lunes, 21 de enero de 2008

Capítulo 17.- La cueva misteriosa.

<< 'Se escucha el cantar de las aves, es un lugar iluminado y muy cómodo' >> pensaba Harry mientras yacía placidamente sobre una suave cama, aunque tenía los ojos cerrados se dio cuenta de todo eso. Despacio, fue abriendo sus ojos, todo estaba borroso, sus lentes estaban sobre una mesita adyacente a la cama. Se enderezó, se puso sus gafas y observó la habitación con detenimiento. Era un cuarto grande, con alfombrillas y tapices raídos que parecían muy antiguos, los muebles de madera eran rústicos y estabas deteriorados, excepto la cama donde aún estaba, que tenía un dosel muy elegante con terciopelo negro. Harry recordó su brazo herido, pero al examinarlo se dio cuenta que alguien lo había curado y le había puesto unos vendajes de gasa blanca y ya no le dolía. Se levantó de la cama para echar un vistazo a todo el lugar. En la habitación había también una enorme ventana que cubría casi toda la pared, por ahí entraba mucha luz del sol. Se acercó a ella para mirar hacia el exterior. El dormitorio formaba parte de un castillo que se encontraba sobre un acantilado, dominando una gran extensión de terreno deshabitado. Desde ahí se divisaba un hermoso bosque tupido. Harry miró fijamente hacia el bosque, había algo ahí que lo llamaba, podía sentirlo en su corazón, no era el mismo bosque de oscuridad, sino una belleza natural llena de vida y luz, debí ir ahí inmediatamente. Salió del cuarto con cautela, bajó por unas enormes escaleras que daban a un gran salón decorado con elegantes tapices y con murallas de mármol. Parecía ser el hogar de una antigua familia de magos, porque las paredes estaban adornadas con emblemas de muchas generaciones con figuras de hipogrifos, varitas y calderos. Uno en particular llamó su atención, una escudo con el perfil de un león forjado en oro con una esmeralda incrustada en lo que era su ojo. El lugar parecía haber estado abandonado desde hacía siglos, pero no se detuvo a inspeccionar cada uno de los emblemas, tenía que salir de ahí y dirigirse al bosque.
Encontró la salida a través de unas enormes puertas de madera que recordaban a las del Gran Comedor. Al salir del castillo, atravesó el gran valle que lo rodea y llegó a los lindes del bosque. Ahí se encontró con un camino que siguió. Él sabía que era el camino correcto el que lo llamaba. Se adentró en la espesura de los árboles, pero siempre siguiendo la senda. Al final, ésta lo llevó hacia un claro en el que se hallaban unas estructuras de piedra que formaban una especie de arco, con pilares grabados que mostraban figuras extrañas. Esa era la entrada a un oscuro y largo pasadizo con escalones esculpidos de la misma piedra caliza, que bajaba varios metros hasta terminar en un tipo de sala subterránea. Por una pequeña abertura en el techo, lograba filtrarse un rayo de luz que iluminaba el corazón de la cámara. Justo en el punto de luz se localizaba una estructura de piedra que sostenía un gran disco de granito, como un cáliz, y que tenía labradas runas antiguas y símbolos que Harry no entendía.
En ese disco crepitaba un fuego rojo muy extraño, el cual custodiaba en su interior algo parecido a un galeón que pendía de una cadena, pero nada lo sostenía, estaba flotando entre las llamas. Harry fue aproximándose poco a poco para verlo mejor, podía sentir que era muy poderoso, el calor que emanaba del disco invadía su cuerpo. Quería conseguirlo, deseaba tener esa joya en sus manos. Empezó a acercar su mano muy lentamente hacia las llamas, que se elevaban un poco cada vez que Harry se movía. Él tenía el presentimiento de que no se quemaría si lo tocaba, ya que ese parecía ser un fuego mágico. Ya estaba a un palmo del fuego cuando éste cambió de color súbitamente. Del rojo escarlata pasó a un verde brillante, tan claro como sus ojos. Las llamas crecieron hasta tocar el techo y empezaron a separarse por la mitad dejando una brecha. Era como si supiera que Harry deseaba tomar aquella joya. Estaba a punto de tocar lo que parecía un medallón, cuando éste desapareció de pronto, junto con las llamas, quedando la oscuridad tan solo mitigada por la tenue luz que entraba por el techo. En aquel momento escuchó una voz detrás de él que salía de la oscuridad. Alguien le hablaba desde la entrada de la caverna.
Se quedó paralizado como una estatua de piedra. Esa voz, Harry la conocía, era la voz más dulce y más bella que había escuchado jamás, pero, ¿cómo podía estar ahí, sí ella...?. Tenía un nudo enorme en la garganta y su corazón latía violentamente. Se dio vuelta despacio, con miedo y emoción mezclados. Justo en la entrada del salón, frente a él, se encontraba una mujer muy bella que le sonreía, su rostro bondadoso se dibujaba en la penumbra, tenía el cabello largo de color rojo oscuro y sus ojos eran tan verdes como los de Harry. Ella era su madre.
El tiempo parecía haberse detenido, no podía hablar, ¿acaso era un sueño, o estaba muerto?. Tal vez era un fantasma. Pero no, era real, tan real que podía sentirlo, ella estaba ahí, viva, frente a él y lo miraba.
- Hola Harry – dijo Lily Potter con su dulce voz, mientras Harry seguía inmóvil, temiendo que ella fuera a desaparecer si él se acercaba.
- No tengas miedo, hijo – continuó. Sus ojos brillaban en la negrura con luz propia.
Se adelantó hacia Harry, hasta quedar a un palmo de él. Ella lo miró a los ojos como nadie lo había hecho antes, nadie, más que un reflejo en un espejo, hacía ya mucho tiempo atrás. Había amor y compasión en esa mirada. Harry la veía y la veía, no quería moverse, ni respirar, no quería tocarla y que ella se fuera como el fuego y la joya. Entonces ella le sonrió nuevamente y levantó la mano para acariciar la mejilla de su hijo. Harry cerró los ojos un instante al sentir la calidez y suavidad de la mano de su madre tocar su piel. No pudo contenerse más, se dejó ir a sus brazos, llorando como un niño pequeño que huye asustado en la mitad de la noche, buscando refugio en el regazo de su madre. Ella lo abrazó con fuerza. Todo el dolor que había sentido durante su miserable vida se había ido. Quería permanecer así por siempre, en los brazos de su madre, que lo aferraban contra su pecho. Ella también lloraba.
- Mi niño, yo también estoy feliz de verte. Te he extrañado tanto.
Harry la abrazó más fuerte, aún no podía hablar. Después de unos minutos se separaron, Lily limpió las lagrimas de su hijo con su mano y ambos sonrieron.
- Hay alguien más que desea saludarte.
Volviéndose hacia la entrada, Harry vio una par de personas que le sonreían. Eran James Potter, su padre, y Sirius Black. Ellos también se acercaron.
Harry sentía que su corazón se inflaba como un globo lleno de alegría.
- Hola hijo. – dijo James Potter, estrechando su mano y abrazándolo.
- Que tal Harry. – Sirius le dio una palmada en la espalda.
- Pero… – dijo, recuperando la voz. – ¿cómo?… ustedes… ¿acaso estoy muerto?
- Claro que no. – respondió James.
- Entonces, ¿dónde estoy?, ¿qué es este lugar?
- Lo único que necesitas saber es que ya estás a salvo. – respondió su madre.
- Temíamos no haber llegado a tiempo. – continuó Sirius.
- ¿Ustedes fueron los que me rescataron de esa oscuridad?, ¿fuiste tú… mamá?
- No, no fuimos nosotros – contestó Lily – alguien nos ayudó a encontrarte.
- ¿Quién?
- Eso no es importante ahora, Harry. – dijo James en tono serio. – Estamos aquí para advertirte, debes regresar.
- ¿A dónde?
- A tu mudo.
- ¿Esto es un sueño?
- No, es real, pero de una forma diferente, no lo entenderías y no podemos explicarte en este momento. Tú no debes permanecer aquí más tiempo o sería fatal.
- Pero, no quiero irme, quiero estar con ustedes.
- No puedes estar con nosotros, no por ahora, porque nosotros ya no pertenecemos al mundo real.
- Pero, están aquí.
- No lo entiendes hijo, solo vinimos porque necesitabas ayuda.
- Pero…
- Escucha atentamente, él trata de engañarte, lo único que quiere es alejarte de todos para que sea más fácil acabarte.
- Se fuerte Harry, necesitarás todo tu coraje para enfrentarlo. – agregó Sirius.
- Pero, puedo ser un peligro para todos a mi alrededor.
- Es lo que él quiere que pienses. – añadió James – No lo dejes engañarte otra vez.
Por un segundo Harry recordó la noche en el ministerio de magia. Se le hizo un hueco en el estómago y un nudo en la garganta. Agachó la cabeza, se sentía miserable.
- ¿Qué te pasa hijo? – preguntó Lily. Harry alzo la vista y la clavó en Sirius.
- No era mi intención lo que pasó en el departamento de misterios. – dijo Harry con voz apremiante y sin poder dominarse, sentía un terrible remordimiento. – Lo siento de verdad, Sirius, yo, yo no quería que tú…
- No te preocupes por eso. – lo interrumpió su padrino con una sonrisa en la boca. – No fue tu culpa, así que ni se te ocurra pensarlo siquiera.
Harry miró a los ojos de Sirius y se sintió un poco mejor, como si hubiera quitado un gran peso de su espalda. Él sonrió débilmente.
- Deja de preocuparte por mí, estoy bien, ahora debes pensar en ti. Escucha a tus padres, ellos tratan de protegerte. Y no olvides a tus amigos, que también se preocupan por ti.
- Es cierto hijo, tu mayor fortaleza son tus amigos, no los abandones. – le decía Lily.
Él asintió con la cabeza.
- Una cosa más – agregó su padre, – tú sabes que eres el único que puede derrotar a Voldemort, pero para poder hacerlo tienes que descubrir como despertar tu poder. Busca la llave de tu poder.
Harry miró a James, no entendía muy bien lo que decía.
- ¿Dónde busco eso?
- Tienes que regresar ahora, hijo mío, ya no puedes permanecer aquí más tiempo. Ya llegará el momento en que nos volvamos a ver.
- Pero…
- Ven aquí – dijo Lily. Y abrazando a Harry, éste se quedó dormido, como si un velo mágico hubiera cubierto sus ojos. Ahora solo escuchaba la voz de su familia como un eco que se despedía, mientras él volaba a un lugar desconocido.

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