, muy dentro de mí sé que, me habría gustado tener amigos. Esa escuela no estaba tan mal, aunque te enseñaban artes oscuras. Había alumnos muy buenos ahí. – Anny guardó silencio un momento, luego respiró profundo antes de continuar. – Fue el último día de clases cuando pasó. Los 4 mejores alumnos de los últimos 3 grados fueron llevados a conocer Salem y visitar a sus famosas brujas, ya habían hecho la cita desde hacía meses y solo regresarían a la cena. Robinson decía que nos quería llevar a conocer verdaderos brujos.
- Espera, ¿Robinson era su maestra?
- La única que sobrevivió. Por eso está aquí también.
- ¿Cómo que la única que sobrevivió?
- Porque los demás están muertos, igual que el resto de los alumnos. – Harry la miró, como pidiendo una explicación de lo que realmente pasó y no como le contaron Mika y Tara. Anny entendió esa mirada. – Yo iba en ese grupo, pero tuve un terrible presentimiento, un miedo espantoso, por mi abuelo. Algo espantoso iba a pasar. Me escapé del grupo y regresé al colegio, buscando a mi abuelo, pero no había nadie. Pensé que estaban comiendo, así que me fui al Salón de Banquetes. Cuando llegué, abrí las enormes puertas y lo que vi me dejó petrificada. En el centro había un grupo de magos vestidos de negro y con máscaras, pero, a pesar de eso los reconocí. Cuantas veces los vi asesinar a tantos – dijo con coraje. – Pero no venían solos, obviamente mi madre venía con ellos, pero también alguien más – Ella miró a Harry directo a los ojos y dudó antes de seguir hablando. – También había un mago increíblemente poderoso, no sé quien era, pero sostenía sobre su cabeza un cáliz negro en el que estaba reuniendo algo, mientras murmuraba un conjuro. Entonces desvié la mirada hacia los estudiantes y los maestros que había en la sala. En ese momento no entendía, todos estaban de pie, pero muy pálidos, bancos como pergaminos. De sus bocas salía como una bruma, no muy densa, que llevaba al final un destello muy blanco. En el momento en que ese destello salía de sus bocas, ellos caían… muertos. – Anny estaba pálida. Ahora Harry tomaba su mano. – Entonces el conjuro me alcanzó, sentí como me abandonaba toda mi energía, mi magia, mi alma, mi vida. Recuerdo haber caído de rodillas, y un calor comenzó a crecer en mi pecho. Algo no me dejó morir. En eso apareció mi abuelo, trató de destruir ese cáliz, pero no lo logró, su hechizo rebotó en un campo de energía. El mago que lo sostenía termino el conjuro y todos los destellos de los alumnos y maestros quedaron atrapados ahí. Entonces se disponía a beberlo, pero mi madre lo dijo que no, ahí no, que sería demasiado peligroso. En aquel momento ese mago se me acercó, pero mi abuelo se atravesó, luego… luego… – ella se detuvo, sus ojos estaba llenos de lagrimas – Velda, su propia hija… lo mató – sus lágrimas rodaron por sus mejillas, ya sin poder contenerlas, pero su rostro no mostraba ningún gesto. – Una vez que se deshicieron de él, seguía yo, pero Velda lo impidió. Recuerdo muy bien lo que le dijo: << ¡No Señor, no hay que deshacernos de ella, puedo ver que nos será útil algún día! >>. Pero yo jamás la ayudaré a nada, ¡JAMÁS!. Ese horrible mago me miró y luego se marcharon todos. Entonces yo me acerqué a mi abuelo, pero su cuerpo ya había desaparecido, solo quedaron sus ropas. Fue cuando llegaron los demás. No supe como explicar lo que pasó, así que me culparon de todo, aunque sabían que yo no tenía el poder de hacer eso, pero no les importó. Incluso Alan empezó a dudar de mí. Así que decidí ya no decir nada. Robinson hizo el trato con Dumbledor para que nos aceptara aquí y lo hizo, aunque no estaba muy seguro, pero al final nos acogió. Fue así como llegué aquí… y te conocí. Jamás pensé que lo diría, pero me da gusto que haya pasado lo que pasó, porque ahora estoy aquí, desahogándome contigo. – ella lo observó un largo rato, mientras Harry apretaba su mano. El mismo calor que Harry sintió cuando ella lo besó comenzó a surgir de nuevo.
Los dos seguían sentados en los sillones, tomados de las manos y mirándose fijamente, cuando alguien tocó fuertemente a la puerta.
- ¡¿Harry, estas ahí?! – se escuchaba la voz de Hermione al otro lado de la puerta. Harry se asustó y checo su reloj, ya eran las 7:00 de la mañana.
- Deben estarme buscando – dijo Harry, que se sentía acorralado.
- Pues abre la puerta con un hechizo. – escuchó decir a Ron.
- Será mejor que me esconda, no es conveniente que te vean conmigo. – dijo Anny. Ella se fue tras el sillón, procurando quedar fuera de la vista.
- Espera, ten. – Harry le prestó su capa de invisibilidad.
Por fin entraron los chicos a la habitación.
- ¿Qué demonios haces aquí, Harry? – le preguntó Ron.
- Nada – respondió él, lo más casual que pudo.
- ¿Cómo que nada? – reclamó su amiga – hemos estado muy preocupados por ti. Ron se espantó demasiado al ver que no habías dormido en tu cama. – lo regañaba.
- Solo quería pensar, es todo, sus ronquidos no me dejaban ni dormir ni pensar, y tenía ganas de cavilar un rato.
- Pues no lo vuelvas a hacer, por favor.
- Esta bien. ¿No tienen hambre?, ¿quieren ir a desayunar? – propuso Harry, que quería sacarlos de la habitación para que Anny se pudiera ir también.
- Sí vamos – respondió Ron.
Los tres salieron del lugar. Hermione no parecía muy convencida de lo que le dijo Harry, pero de todos modos se fue con ellos. Harry solo esperaba que Anny hubiera podido salir sin despertar sospecha.

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